Pureza

No hay nada más valioso que la sonrisa de un niño.

Estar junto a las crías siempre era estimulante. Hacía que uno se olvidase de los problemas que acechaban.

Estas se divertían con cualquier cosa, como las bolitas de papiro que les arrojaba mientras intentaba estudiar lo que se podía saber sobre las casas más poderosas de la ciudad.

Llevaban mucho tiempo en el poder, pero no tanto desde que habían decidido que el camino de la Reina Araña ya no era el suyo. Ir a su aire las hacía quizá más vulnerables, pero no por ello menos peligrosas.

¿Qué podía hacer él?

Si manifestaba su auténtica naturaleza seguramente habría un conflicto épico, dado que ellas buscaban la parte negativa del caos que se desataría con su muerte.

Eso si ganaban, cosa poco probable.

Si eran fulminadas, que ese era su destino, todos los drows del mundo sabrían que había unas nuevas normas de juego y que no podían desechar.

Debía seguir siendo un joven drow, elegido por una mujer como pareja.

Lo que seguramente les extrañaba, según la propia Ib, era que no acudía a la Academia.

-¿Y cómo aparento normalidad? -preguntó.

Su Gran Esposa Real respondió con calma:

-Se ha hecho saber que te formaste en otra de nuestras ciudades.

-¿Y eso cuela? -inquirió perplejo.

Ella sonrió y contestó:

-Si supieras la de veces que se prefiere creer un buen embuste para ocultar la verdad…

Era algo que le chocaba. La sociedad drow era muy dada a inventar historias para ocultar al público ciertos acontecimientos. Y como esa explicación no era rebatida, ya que quien la daba se hallaba en la cima, pues se aceptaba como verdad.

El estaba acostumbrado al disimulo, pero la mentira ya era otra nivel que iba en contra de su naturaleza.

-Demos un paseo -le propuso Ib.

Nebjeperure preguntó extrañado:

-¿A dónde quieres ir?

-Ya lo verás -dijo ella enigmática-. Lo que quiero es que te relajes.

El joven regente repuso:

-Yo debería ser el que te dijera eso.

-Aquí ya sabes que las cosas son un poco al revés -contestó Ib divertida.

Lo sacó de la casa en compañía de Sa mientras las crías se quedaban con la Señora del Este, la cual se mostraba bastante paciente en el asunto de su reliquia, le daba un poco miedo que perdiera esa paciencia.

-Espero que Kate esté bien -comentó.

Su amada le aseguró:

-Está bien, está haciendo un gran papel.

-Ojalá encontremos pronto la reliquia -susurró.

Pasaron cerca de las grandes casas como si tal cosa. Las puertas estaban bien custodiadas, incluso la mayor contaba con una red de araña mágica que hacía las veces de barrera y atrapaba a quien osase trepar por ella.

-Eso fue antaño una muestra del favor de Loth -le reveló Ib.

El joven regente preguntó:

-¿Y por qué no se lo quitó cuando le dieron la espalda?

-Para mantener las formas -le explicó ella-. Se supone que no sabe que la han abandonado.

Parpadeó sorprendido antes de cuestionar:

-¿La creen tonta?

-Creen que es más débil por cambiar de senda. De ahí que ella esté fingiendo a su vez -repuso Ib.

El Divino Señor de las Dos Tierras suspiró. De pronto los problemas de la superficie, incluso aquellos con los elfos dorados, eran más sencillos de entender. En este lugar estaban las apariencias y todo lo que se hacía en las sombras.

-Mira, ese hombre con la vestimenta tan llamativa es el líder de una banda de mercenarios -le explicó señalando con la cabeza al susodicho-. Hacen los trabajos sucios de las casas a cambio de un pago.

Él alzó ambas cejas y repitió:

-Los trabajos sucios.

Ib le aclaró:

-Hacen muchas cosas: traen mercancías raras o incluso matan a individuos señalados, protegen o atacan a las casas infiltrándose entre los ejércitos de estas.

-¿Así les sale más barato que mantener un gran ejército propio? -cuestionó Nebjeperure.

Ella se encogió de hombros antes de contestar:

-Muchas veces lo hacen cuando se saben fuera del favor de Loth y por ello vulnerables.

-No lo entiendo. Si la han abandonado -objetó él confundido-. ¿Cómo pueden ser tan fuertes? ¿Es todo apariencia o…?

¿O había alguna pretendiente a deidad dándoles ese poder? Eso significaría un enemigo formidable y varios frentes en los que luchar. No, no podía ser tan complicado.

Ib señaló:

-Todo son apariencias. Alcanzar la divinidad no es tan sencillo.

Eso era verdad.

La única que había conocido en sus vidas podía alcanzar ese nivel era su madre y sabía que nunca lo haría salvo que fuera absolutamente necesario. Ya le había costado convertirse en Matriarca, así que lo de la divinidad… no, definitivamente no iba con ella.

Pasaron de largo del mercado y de un lugar en donde los drows se reunían para retarse entre ellos. Después de lo de la Sacerdotisa, no le apetecía meterse en otro jardín.

Luego se fijó en que diferentes lugares de la ciudad había ruinas, restos de estalagmitas y estalactitas que antaño formaron parte de casas. Estas habían sido destruidas por casas más poderosas o no les había salido bien el ataque y los supervivientes nobles las habían denunciado ante el Consejo Regente el cual en consecuencia la destruía… por eso había que andarse con mucho cuidado con los ataques.

Esa era la razón por las que el crecimiento demográfico no era tal en la sociedad drow. Muy pocos eran los que llegaban a una edad avanzada como los elfos, pues morían en ataques, castigados o traicionados.

