A veces cuidar es simplemente estar ahí, asegurando a los tuyos tu apoyo incondicional.
-Eso suele hacerlo -dijo Nebjeperure con una sonrisa-. No hay de qué preocuparse.
Había un conflicto, pero sabía que este se debía más a ciertos miedos comprensibles que a una desavenencia real.
No quería que se enquistase. El asunto debía desarrollarse siguiendo su propio camino hasta llegar a su desenlace.
Todo tenía solución, salvo la muerte. Y ese era el temor de su madre, la pérdida de los seres queridos.
Como con todos los temores, sólo había una vía: enfrentarse a ellos, aceptarlos y seguir adelante. El porvenir dependía muchas veces de eso, de superar las pruebas que la existencia ponía delante justo a la medida de uno.
-Lo dices porque estás acostumbrado -replicó Usermaatre.
El joven regente repuso:
-Y por eso debes escucharme -luego miró a su madre-. Contábamos viejas historias a las niñas.
Ib añadió:
-Con mensaje para que aprendan.
Ella pestañeó un par de veces antes de hilar con viejos recuerdos.
-Uhm, entiendo, como cuando los demás mercaderes contaban historias alrededor de la hoguera cuando coincidíamos.
-Apuesto a que todavía lo hacen -dijo el Divino Señor de las Dos Tierras.
Su padre terció divertido:
-Un poco se habrán modernizado.
-Todo depende de la raza -señaló Corellon-. Elfos y enanos apenas han cambiado en ese aspecto.
Ella admitió sin mirar a nadie en concreto:
-No me importaría volver a esos tiempos.
-¿A los líos en que me metía también? -preguntó el joven monarca.
Su madre lo miró para luego rezongar:
-Con la sabiduría de ahora sí -señaló al rey de los dioses élficos y a la Reina Araña antes de agregar socarrona-. Los haría trabajar bastante más.
La segunda dijo de buen humor:
-Nos estamos empleando a fondo.
-Ya veo ya.
¿Era él o tenía la impresión de que lo decía en un doble sentido que se le escapaba?
-Tenemos experiencia con la que enseñarles -comentó Nessariäh-. Pero ellas tendrán que tener sus propias experiencias.
Su abuelo replicó:
-Pero no corras tanto.
-Que dentro de poco se quejarán de que tienen mucho que estudiar -agregó su Gran Esposa Real.
Su padre se rio:
-Todos llegamos a esa edad.
El rey de la Tierra Negra comentó:
-Pero siempre estarán agradecidas de las enseñanzas.
Entonces la mirada de su madre se dulcificó observando a las pequeñas pegadas a Mek.
-Por más caminos tortuosos que caminen… estaremos ahí -murmuró despacio.
“Y de paso me robarán a Sa” pensó él divertido acariciando al pequeño leopardo.
Usermaatre dijo rotundo:
-Eso siempre.
-Por eso somos familia -dijo Alauniira-. Nos cuidamos los unos a los otros.
Nebjeperure bromeó:
-Y cuando tenemos tiempo libre nos encargamos del mundo.
-De momento el mundo tiene bastante trabajo con las tareas que les impusiste -señaló el Hijo de Amón-. Aunque hay algunos a los que se les está dando toques de atención.
-Ahora lo importante está aquí, el mundo sobrevivirá si no le hacemos tanto caso, que a veces parece un niño tonto -replicó su madre.
Alauniira la secundó:
-Lo has reflejado tal cual, aunque a veces parezca más retorcido que los propios drows.
-En esas veces mis hijos a los que no enseñé bien resultarían simples sacerdotisas pacíficas -declaró Araushnee.
Eso lo hizo reírse:
-En verdad esa es una buena comparación.
Su madre miró divertida a la Tejedora del Destino para admitir:
-Sólo a veces.
Su abuelo dijo pensativo:
-En verdad los humanos son la raza mayoritaria, entiendo que el equilibrio que Gaia busca esté alterado.
-Abuelo no vamos a exterminar a la mitad de la Humanidad -le advirtió el rey de Shemeu y Tamejeu-. Actuaremos como siempre lo hemos hecho… después del descanso familiar que necesitamos.
-Ahora no habrá quien se atreva a tocar esta familia -aseguró su madre.
Gaia por su parte se rio:
-Con los demonios que os rodean dudo que nadie se acerque.
-Seguro que están bien adiestrados -afirmó la Matriarca-. Esperemos que no se mueran de hambre.
-Lo están, si no ellos serán el alimento -comentó su madre seria.
