La Matadioses

Sabes a dónde vas porque sabes de dónde vienes (Vaiana, 2016, Disney).

La Matadioses no fue la única que entró en juego ahí.

Para sorpresa suya, su abuelo le tendió una espada Jepesh que conocía bien. Imposible olvidar cómo su empuñadura estaba hecha de oro y piedras preciosas y su hoja de hierro divino, uno muy difícil de trabajar.

La Espada de Amón.

Había llevado a muchos de sus antepasados a la victoria, pero él apenas la había usado aún teniendo batallas mucho más difíciles que lidiar.

Aparte del hecho de tener el Emblema de Atón, era de los que pensaba que cuando se presentaba una batalla más valía la habilidad al poder de la propia arma.

Y sabía que el Magnífico pensaba lo mismo que él, fue por ello que entendió a la perfección cuando le dijo:

-A grandes problemas, grandes remedios.

Su padre puso mala cara.

-Padre, la Matadioses no tiene magia.

-Que la haga detectable, pero tiene que temer magia para poder matar a los dioses -dijo el Magnífico.

Y de paso su enemigo lo tomaría en serio e iría a por él considerándolo una amenaza nada desdeñable. Su familia se mantendría al margen para que aquel ser no se fijara en ellos y por ello se decidió que estaría con las pequeñas.

Si algo salía mal, ella sería la última defensa.

-Practicarás conmigo -anunció su madre-. No tenemos mucho tiempo.

El joven regente se quejó:

-Madre, a ti nunca te he ganado.

-Entonces prepárate.

Ahí empezó la lucha contra su propia madre, una que nunca había pensado que pudiera tener lugar. Ya desde el primer momento se demostró lo diestra que era ella con una espada relativamente sencilla y cómo era capaz de llevarlo a sus propios límites.

-Sabes hacerlo mejor Nebadur -le dijo ella seria.

Lo que irritó al rey de la Tierra Negra que lo llevaba a defenderse con más furia y buscar que soltara el arma. Esta última tarea era muy complicada y se le antojaba imposible, pero ni debía pensar en ello ni dejar de intentarlo.

Él iba retrocediendo, llevándola al punto concreto que habían acordado. Las armas golpeaban y él esquivaba los ataques como buenamente podía, aunque cada vez estaba más cansada. La Espada de Amón le daba fuerzas para seguir y se mantenía en su mano como si estuviera adherida con algún tipo de pegamento.

Para su sorpresa, en un momento dado, desarmó a su madre que esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción.

-Te han entrenado bien.

-Los mejores -respondió él.

La sonrisa de ella adquirió un tinte más tenebroso cuando cogió la espada en la que llevaba al demonio. Este no salió, pero notaba su poder.

“No te ofendas por favor”

Siempre le había caído bien ese demonio, para ser un demonio se comportaba admirablemente con su familia. Su madre lo había adiestrado a la perfección y casi era un miembro más de aquella particular familia.

La magia de su propia espada reaccionó y fue ella la que decidió los siguientes golpes.

-¡No dejes que ella tome el control! -le instó su madre.

No tardó en recuperarlo usando el instinto de su espada como guía para sus movimientos. Una y otra vez enfrentándose contra aquella espada y dándole cada vez más energía desterrando el descanso.

Tanto tiempo de entrenamiento dio sus frutos. Pero no lo libro de dar un mal paso que lo llevó al suelo.

Su madre se lanzó a por él, pero la espada la detuvo ante una estocada crítica y desvió el golpe permitiéndole levantarse mientras seguía las pautas marcadas y se decía una y otra vez que debía prepararse lo mejor posible ante el futuro enfrentamiento.

Por fin la consiguió desarmar, lo cual pareció irritar a su madre que fue a recuperar su arma, pero él se lo impidió poniéndose en medio.

-Así me gusta.

Sacó otra arma con la que lo atacó, pero él ya estaba preparado para defenderse. Poco a poco consiguió llevarla al punto acordado en donde se abriría el portal al otro plano.

Ahí fue cuando su madre se detuvo y le dijo:

-Muy bien, pero has tenido un fallo.

Lo que le sorprendía era que sólo fuera uno.

-¿Qué fallo? -preguntó intrigado.