Pero eso cambiaría. Los drows dejarían de atacarse entre sí por ser débiles y optarían por una colaboración más fuerte que las alianzas actuales. Ayudarían a ser fuertes a quienes no lo eran y estos se revelarían en su auténtico potencial. Y entonces las tornas se volverían.

Entonces el crecimiento demográfico cambiaría con unos niños que aprenderían de la fortaleza de los sentimientos y los lazos que estos creaban. Seguirían siendo fieros guerreros, magos o sacerdotisas… pero con mayor poder al ser respaldados.

Sólo debían entenderlo y no quitarles a los niños las ideas con las que habían nacido.

Volvieron al barrio humilde, el lugar que más le gustaba de todo lo que se le había permitido ver.

Ahí se respiraba otro ambiente. Veía familias drows que podían compararse a la suya, que no disimulaban sus sentimientos. Las madres y los padres se involucraban en la crianza y dejaban que sus hijos jugasen libremente.

Incluso con gatos que no eran suyos.

-Eso no vale Sa, tramposo -le acusó a su leopardo negro.

Este había ido a donde un grupo de niños que empezó a jugar con él. Crearon una luz mágica que Sa intentaba cazar una y otra vez. Luego jugaban a intentar tocarle sin que les llegara a morder, cosa en la que era experto.

Sa, como Mek y los demás pequeños sería un gran compañero de juegos.

-Ya verás cuando nazca nuestra hija -dijo Ib divertida.

Nebjeperure rio divertido:

-Nos quedaremos sin niña y sin gatos.

-Salvo para comer -apuntó su amada.

Él asintió antes de agregar:

-Y para dormir ni te cuento.

-Sí, ya he visto lo que le pasa a Mek con las niñas -declaró ella.

El rey de la Tierra Negra le recordó:

-Pues imagínate con cinco niñas.

-Vamos a estar un poco abandonados -admitió Ib antes de decirle pícara-. Aunque siempre le podemos poner remedio.

El rey de Shemeu y Tamejeu suspiró antes de recordarle:

-Ella será un milagro, no podemos saber si habrá más, tendremos que aprovecharla.

Eso era su pequeña, un milagro concedido por los mismos dioses. No podían pedir más porque en los próximos años tendrían cinco miembros en la familia que necesitarían cuidados y a los que enseñar su legado humano y el que no lo era.

Guiarían sus pasos y velarían por ella cuando lo pasara mal. Y también tendrían que hacerse a la idea de que algún día decidiría su camino… aunque para eso aún faltaba mucho tiempo.

-¿Tú crees… que volveremos antes de que nazca Ib? -le preguntó dubitativo.

Ella reconoció:

-La verdad es que no lo sé, depende de los planes de tu madre y la diosa -sonrió mientras se acariciaba el vientre-. Nazca donde nazca, lo hará protegida y con buena estrella.

Él sonrió previamente a decir:

-De eso estoy seguro.

Ahí llegaba la sesión de mimos. Ahora todos los niños querían acariciar a Sa llamándolo para que fuera con ellos. Él lo hacía con mucho gusto ronroneando bien alta para alborozo de los infantes.

Entonces los padres llamaron a los niños que dejaron a Sa con cierta pena.

-No, no puedes quedártelo. Es el guardián de la chica de la casa nueva -oyó que una madre le decía a su hija que no podía contener las lágrimas.

Entonces Nebjeperure susurró unas palabras y en sus manos apareció una figurita de un gatito hecha de piedra. Se acercó a la niña y se la tendió diciéndole:

-Llévatelo a casa y tendrás alegría para muchos años.

-¿Por qué? -le preguntó la niña.

El rey de la Tierra Negra le guiñó un ojo:

-Es una sorpresa, pero no lo vayas diciendo por ahí ¿de acuerdo?

-Vale -contestó la niña.

La madre de la niña le susurró sinceramente:

-Gracias, le dará alegría.

Él sonrió y contestó:

-Dará alegría a toda la familia y lo único que pedirá a cambio serán juegos y mimos.

Esos eran más importantes incluso que la comida, pues no dudaba de que pudieran proveerle de la misma.

Vio alejarse a la familia con la niña más contenta que en mucho tiempo.

Ib le comentó socarrona:

-Espérate que no te pidan más.

-Yo creo que si piden lo harán a otras personas -dijo el joven regente-. Solamente he abierto una ventana a la alegría.

Aquel lugar tenía la luz de los sentimientos. Pero también la larga sombra de la imposición del viejo régimen que les pesaba. Eso los entristecía llegado el momento y procuraban proteger a sus pequeños de ello.

Eso era lo que él había querido premiar, haciendo extensible la alegría y los buenos sentimientos a los adultos. Si veían que la vida que deseaban era posible, ellos harían que lo fuera… quizá dejando de mirar a lo que hicieran las grandes casas y centrándose en lo importante.

A veces la revolución empezaba desde lo más bajo.

En cuanto a la parte alta, se requería de una mano experta que ya manejaba los hilos con maestría. No había otra alternativa, el cambio se daría les guastase o no… y este vendría acompañado de la justicia auténtica de la que rehuían.

Porque si oficialmente un delito era sabido, las normas obligaban a un castigo. Pero si supuestamente nadie había sido visto cometiéndolo se le aplaudía.

Ahora la justicia sería auténtica. Por la Tejedora del Destino, la Señora del Este y la propia Maat. Estas dejarían las cosas en su justo lugar.

Y así la sonrisa de los niños no tendría motivos para borrarse.


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