La fortaleza del hogar

Este es mi hogar. Con mis padres y mi hermano, tal nobleza, tal valor. No hay otro hogar, me ampara su calor. Y si hay alguien que lo dude está en un error. (El Príncipe de Egipto. Dreamworks, 1998)

Amparados por la oscuridad que la Reina Araña producía, pasaron desapercibidos la barrera que rodeaba la casa, la cual ella abrió para ellos.

Fue relativamente fácil entrar en la casa y meterse en un dédalo de corredores.

Lo difícil fue llegar a su destino, dado que estaba bien guardado por sacerdotisas y guerreros del más alto rango.

<<No se les ve muy tranquilos>> apuntó el rey de los dioses élficos.

La Tejedora del Destino comentó con cierto orgullo <<Mi hija los ha sorprendido, tenemos el tiempo justo para coger la reliquia antes de que arrase con todo>>

“Bueno, creo que tenemos tiempo suficiente” pensó Nebjeperure.

Loth inquirió <<¿Preparados?>>

Un leve asentimiento y fueron visibles.

Las sacerdotisas fueron a por ellos mientras los guerreros con sus armas se preparaban para la lucha. Les sorprendió que Usermaatre, su padre y su abuelo fueran tan habilidosos, de hecho, pecaron de demasiada confianza.

A fin de cuentas, habían aprendido mucho aquellos meses, que se había sumado a lo que ya sabían de antes.

Las Jepesh se tiñeron de sangre y los cuerpos cayeron.

Eso enfureció a las sacerdotisas que empezaron a azotarles con sus látigos de serpientes mientras invocaban a los demonios para que las asistieran.

No se atrevían con las arañas, lo cual a Araushnee no le sentó nada bien. La traición había calado hondo.

Las cabezas de las serpientes fueron rotas por las armas mientras la diosa le decía al joven regente <<Es tu turno>>

Aferró con fuerza el Emblema de Atón. Su disco luminoso deslumbró a las mujeres que gritaron furiosas.

-¡Invoco al Ojo del Sol, que su poder nos permita vivir en Maat! -gritó.

Se oyó una breve carcajada, pues esta fue acallada por los rayos que salieron del disco. Estos se repartieron entre las sacerdotisas y los demonios fulminándolos en el acto y dejándolos por un instante a solas.

-Tenemos que hacerlo antes de que vengan más -dijo el Hijo de Amón.

El Grande dijo con una media sonrisa:

-Tranquilo, tienen problemas mayores.

Su madre. Les habría hecho semejante demostración de poder que tendrían que acudir a todos sus recursos para defenderse. Y aún así no serían suficientes, de lo cual se darían cuenta demasiado tarde.

Seguramente pedirían clemencia, mas ese tiempo ya había pasado.

-Aún y así lo mejor es apresurarse -dijo su padre.

Araushnee se acercó a la puerta tras la cual se hallaba lo que buscaban. Alargó la mano y las arañas la cubrieron en su totalidad. Había ahí una lucha entre el poder de la diosa y el conjuro que habían puesto sobre la puerta. Los gritos de dolor de las arañas agonizando eran horribles, pero eran demasiadas para la puerta.

-Es tu turno -le dijo la Reina Araña.

Lentamente se acercó a la puerta y se quedó parada ante ella.

Nada podía con Maat, pero en ningún sitió ponía que no podían oponer resistencia. Una resistencia agotadora.

De pronto sintió las manos de Corellon y la Tejedora del Destino sobre sus hombros insuflándole la energía necesaria.

Entonces tocó la puerta con el disco y las arañas se retiraron mientras la pueta se abría para dejarles paso a una suntuosa sala.

Esta estaba llena de tesoros. No era sólo piedras o metales preciosos. También había valiosos artefactos y pergaminos que muy pocos se podían permitir.

-Menudo negocio -dijo Usermaatre con un silbido.