Ella frunció el ceño y replicó:

-Has perdido de vista la Matadioses -hizo una pausa-. Cuando se la quites, tómala.

-Está bien -accedió.

Su madre gritó:

-¡Una vez más!

La energía de la Espada de Amón lo sostenía, lo que no tenía del todo claro era por cuánto tiempo.

-Sé que sabes luchar con dos espadas -le advirtió ella.

Nebjeperure susurró:

-Pero la tuya… el demonio…

-No te preocupes, sólo será esta vez -le aseguró su madre.

Volvieron al principio. Una simple espada y la Espada de Amón.

Las dos volvieron a enfrentarse con más furia aún que la primera vez. En esta ocasión el joven regente acabó en el suelo más de una vez. Mas enseguida se levantaba y no dejaba que ningún espadazo lo alcanzase, aunque tampoco llegaba a hacerle nada a su madre.

La idea de hacerle daño le dolía y sabía que con ello también se lo haría a Mek.

No, debía centrarse al plan principal, desarmar al ente, tomar la Matadioses y llevarlo al otro plano que habían creado las fuerzas divinas creadoras. Sólo así podía garantizar cierta seguridad a su familia.

Se empeñó a fondo, pero el cansancio empezaba a hacer mella. Y la Espada de Amón lo notaba, lo cual la llevaba a obligarlo a seguir luchando, aunque él quisiera parar.

-¡Recuerda! ¡Tú debes tener el control!

Lo recuperó con esfuerzo justo a tiempo para desarmarla la primera vez. Acabó en el suelo, pero mereció la pena. La magia de la espada lo hizo levantarse de un salto y volver a enfrentarse a la peligrosa espada de su madre.

-¡Sabes hacerlo mejor!

Apretó los labios.

Claro que lo sabía, pero no estando agotado como estaba.

Su madre era una maestra dura pero justa, de eso podía dar fe Kate, pero también Corellon y Loth. No quería defraudarla, ni a ella ni a nadie, por eso puso más empeño todavía en conseguirlo.

Era el Símbolo Viviente de la Divinidad, había nacido para hacer que el reinado de la Divina Potencia Creadora prevaleciese frente a cualquier amenaza. Y esta amenaza le había causado tal dolor que se olvidó por completo del cansancio y volvió a la carga.

Su furia era evidente y esta vez sí consiguió lo que se proponía que era llevar a su madre hasta el punto tras desarmarla. Se le hizo extraña su arma en su mano, pero tuvo que emplearla frente a una que ella sacó de no supo dónde.

Su madre era una caja de sorpresas.

Pero al fin lo había conseguido.

Había acabado en el suelo, pero su madre ya estaba en el punto en el que se abriría el portal.

Tembloroso, le devolvió su arma diciéndole:

-Él quiere estar contigo.

-Ya sabía que esto era temporal -dijo su madre ayudándole a levantarse-. Ahora descansa, necesitas todas tus energías para enfrentarte a él.

-Madre… yo…

-Sé que tienes dudas, pero lo harás muy bien -le dijo ella con una sonrisa-. Además, si algo se complica nosotros actuaremos.

Habían barajado todas las posibilidades. De aquel modo los dioses que estaban por allí con el plano preparado para abrirse en cualquier momento, podían hacer el tiempo transcurriese de forma normal y aquel ser no lo usara en su beneficio.

Seguro que cuando lo entendiera no estaría nada contento.

-Tienes unas pocas horas.

Las aprovechó para comer junto a su familia y descansar lo que pudiera. Todos lo animaban y demostraban su gran fe en él. Ello le recordaba la gran responsabilidad que gravitaba sobre él, la Creación entera dependía de que él consiguiera encerrar a ese ser después de desarmarlo.

El sonido de un cuerno avisó de lo que se avecinaba.

Todo el mundo fue a ocupar sus puestos.

El Divino Señor de las Dos Tierras, desterrando el miedo y el dolor, ocupó el lugar que le correspondía. Esos sentimientos los convirtió en una enérgica furia que se uniría a la magia de la Espada de Amón.

-¡Si quieres esta realidad tendrás que venir a por ella! ¡Ya no te tengo miedo!

<<Pues deberías, porque voy a destruirlo todo>> resonó en su mente.

