Planes

Cuando entres a algún lugar peligroso asegúrate siempre de tener una salida.

¿Cómo entrar al país más hermético del mundo?

A aquel lugar solo entraban quienes eran bienvenidos por el régimen, los demás eran encerrados o directamente asesinados.

Y los que intentaban escapar podían perder su vida y la de los seres queridos que dejaban atrás. Aquellos que huían lo hacían con lo puesto sabiendo que durante toda su existencia tendrían una diana sobre ellos.

Aquel era un régimen condenado desde el momento en que se había mantenido en el inmovilismo y no se adaptaba a los cambios globales. Tenían normas para todo y debían cumplirlas bajo amenaza de muerte o traslado a un campo de concentración o de reeducación.

Los que no veían salida a aquella vida estaban tan obnubilados por los dogmas inculcados que apenas había posibilidad de resistencia. Por mucho que padecieran mientras una clase privilegiada nadaba en la abundancia, levantarse no era una opción.

Aquella era la vida que conocían.

Lo desconocido les aterraba, incluso pensaban que el hecho de pensar en ello estaba castigado.

Nunca se levantarían contra aquella dictadura. Esta había cumplido bien su misión a la hora de adoctrinarlos.

Y sin embargo, si se les daba un poco de luz… una guía para poder saber decidir cómo dirigir sus vidas…

Tal vez entonces sí se levantarían. Quizá era eso lo que necesitaban.

Pero era muchas vidas, muchos peligros. Muchas cosas podían salir mal, aunque siendo sinceros no serían peores que lo que ya habían vivido durante generaciones.

Él había sentido todo esto. Todas las veces en que reprimían cualquier atisbo de oposición o castigaban a quien no cumplía a rajatabla sus designios, todas aquellas ocasiones en que sus actos beligerantes amenazaban la convivencia mundial…

Lo vivía y estaba en sus pesadillas.

Era parte del mal que lo carcomía, un mal que se había enquistado.

Hasta ahora había permanecido intocable por los aliados que tenía: Persia, el Reino Medio y Rusia. Pero con estos centrados en su propia transformación no podían protegerlo como lo hacían: económicamente y militarmente.

Sin embargo, un animal vulnerable al ser consciente de serlo, se convertía en un ser más peligroso aún. Y este tenía capacidad nuclear, suficiente para hacer estallar al mundo en un nuevo conflicto del que tenía sus dudas que saldría con vida.

-Ahora entiendes el daño que hacen los humanos -le dijo Gaia con suavidad.

Nebjeperure cerró los ojos y contestó:

-Siempre lo he sabido.

-Y aún tienes fe en ellos -le recordó Gaia.

El joven regente asintió confirmándoselo:

-Así es.

-Aunque ellos han sido los que acabaron contigo en tus anteriores vidas -insistió ella-. Y además esta vez te has encarnado en uno de ellos.

El Divino Señor de las Dos Tierras respondió:

-Esta familia me ha demostrado, como la de Samara en su tiempo, que hay seres humanos por los que vale la pena seguir luchando.

-Pero en cada encarnación son más peligrosos y numerosos -le rebatió Gaia.

Entonces su madre comentó haciendo hincapié en lo vivido tiempos atrás:

-Y cada vez que renaces hay una consecuencia… esta vez fue tu hermano, no quiero averiguar que pasará en la siguiente.

Su hermano… el Kheru. Un engendro cuya esencia era contraria a la suya. Había sido un puro caos al que sus enemigos habían inculcado los celos, el rencor y el odio.

Y había estado a punto de hacer que Isefet reinara tergiversando Maat de una manera cuyo solo pensamiento lo ponía tan malo como los actos llevados a cabo por Corea del Norte. Eso fue lo que le recordó su propósito.

El rey de la Tierra Negra apretó los labios y comentó rotundo:

-Lucharé para que eso jamás llegue a pasar… además ahora estoy menos solo que nuca… soy mucho menos vulnerable.

-Esa es la idea -señaló Corellon.

Su madre gruñó:

-No te metas en ese jardín…

-Haya paz -intervino la Gran Esposa Real de su padre conciliadora-. Todos sabemos por qué estamos aquí.

Su madre fulminó a Nessariäh con la mirada.

-Lo protegeremos, le ayudaremos a cumplir su misión -señaló la Matriarca.

Lo cual no convenció a su madre pues planteó:

-¿Viajando al país más peligroso del planeta para detener a unos ambiciosos que esquilman a su pueblo?

-Es a donde nos lleva el destino -terció la Reina Araña.

Su madre gruñó:

-Quizá la cosa se arreglaría trayendo tu telar y moviendo los hilos oportunos.

-Si esa fuera la solución lo haría encantada, yo estoy interesada en mantener a mi hijo a salvo -hizo una pausa-. Pero él es el que repara el gran tapiz con sus intervenciones.

Usermaatre le planteó:

-¿Tú podrías modificar la realidad con tu telar para que no corriéramos el peligro anunciado?

-Claro que podría -rezongó su madre. Lo cual era un reproche en toda regla.

