Algunas historias contienen verdades.
Sa correteaba a su lado cuando llegó a la estancia en donde se hallaban las pequeñas Meritre y MeketBastet bien apoyadas en Mek y su padre contaba una vieja leyenda que hablaba del pasado pero que había acabo muy tergiversada:
-Hubo una época en que los dioses se mezclaron con los humanos y tuvieron hijos con estos. Estos hijos eran nobles de espíritu y no tenían deficiencia alguna. Uno de estos dioses construyó un reino rico en recursos para sus hijos en medio de Gran Verde. Estos hijos y sus súbditos prosperaron durante generaciones y se adentraron más allá de su reino estableciendo relaciones con otros pueblos.
<<Sin embargo, con el tiempo la parte divina se fue diluyendo conforme pasaban las generaciones e hicieron aparición defectos tales como el orgullo y la avaricia. Esto hizo que se lanzasen a la conquista de aquellos reinos con los que habían establecido contacto y los sometieron a la esclavitud y a la paga de tributos.
Esos pueblos se resistieron, pero nada podían hacer contra su superioridad tecnológica. Lo único que pudieron hacer fue encomendarse a las fuerzas divinas creadoras. Estas, testigos de la decadencia de los enemigos y su superioridad respecto a quienes intentaban mantener su libertad, arrojaron sobre el lugar una serie de desastres. Primer la tierra se sacudió ferozmente antes de que grandes olas sumergieron a aquel reino en el mar en un día y una noche… en castigo a su soberbia.>>
-Padre… creo que aún son muy pequeñas para entender la moraleja -observó el joven regente-. Por no hablar de que lo que sucedió por dos veces no fue exactamente así.
Ib dijo divertida:
-Creo que están más concentradas en disfrutar del calorcito y la suavidad de Mek.
Nebjeperure no se lo reprochaba. Mek siempre había sido el refugio seguro en el que guarecerse. Y las cosquillas que él hacía con sus bigotes mientras ellas jugaban con su cola daba a entender el nulo caso que hacían a la historia.
-Os sorprenderíais de la capacidad de retención que tienen los niños pequeños -señaló la Gran Esposa Real de su padre.
Ib preguntó intrigada:
-¿De verdad?
-Quizá tengan que escuchar la historia más veces, pero la moraleja ya la asimilan y con el tiempo la comprenden -respondió Nessariäh.
El joven regente replicó:
-Y luego yo tendré que corregir esa historia…
-Bueno, así no te aburres -dijo jocosa su amada.
En realidad, eran dos historias. Ambas con comienzos diferentes, pero con un mismo final. Y el mensaje era el mismo… pero dirigido a la especie que debió velar por él. Los humanos eran culpables ciertamente, pero habían sido los elfos los que les habían dejado la puerta abierta de un modo u otro.
Pero aquello ya había pasado.
Y realmente era una buena historia que le inspiró curiosidad.
-Padre… ¿cómo reaccioné yo cuando me la contasteis por primera vez?
-Hiciste un mohín y me sacaste la lengua -dijo con desenfado el Hijo de Atón.
Eso hizo mucha gracia a Ib e hizo sonreír a Nessariäh.
Su Gran Esposa Real comentó:
-Ya apuntabas a maneras.
-Desde pequeño siempre he intentado corregir lo que estaba mal y las historias son fáciles en comparación con otras cosas a las que nos enfrentamos -señaló el rey de la Tierra Negra-. Y desde luego ya entonces sabía que la historia no era tal y como había llegado hasta nuestros tiempos.
Ib le planteó con curiosidad:
-¿Cómo es eso de recordar vidas pasadas?
-Cuando era pequeño recordaba, luego crecí y olvidé -reconoció el Divino Señor de las Dos Tierras.
Su amada inquirió:
-¿Y por qué olvidaste?
-Porque debía prepararse para al duro presente que tenía ante sí -intervino la Reina Araña-. Recordó todo lo demás en cuanto asumió su rol.
Corellon comentó:
-Lo cual no fue un camino de rosas.