Su abuelo comentó:

-No deberías sorprenderte.

Tenía razón. A fin de cuentas, la riqueza siempre los había acompañado desde su nacimiento hasta el momento en que tuvieron que contar con dos vidas: una en Ajet-Atón y otra en el mundo humano. Y ellos no eran malos en el mundo de los negocios, nadie podía hacerles competencia y todo el mundo sabía que cuando se ponían de acuerdo en algo, no había nada que hacer.

Con los drows era lo mismo. Siempre buscaban formas de enriquecerse de forma lícita o no. El caso era alcanzar nuevos niveles de riqueza y poder.

-Busca la reliquia sheri-re -le pidió su padre.

Entre tantas cosas no se antojaba algo precisamente fácil.

“Tiene que estar en algún sitio destacado”

Como por ejemplo… una hornacina.

Descubrió que había varias guardando diferentes objetos.

Pero enseguida halló la que buscaba. Una estatua de oro que representaba a la diosa en su forma felina, pero con su égida colgando de su collar.

No podía llevársela, no así como así.

El Divino Señor de las Dos Tierras buscó una tela bastante lujosa para cubrirla con ella mientras susurraba:

-Disculpadme por estas maneras.

Fue decir eso y aparecer unas cuantas sacerdotisas.

-Ya me estoy cansando de esto -gruñó la Reina Araña.

Ella se dedicó a hacer que sus doncellas las devorasen cuando no eran heridas de muerte por su padre, su abuelo o Usermaatre.

Vino otra oleada y ante esto su padre hizo que una gran bola de luz las cegase por completo permitiéndoles derrotarlas con facilidad.

-Bueno, ¿aquí cuántas sacerdotisas hay? -rezongó el Grande.

Una de ellas osó replicar:

-Las suficientes -hizo una pausa-. Devolved lo robado.

Nebjeperure le dijo ceñudo:

-Vosotras habéis robado la reliquia de la diosa.

-Y os guste o no se la vamos a devolver -anunció Corellon decapitando a una de ellas.

Ese fue el inicio de una nueva escaramuza que acabó con las insolentes muertas en el suelo. No sintió ninguna pena por ellas, la Reina Araña las mandaría a la Red Demoníaca donde sufrirían sin fin por su traición.

De repente todo empezó a temblar.

Esa era la señal.

Tenían que marcharse antes de que la casa fuera arrasada.

-Por aquí -dijo la Reina Araña.

Esta vez no fueron por corredores secretos ni nada por el estilo. Optaron por la salida más rápida. Desconcertados soldados y sacerdotisas intentaron hacerles frente pero no fueron capaces ya que la muerte les llegó en forma de doncella de la Tejedora del Destino sino eran liquidados por el rey de los dioses élficos.

Una vez estuvieron fuera de la casa, Nebjeperure planteó:

-Deberíamos ayudar a mi madre.

-Tu madre tiene toda la ayuda que necesita -le aseguró Araushnee-. Es la casa la que no sabe con quién se está metiendo.

Corellon dijo con tranquilidad:

-Debemos volver y reagruparnos.

-Y entregar la reliquia a la diosa -agregó el Magnífico, el cual no en vano entre sus títulos llevaba el de Amado de Bastet.

Su padre comentó:

-Además los partos están cerca, debemos estar con ellas.

Un parto drow era poderoso en sí, podía destruir lo que se propusiese y borrar del mapa cualquier edificio o estructura que se plantease. Pero al acabar, también suponía un momento de vulnerabilidad para la madre y el bebé.

No, no dejaría que las niñas conocieran el sufrimiento desde el primer aliento.

Él había vivido eso, aunque no lo recordaba; pero sabía lo suficiente como para saber lo que podía suponer.

La Reina Araña los volvió a cubrir hasta llegar a la casa. En el camino vio que la ciudad se alborotaba, sobre todo las casas principales. Las más humildes contemplaban con miedo y esperanza el evento.