Nebjeperure lo captó al vuelo y sabiendo que iban a empezar las discusiones decidió intervenir con sosiego para que la sangre no volviera al río:

-Cuando el Oráculo es reclamado o yo tengo que ir a un lado determinado… es porque no hay otro remedio -hizo una pausa-. Meter mano en el telar es mover muchos hilos corriendo un mayor riesgo al afectar a muchos destinos… quizá estropearíamos más cosas de las que arreglamos.

Su padre concluyó:

-Vamos, que mejor no tocarlo.

-Excepto si Nebadur determina que hay que hacerlo -señaló la Tejedora del Destino-. Es la encarnación del Equilibrio y a sus designios me someto.

Su madre ironizó:

-Dijo la Señora del Caos.

-Hasta en el Caos entra en juego el Equilibrio -señaló la aludida-. A veces se pronuncia a través de este porque la gente no lo entiende.

El Hijo de Amón comentó:

-Creo que todos estamos de acuerdo que cada uno tiene un lugar y un propósito… no creo que sea tan difícil ponernos de acuerdo.

-Salvo que sea con tu hijo -bromeó el Grande.

El Gran Vidente comentó:

-Para las cosas serias sí nos ponemos de acuerdo.

-Cierto -dijo el sabio regente-. Por lo cual es hora de que nos pongamos de acuerdo en cómo actuar en este asunto en concreto.

El rey de Shemeu y Tamejeu admitió:

-El cual es bastante peliagudo.

-En realidad es sencillo -dijo su madre con tranquilidad-. Reúnes a los poderosos en un solo lugar y haces justicia.

El Protector de Maat rebatió:

-Para eso hace falta crear un buen pretexto, en ese país no sirve cualquier cosa.

-Y además luego tienes que guiar a los habitantes de ese país -declaró Nebjeperure-, los cuales primero tienen que asimilar la caída del régimen.

Su madre dijo con despreocupación:

-En peores situaciones te has visto.

-No se yo… -vaciló el joven regente.

Entonces ella lo sorprendió con un viejo recuerdo:

-Cuando aquellas Matriarcas pretendieron sacrificarte para devolver la divinidad a Loth y en lugar de eso…

-Le devolviste el corazón sano -intervino el rey de los dioses élficos-. Cogiste un corazón roto y tú solo lo reparaste en unos minutos.

El joven monarca comentó:

-Sí, admito que ahí corrí un serio peligro… pero ese país…

El Grande le planteó:

-¿Le tienes miedo?

¿Cómo no tenerlo sabiendo cómo se las gastaban? Incluso fuera de sus fronteras daban con sus objetivos sin que estos pudieran hacer nada para evitarlo.

Entrar en aquel país sin invitación era como entregarse al cadalso. Seguramente los que dominaban aquel rincón del mundo no admitirían su autoridad sabiendo que si estaba allí era porque no estaban actuando rectamente… y recurrirían a cualquier cosa para aferrarse al poder, tal vez intentando acabar con él antes de que él hiciera lo propio con ellos.

Esa era la palabra cable: Intentar.

Nunca había sentido el peligro más cercano. Era consciente de que en el momento en que supieran de sus movimientos actuarían.

Tenían que adelantarse, diseñar una estrategia que se adelantase a ellos.

No, no era como sus intervenciones habituales.

-Tener miedo no es malo -terció el sabio regente-. Sólo te ayuda a prepararte ante lo que está por venir.

Su padre intervino con tranquilidad:

-Tienes a tu familia contigo, a Gaia que habrá que adoptarla… y sabes que la Regla siempre impera pese a quien pese.

La aludida inquirió:

-¿Adoptarme?

-Tranquila -le aseguró el Magnífico-. Aunque a mi hijo le vaya adoptar cualquier ser vivo, tú ya eres mayorcita.

En general así era. Tenía millones de años. Tiempo en el que había vivido sus encarnaciones. Ella era conocedora de todo lo que acaecía en ella y lo que hacían sus criaturas… y acertadamente sabía que los humanos la estaban dañando.

Sin embargo, había sido tan distante respecto a sus creaciones, que muchas veces no entendía las motivaciones o contrastes de estas. De ese modo juzgaba a toda una especie en lugar de ver que no todos eran iguales en ella y su veredicto alcanzaba al conjunto cuando debiera hacerlo a individuos concretos.

Por eso existía él, para poner la atención sobre quienes incumplían el Orden y compensar a los que sufrían por ello en el más absoluto de los silencios por puro miedo.

Un régimen que inspiraba tanto temor no era para tomárselo a la ligera.

Razón de más para intervenir y salvar a esa gente cuyo dolor podía percibir a poco que se concentrase. Y cuando el sueño lo hacía relajarse… aquellas injusticias lo alcanzaban constantemente.

Era hora de acabar con ello.

-¿Alguien tiene algo en mente? -planteó dubitativo-. Porque ese país…

Ib murmuró:

-Pues sí que debe de ser peligroso.

-Pero iremos juntos -sentenció la Reina Araña-. Y juntos saldremos.

Nebjeperure admitió:

-Lo es… por eso pido opiniones para ampliar la perspectiva… esta vez quiero cubrir todos los frentes… todas las posibilidades.

-No son pocas -admitió el Protector de Maat.

El rey de los dioses élficos le dijo:

-Tenemos que aportar, no agobiarlo.


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