-¡Esta realidad es demasiado grande para ti! ¡Pero si te crees capaz de apoderarte de ella ven a por mí primero o nunca la tendrás del todo!

Entonces apareció ante él la figura oscura espada en mano.

<<Un niño… un niño para defender esta realidad…>>

El ente se burlaba de él, pero también percibió su fastidio al no poder recurrir a sus trucos del tiempo y el espacio.

<<Pero qué habéis hecho>>

<<Una lucha justa>>

Tendrían que luchar a la manera tradicional.

Eso enfureció al ente que espada en mano se lanzó contra él. La Jepesh lo detuvo sorprendiéndolo y obligándolo a cambiar el ataque que él esquivó hábilmente. La furia, pero también el amor lo guiaban… y no conocía nada más poderoso que eso.

<<Morirás pronto>>

<<Te llevaré conmigo>>

Un nuevo choque de armas, otra vez esquivando un mandoble. Paso a paso hacia atrás iba acercándolo a donde quería.

Se cayó al suelo y el ser creyó que tenía las de ganar, pero se levantó tan rápido y su mano se movió a semejante velocidad que la Espada de Amón cortó su mano desarmándolo su paso.

“Bueno, sólo le queda una mano” cuando vio que se regeneraba apostilló “Dos manos, y muy mal humor”

El ser le gritó mentalmente mientras sacaba el arma que a todos interesaba.

<<¡Acabaré contigo!>>

“Falta poco” pensó el rey de la Tierra Negra “Falta poco”

La Matadioses golpeó contra La Espada de Amón, la cual resplandeció con un azul encolerizó a su enemigo.

<<No te servirá de nada>>

Fue lo que le dijo antes de atacarlo.

Él esquivó el ataque y contraatacó de forma que todavía se enfurecía más aún. El Divino Señor de las Dos Tierras pasó al ataque y las espadas chocaron mientras seguía caminando hacia atrás.

<<Ni te esfuerces>>

Si a algo le había instado su familia era a lo contrario: a esforzarse.

Eso fue lo que hizo. Las espadas volvieron a chocar varias veces y por medio de una finta hizo que se cayera. Ahí aprovechó el momento para hacerse con la Matadioses y dio varios pasos hacia atrás sabiendo que había provocado su ira más aún.

“Ven a por mí”

Faltaba poco.

No tuvo ni que repetírselo. Sacó otra espada con la que intentó herirle, pero se encontró con el rechazo de las dos espadas que ahora portaba.

Su cólera alcanzó nuevos límites.

<<Pagarás por esto>>

Nebjeperure se decidió por la estrategia defensiva mientras caminaba hacia el lugar del portal. A fin de cuentas, tal y como había dicho su madre, sin la Matadioses ni el control del espacio y del tiempo, él no era nada.

La Matadioses le recordaba a la espada de su madre, sólo que en este caso no notaba que tuviera vínculo alguno con aquel ser. Probablemente la habría robado de alguna realidad que había destruido.

El rey de Shemeu y Tamejeu siguió hacia atrás dejándose caer justo detrás del punto de apertura del portal. Ya no podía más.

<<Este es tu fin>>

<<No>> se oyó un coro de voces <<Es el tuyo>>.

Entonces percibió su agotamiento. Aunque quisiera no podría hacer más. Afortunadamente era el momento adecuado.

El portal se abrió y aspiró a aquel ente cuyos gritos sólo se dejaron de oír cuando el plano se cerró para no abrirse jamás.

Estaba a punto de caer inconsciente cuando sintió las manos de Ib bajo su cabeza mientras le daba un beso en los labios:

-Lo conseguiste.

-Te… tengo… -empezó a balbucear fatigado.

Entonces vio aparecer el rostro de su madre junto al de Mek que le lamió la cara.

Mek… las niñas….

-Están todas bien -le aseguró su madre-. Has hecho un gran trabajo, sólo te pido una cosa más.

Oyó la voz de su padre preguntar preocupado:

-¿No puede esperar a que descanse?

-No, tiene que ser ahora -dijo su madre severa-. Madre, Core.

Ah sí, recordaba lo que habían acordado. Su voz se unió a las de los dos dioses antes de sumirse en la inconsciencia:

-A ti te atamos con nuestra voluntad Matadioses, sólo podrás luchar cuando nuestras tres voces lo decreten.


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