-Estaban los sacerdotes, sus aliados en la administración, la nobleza, los soldados… -enumeró el joven regente antes de que su mirada se ensombreciese- y el Kheru.
Ib colocó su mano sobre su hombro le dijo con cariño:
-Pero has enfrentado a todos, los hemos vencido.
-Así es -confirmó el Gran Vidente.
Entonces su abuelo expuso:
-Quedan enemigos fuera de la ciudad, pero han perdido gran parte de su capacidad de hacer daño tras la última batalla -hizo una pausa-. Y además estás consiguiendo que los partidarios de la Divina Potencia Creadoa se unan esta vez definitivamente.
-Eso espero -deseó mirando a la Tejedora del Destino y al rey de los dioses élficos.
Este último asintió antes de replicar:
-Así es.
-Ahora se están haciendo las cosas bien -dijo Araushnee-. Los que pueden de nuestros hijos se están reformando y en diez meses se presentarán aquí para forjar una nueva alianza.
-¿Y los que no pueden reformarse? -preguntó el joven regente.
Corellon replicó:
-Volverán a nacer con una nueva oportunidad sin recordar su vida pasada.
En otras palabras, morirían.
Pero en su opinión era una solución justa. Se les apartaba de un mundo al que sólo perjudicarían en base a lo que habían aprendido.
Luego volvían a él como nuevos y con un buen aprendizaje bien dirigido podían llegar a ser unas piezas fundamentales inesperadas. Al rey de Shemeu y Tamejeu le parecía una medida justa en la que no se desechaba a nadie.
Todos tenían su lugar en el Equlibrio.
Creía firmemente en que aquella vez podía ser la definitiva. Con relaciones establecidas con el mundo fuera de la ciudad y las especies, Nebjeperure consideraban tener los ingredientes adecuados para la prosperidad de todos y la desgracia de todos aquellos que solo vieran por sí mismos.
Eso lo llevó a la idea de volver una vez más a la Antípoda Oscura cuando las cosas se hubieran normalizado. Para él eso era mucho más fácil que ir a la ciudad de los elfos solares porque los recuerdos seguían ahí; sin embargo, entendía que era un paso que debía dar.
Él también tenía sus propios miedos, aunque procurase esconderlos.
Temía que le hicieran daño en cualquiera de los reinos, pero también tenía miedo por su familia, la que estaba por venir.
“No corre prisa” escuchó el pensamiento de Corellon “Tienen que ganárselo”
“Por favor no hagas que se enroquen” le rogó.
Le parecía adecuado que los pusiera a prueba, que con ello buscase que mejorasen y dieran lo mejor de sí mismo. Mas recordaba naturalmente al extremo que eso podía llegar.
“No volverá a pasar” le aseguró.
No era la primera vez que lo escuchaba.
Y por ello no le sorprendió su insistencia.
“Haré todo lo que sea necesario para ello”
“Nada que implique perderos a ti o a Araushnee” rogó.
Entonces fue ella cuando le dijo rotunda.
“No nos perderás”
Eso era lo que más deseaba desde lo más profundo de su ib.
Entonces su padre lo arrancó de aquella conversación que estaba teniendo a varias bandas preguntándole:
-¿Por qué no les cuentas tú una historia?
-¿Yo? -planteó sorprendido.
Nessariäh dijo sonriente:
-Por el mundo que has recorrido debes de saber muchas.
-En realidad la mayoría las aprendía a través de los contactos que Usermaatre y el abuelo hacía -reconoció-. No creo ser tan bueno contándolas como vos, Padre.
Este rio:
-Ah ¿me hiciste aquello de niño y ahora te escaqueas?
-Está bien, está bien -accedió finalmente buscando un cojín en el que sentarse-. ¿Cuál puedo contaros?
Su padre terció:
-Estábamos con leyendas, podrías continuar con alguna.
-De acuerdo -contestó previamente a anunciar-. Os voy a contar una de la tierra de aquella chica que le hizo aquella ofrenda a Gaia.
