Terror

Un simple acontecimiento puede iniciar la más terrorífica de las consecuencias.

El sueño cambió con una brusquedad tal que le dolió profundamente, un anticipo de lo que estaba por ver.

Era la parte que odiaba de su poder, ver y sentir las injusticias sin poder hacer nada por impedirlas. Como mucho podía repararlas, pero eso no devolvía la vida a los muertos ni la salud a los heridos.

Ser testigo de cómo el gozo se transformaba en terror era algo que lo desazonaba. ¿Por qué no podía permitirse el mundo unos momentos de felicidad? Parecía que había gente empeñada en no ver el tesoro que era la vida.

Estaba en una sala de conciertos, por las voces que oía y los caracteres aquí y allí adivinó que era un lugar dentro de Rusia o que tenía grandes influencias de esta.

No había más que gritos, disparos, explosiones. Gente corriendo y llorando de un lado para otro de forma caótica. En toda esa confusión vio a los perpetradores que llevaban ropa de camuflaje y el rostro cubierto.

“Cobardes” fue lo que pensó.

Ellos disfrutaban sembrando el terror, a él lo acongojaba.

Y ya no era el acontecimiento en sí, sino las consecuencias que se esparcían como las ondas de zona acuática cuando se le lanzaba un proyectil. Aquello iba mucho más lejos de lo que se podía pensar y sabía que si no se le ponía fin se llegaría aquello que no quería ni intuir.

La III Guerra Mundial.

Había sido testigo del despertar de todos los conflictos desde hacía más de tres mil años en aquella vida. Por no hablar de sus vidas pasadas.

No quería volver a enfermar como aquellas veces, no quería ver cómo su intervención era tan vital como la vida que amenazaba con abandonarlo.

Aquello tenían que pararlo. Hacer justicia a la víctima y cortar las ramificaciones antes de que se extendieran y fuera imposible pararlas.

En momentos como aquel entendía a Gaia y a su madre.

Eran los humanos los que causaban todos aquellos desmanes, los elfos, drows y otras especies jamás se atrevieron a tanto. Y nunca lo harían, porque eran lo suficientemente inteligentes como para saber en qué acabaría todo aquello.

No, no podía consentirlo.

No dejaría que la oportunidad otorgada a los humanos se fuera al traste por la ambición desmesurada de una minoría.

Mientras se daba cuenta de que no podía hablar ni moverse. Todo ocurría ante él como si fuera un mero espectador.

Hasta que de pronto lo sintió.

Algo húmedo y frío en su mano lo sacó de la situación. Por fin pudo respirar y abrir los ojos a algo que no fuera una hecatombe.

Entonces vio a Mek que llevaba algo en la boca.

-¿Mek? ¿Qué tienes?

El magnífico felino dejó a una pequeña bola de pelos de ojos violetas encima de la cama. Lo miraba con aquella curiosidad innata que reconocía en todos los pequeños Sa. Acercó su mano para dejar que la oliera y lo reconociese.

Para su agrado, el pequeño lo reconoció y le dio permiso para acariciarlo.

Sa

La bolita de pelo se puso a ronronear en el acto al mismo tiempo que Mek parecía observarlo con orgullo. Entonces vio entre sus orejitas unos signos distintivos que despejaban las dudas sobre su filiación.

-Nunca había visto a un leopardo con ojos violetas -reconoció Ib que se había despertado al escucharlo-. Es muy hermoso.

El Divino Señor de las Dos Tierras dijo divertido:

-Alguien se lo ha pasado muy bien en estas fiestas.

Mek giró la cabeza hacia un lado haciéndose el digno.

Bueno, tampoco era que en esa fiesta uno pudiera echar en cara darse una alegría. Todo el que quisiera hacerlo lo habría hecho ya a estas alturas. ¿Por qué no iba Mek a hacer lo propio?

-Así que has conquistado a la Señora del Este -dedujo Nebjeperure.

El gran felino emitió un gruñido. Él no sabía si le estaba diciendo que no había sido cosa suya o que se metiera en sus propios asuntos. Claro que también podía tratarse de ambos casos.

-Y tú Sa vas a tener un gran maestro -dijo el joven regente notando cómo se apoyaba en él-. Si mi hermana y mi tía le dejan.

Mek les encantaba a las dos niñas. Sabía que por lo menos hasta la adolescencia buscarían estar siempre con él en busca de mimos y juegos, no tenía nada que reprocharles al respecto ya que él mismo lo había hecho anteriormente.

-Y este no te dejará nunca -le recordó su Gran Esposa Real.

El joven regente sonrió y contestó:

-Salvo por aburrimiento… aunque eso dudo de que vaya a pasar en este mundo.

Ib entendió enseguida el significado de sus palabras y dijo recuperando la compostura:

-Ha ocurrido algo.

-Han sembrado el terror en Rusia -anunció Nebjeperure-. Si ya tuve que pararles los pies en su momento en Ucrania… ahora se alzará sedienta de sangre.

La joven drow respondió:

-Pero ya no tienen esas bombas tan destructivas.

-Eso no significa que estén desarmados -declaró el rey de la Tierra Negra preocupado-. Esto puede suponer un escalón más en un conflicto global.

Mek le dio un suave golpe con su cabeza.

-Tienes a tu familia -tradujo Ib fielmente.

El joven monarca admitió:

-Y la voy a necesitar -suspiró-. Esas más de cien muertes sólo han prendido la mecha.

Su amada replicó aportando sensatez a su angustia:

-Tal vez debas dejar que pase un poco de tiempo hasta tener toda la información para poder actuar.