El Magnífico terció:
-Ciertamente las pequeñas tendrán que aprender a lidiar con ellos.
-Nosotros lo haremos por ellas -declaró el Hijo de Atón.
Todavía eran demasiado pequeñas. Lo único a lo que aspiraban era a estar pegadas a Mek y jugar con él a las exploraciones. Luego poco a poco irían adquiriendo conocimientos, hablar de demonios era un nivel muy avanzado para el cual tendrían que aprender mucho antes de pensar en enfrentarse a ellos.
Ib comentó con tranquilidad:
-¿Y cómo vamos a organizar las enseñanzas? ¿Vamos a ir sobre la marcha?
-Las organizaremos -dijo la amada de su padre-. Todas aprenderán de todo, pero también de sus propios legados.
Nebjeperure bromeó:
-Pero que nadie intente mandar a Mek lejos -hizo una pausa y le preguntó- ¿La cola de momento bien Mek?
Su madre murmuró:
-Yo creo que me retiro…
Fue divertido ver al gran leopardo mover las orejas y la cola que parecía intacta por ahora. Ya verían en unos meses lo que sucedería, aunque intentarían estar bien provistos de mordedores.
-¿Te vas ya Madre? -preguntó el joven regente confundido- ¿Acaso hemos dicho algo que…?
La Tejedora del Destino dijo sonriente:
-Solo anda pensando más de lo normal.
-¿Y no hay hueco para alguna historia? -planteó él.
Ella inquirió alzando una ceja:
-¿Una historia?
-No tiene por qué ser alguna de mis anécdotas vergonzosas -se apresuró a decir.
Ib dijo chistosa:
-Pues a mi me encantaría conocer alguna.
Esperaba que no accediera a ello. Si no tendría material para torturarlo para toda la eternidad. No era justo, él no tenía mucha información de ella al respecto.
-Seguro que sabes muchas Madre -insistió con delicadeza.
Su madre se quedó en silencio un rato para luego admitir despacio:
-Recuerdo una anécdota con un pequeño gato…
Luego lo miró a él directamente, como si le pidiera permiso.
-Por qué será que no me sorprende -dijo socarrón el Gran Vidente.
Tampoco era tan extraño, los hijos de la Señora del Este eran los favoritos de la Familia Real.
Saltaba a la vista que todo el mundo se lo estaba pasando bien a su costa. Bueno, pues que así fuera. Si aportaba algo buenos a la familia lo aceptaría.
Así que terminó sonrojado y aceptando:
-Está bien, puedes contarla.
-No sé de que te sonrojas -le dijo su madre seria y segura-. Aún sin saber magia salvaste una vida.
Ib preguntó:
-¿Qué es lo que hizo?
-Me metí en un lío, pero al menos le di un hogar a ese pequeño -reconoció Nebjeperure.
-Eres demasiado condescendiente contigo mismo -replicó su madre-. Lo que hizo fue no sólo curar un gatito al que le dio una familia, sino que también se encargó del mercader que además partió la rueda -miró a Ib – y eso siendo un niño pequeño, te compadezco -bromeó esto último.
Su Gran Esposa Real dijo convencida:
-Si mi hija hace al menos la mitad de cosas buenas que él me daré por satisfecha.
-Pues puedes prepararte para correr -le aconsejó él-. Ah y siempre supervisada por Mek.
Al magnífico felino le iba a salir mucho trabajo. Con tantas niñas que cuidar al mismo tiempo no sabía cómo lo haría, pero sin duda lo haría. Era un gran padre y lo demostraba constantemente.
Su madre no pudo evitar reírse divertida:
-Si al final aquí el que más hijos va a tener es Mek.
Nebjeperure asintió comprensivo:
-Sí… el me ha estado mandando a Sa -se quedó pensativo antes de plantear-. ¿Mek? ¿Ahora va a resultar que compites con Usermaatre?
-¿Estamos en una competición? -inquirió el aludido.
El rey de la Tierra Negra miró a su adorado leopardo negro y planteó:
-¿Vas a tener mas pequeños Mek?
Si era así, ya podrían venir los enemigos que lo tendrían imposible para hacerles cualquier cosa. Entre su dominio de la magia y tecnología moderna, los demonios que su madre controlaba y la escolta de leopardos negros… aquel hogar era una fortaleza inexpugnable.
El aludido se acercó lentamente a él para lamerle la mano por toda respuesta.
Nebjeperure lo abrazó rodeando su cuello con sus brazos mientras le prometía:
-Te prometo que los cuidaremos bien.
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