Esa historia era una de las razones por las que entendía por qué ella le había hecho tal tributo a Gaia. Allá de donde provenían había sectores sociales, muy envejecidos, que aún tenían un íntimo contacto con ella y el Equilibrio.
Dejó que Sa se acomodara entre sus piernas y empezó a relatar mirando a las niñas:
-Esto sucedió hace muchísimos años, cuando sólo existían la Madre Tierra y la Oscuridad. La primera creó a todas las criaturas entre ellas a los humanos y los monstruos y demonios.
Ib preguntó divertida sentándose a su lado:
-¿Es una historia de terror?
-Más o menos, pues los humanos vivían aterrorizados con los monstruos y demonios que buscaban darles muerte o convertirlos en uno de ellos -relató el Divino Señor de las Dos Tierras-. Por ello pidieron ayuda a la Madre Tierra para que los protegiera.
Nessariäh inquirió curiosa:
-¿Y qué hizo?
-Creó a la Luna, a la que llamó Ilargia, que significa Luz de los Muertos -respondió Nebjeperure-. Al principio funcionó, porque los monstruos y demonios huían de su luz… pero al tiempo se acostumbraron a ella y volvieron a acosar a los humanos.
Su padre terció:
-Supongo que los humanos volverían a pedir ayuda.
-Exactamente y la Madre Tierra, comprensiva, creó entonces a Eki o Eguzki, el Sol. De él si que huían demonios y monstruos porque no soportaban su luz -hizo una pausa-. Sin embargo, el Sol y la Luna se turnaban y cuando aparecía la segundo los seres malvados volvía a la carga con más ganas aún.
-¿Qué pasó entonces? -preguntó muy interesada Ib.
Él no se hizo de rogar:
-Los humanos acudieron de nuevo a la Madre Tierra diciéndole que tenían mucho miedo de noche. Comprensiva, ella les hizo un tercer regarlo, la Eguzkilore o Ekilore… que significa Flor del Sol. La visión de esta heriría a demonios y monstruos porque era una especie de Sol, pero en pequeño. De este modo, con esa flor los humanos se protegieron colocándola en las puertas de sus casas.
-¿Una flor? -cuestionó Nessariäh perpleja.
Nebjeperure asintió:
-Los seres de la noche huían de ella o se ponían a contar sus pétalos de modo que amanecía antes de que terminaran y tenían que retirarse.
-Eso suena muy interesante, ahora entiendo la reverencia de esa chica -concedió la Reina Araña-. ¿Todavía se sigue esa costumbre?
El rey de la Tierra Negra aclaró:
-No en las grandes ciudades, pero sí en los pueblos pequeños y las casas más alejadas en el monte -hizo una pausa-. Además es popular la expresión que reza “El día para los del día y la noche para los de la noche”
Su padre concluyó:
-Un aviso para que la gente no saliera de casa de noche.
-Y hay varias leyendas al respecto sobre gente que cometió la temeridad de no cumplir la norma y ser atrapada por el ser Gaueko, El de la Noche, que la convertía en sus criaturas -señaló el rey de Shemeu y Tamejeu.
La Gran Esposa Real de su padre le preguntó:
-¿Y no había manera de salvar a esa gente?
-Bueno para eso tenías que recurrir a la Madre Tierra y para eso tenías que cumplir ciertas reglas muy estrictas si no querías acabar como ellos -concluyó Nebjeperure.
Ib dijo divertida:
-Así que niñas, nada de salir por la noche.
Eso los hizo reír a todos.
Era verdad que a la noche las cosas se veían distintas y tenía su encanto. Pero también tenía unos peligros menos visibles que a la luz del día. De ahí que se contaran tales historias con el fin de advertir sobre los peligros.
Y quienes no deberían salir ni de día ni de noche eran sus enemigos.
-Aquí estáis a salvo, no os ocurrirá nada -declaró su padre-. Además Gaia está con nosotros y al ayudarnos mutuamente no necesitamos más que a nosotros mismos junto con nuestras habilidades.
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