En cuanto llegaron, fueron directos a la estancia donde estaban las tres madres.

Su avanzado estado de gestación le preocupaba mucho, pero estaban preparados. No en vano Gaia y tres dioses más estaban cuidándolas. Sabía que ninguno de ellos dejaría que les pasa nada.

El joven regente se acercó a la Señora del Este y se arrodilló ante ella. Enseguida los pequeños hijos de la diosa lo rodearon restregándose contra él.

-Enseguida os hago mimos -les prometió antes de dirigirse a la diosa-. Mi Señora, os traigo la reliquia que os fue robada.

Acto seguido descubrió la estatua dorada y se la tendió.

La deidad sonrió satisfecha y respondió:

-Bien hecho, te lo agradezco -colocó su mano en su hombro-. Todos vosotros tenéis mi bendición.

Su abuelo inquirió:

-¿Mi Señora?

-Me aseguraré de que lleguéis a casa sanos y salvo y que los partos vayan bien -les prometió la divinidad.

Usermaatre planteó:

-¿Os vais ya?

-No, aún queda por hacer aquí -dijo la diosa-. No os preocupéis, seguiré interpretando mi papel.

El joven regente se incorporó y preguntó:

-¿Y qué hay de Kate? ¿Le quitaréis la maldición?

Entonces la Señora del Este le sonrió de una forma enigmática y le dijo con naturalidad:

-Yo en ningún momento he hablado de maldición -sus ojos resplandecientes recorrieron la estancia-. Pero ese es el camino que ella misma debe decidir.

Los dioses siempre con sus enigmas. A veces no sabía interpretarlos hasta el momento oportuno. O también podía deberse a que ese mensaje no estaba destinado a él, sino a otra persona.

-Sea cual sea el camino que sea que escoja nosotros la apoyaremos -anunció el joven regente.

Bastet asintió y le reveló:

-Y esa es una de las muchas razones por las que te has ganado los corazones de los dioses -hizo una pausa-. Tú eres Maat y en ella vivimos en equilibrio.

El Divino Señor de las Dos Tierras tragó saliva ruborizado antes de preguntar:

-¿Deseáis que busque a Kate?

La Señora del Este respondió:

-Nos encontraremos en el momento oportuno -con un gesto de su cabeza señaló a una Ib que tumbada en un diván sonreía pese a que estaba aguantando mucho dolor-. Tu lugar ahora está con tu familia.

Entonces él susurró genuinamente preocupado:

-Mi madre…

-Oh, esto para ella es un juego -dijo la diosa-. Déjala que se divierta un poco.

Araushnee la secundó:

-Todo cambiará en el día de hoy, tus dos madres harán que tu deseo se cumpla -seguidamente le indicó-. Tú solamente espérala.

Entonces se permitió acariciar los pequeños hijos de la Señora del Este y Mek. Estos siempre le proporcionaban paz, alegría y sosiego. De ese modo sus preocupaciones rebajaban la intensidad y dejaba que aquellos que más quería hicieran lo que mejor se les daba.

Se acercó a Ib y le agarró de la mano. Se asombró ante la intensidad del agarre de su Gran Esposa Real.

-¿Cómo estás? -quiso saber.

Ella le sonrió y respondió:

-Parece que hay una batalla aquí dentro -luego hizo un gesto con la cabeza para señalar a Nessariäh y Alauniira-. Ellas dicen que es lo normal.

A din de cuentas iban a tener a sus segundas hijas.

Gaia confirmó:

-Es lo normal.

La Gran Esposa Real de su abuelo comentó:

-Tranquilo, nadie puede hacernos daño, estamos bien protegidas.

Por Gaia, los dioses y ellos mismos.

Quien intentara algo tendrían que hacer frente a una gran ira que no se podría contener y que reclamaría justicia. Una que habría de aplicarse de inmediato o crecería hasta que lo hiciera.


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