Estaba claro que había entendido a la perfección su forma de obrar. Nunca lo hacía si no contaba con toda la información disponible y esa sólo la obtenía de su familia que además le daba consejos más que valiosos.

-Y además esta Gaia -señaló Ib.

El Divino Señor de las Dos Tierras puso cara de circunstancias antes de comentar:

-Ella estaría encantada de extinguir a una especie que tanto daño le ha hecho.

-Si ha sellado una alianza contigo es porque cree que hay espacio para la redención -replicó la joven drow.

Nebjeperure asintió antes de decir:

-En eso tienes razón -luego miró a Mek-. Si se lo vas a contar mi madre no le pongas mucho drama.

Este pareció encogerse de hombros como si le estuviera diciendo que ambos sabían lo que opinaba su madre sobre la especie humana.

-¿Sabes que eso no te librará de que averigüe a quién has conquistado para traerme a Sa verdad?

El gran felino resopló y tras darle un pequeño toque de cabeza al pequeño Sa desapareció por la terraza.

Ib comentó divertida:

-Podría haber sido peor.

-¿Peor? -cuestionó él incrédulo.

Ella rio:

-Podría haber conquistado a Neith.

-En otros tiempos quizá -admitió con una sonrisa-, pero creo que ya no… pese a que quiera mantener su reputación.

Su Gran Esposa Real valoró:

-La reputación se puede cambiar a mejor si está bien inspirada… y si quiere que los elfos se lleven como hermanos… no creo que a estas alturas le cueste demasiado.

-Cuando hablamos de fuerzas divinas… -comentó reflexivo- las cosas necesitan mucho tiempo.

Ella replicó juguetona:

-Pero tú eres perfectamente capaz de acelerar las cosas -hizo una pausa para luego señalar observadora-. Sin embargo, creo que hay algo que te preocupa.

¿Mentir a estas alturas? Inviable, imposible. Sólo empeoraría las cosas.

Nebjeperure suspiró:

-La verdad es que…

Volver a recordar aquella pesadilla de la que Mek lo había sacado lo hizo estremecerse como si el ambiente se hubiera enfriado de repente. Aquel horror lo enfermaba, recordándole cómo había vivido los antiguos conflictos.

Aquel era el inicio de una lucha. Debía sobreponerse y enfrentarse si no quería que los partidarios del caos y la destrucción prevaleciera.

Las últimas veces lo había conseguido en el último momento y ahora constantemente actuaba para que el conflicto a escala mundial no estallase… pero parecía que siempre encontraban algo para encender su mecha.

-Quizá necesites un poco de ayuda de Neith.

Fue a abrir la boca para replicar. Pero nada salió de él.

De repente todo daba vueltas a su alrededor y se sentía débil mientras le llegaban los gruñiditos de Sa que parecían llamarlo.

Alguien apoyó sus manos sobre sus hombros y una voz sedosa pero rotunda le instaba:

-Déjame esa carga, ya no debes cargarla.

Viendo que el mundo se desdibujaba él se dejó llevar.

Por un momento perdió la conciencia, pero la oscuridad empezó a recular y poco a poco se volvió a ver en su habitación sobre la cama. Sa lo miraba con la cabeza inclinada, igual que Mek, como preguntándole que sucedía… lo cual tenía su punto de diversión.

-Así mejor -volvió a decir aquella voz.

Ahora la reconocía con claridad.

Araushnee. ¿Pero no andaba retozando con Corellon?

Ib preguntó:

-¿Qué ha pasado Mi Señora?

-Humanos -gruñó la Reina Araña.

Nebjeperure dejó escapar un suspiro:

-No vamos a meter a todos en un mismo saco.

-Pero son humanos los que te han causado este malestar -repuso la Tejedora del Destino-. Y me parece que son bastante reincidentes.

El joven regente admitió:

-Sí, en ambos casos.

-Habrá que darles un buen castigo para que no se salten tus decretos -sentenció la Reina Araña-. Pero primero deberías descansar.

El rey de la Tierra Negra negó con la cabeza antes de replicar:

-No, debo detenerlos.

-¿Tienes un plan? -preguntó Ib.

El Divino Señor de las Dos Tierras respondió:

-Mis sentencias se aplicarán hasta las últimas consecuencias -apretó los puños-. Rusia tiene un problema… pero no deben pagar por él inocentes nacionales o de repúblicas que estén dentro de la confederación.

Su Gran Esposa Real comentó mientras Mek le golpeaba con la garra:

-Tienes más información que todos nosotros.

-Sólo tienes que decirnos lo que hay que hacer y lo haremos -anunció la Tejedora del Destino.

Nebjeperure anunció:

-Reuniremos a la familia, mi abuelo y Usermaatre tienen acceso a información exclusiva ajena a la gente normal y me ayudarán a la hora de diseñar una estrategia -hizo una pausa-. Se hará justicia por esas víctimas y los culpables en todos los sentidos de la palabra serán castigados.

Ib dijo pensativa:

-Así que es complicado.

-Lo es -concedió él-. Rusia acusa a Ucrania de un atroz atentado terrorista cuando este ha sido perpetrado por radicales procedentes de una de sus republicas confederadas que no están contentas con su situación… con mi decreto en Urusalim.

Su amada repitió:

-Urusalim.

-El camino que han elegido los aleja de la tierra que declaran suya -señaló el joven soberano-. Y además están justificando un atentado contra la Divina Potencia Creadora en su nombre… No, esto debe parar de inmediato.


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