Dioses de ayer y hoy

Quien desea el poder ignora el peso que este supone.

El cambio estaba ocurriendo. Y aunque él deseara que fuera de otra forma, sabía que necesitaba tiempo. Había millones de vidas en juego y también mucha riqueza.

Habría detractores, aquellos que, en la creencia de la posesión de la verdad, se aferrarían a los dogmas que él había borrado. Querrían mantener el mundo bajo su régimen sin importarles el precio a pagar.

Poco le importaba lo que ellos sufrieran, se lo merecían. Lo que le preocupaban eran las vidas inocentes. Y había tantas… todas ellas en su derecho de ser asistidas por el Orden en el cual vivían.

-Te preocupas demasiado -le dijo Ib con una leve sonrisa.

No hacía falta leerle el pensamiento como para saberlo. Ella era observadora, sabía las fuerzas con las que tenía que hacer equilibrios.

Su padre opinó:

-Siempre lo hace.

-Porque debo hacerlo -dijo él cerrando los ojos un momento-. Es nuestra última oportunidad.

No era porque su madre no creyera en los humanos. O el riesgo a que Gaia dejara de creer en su alianza por el mismo motivo.

No podía acabar como la última vez, debía contar con que ahora no contaba con aquella salida. ¿De qué le serviría salvar la Creación y a sus seres queridos si su madre o Gaia decidían que ya habían soportado bastante?

No podía fallarles, no otra vez.

Aquella era la consecuencia de ser quien era. Tenía el poder sobre las fuerzas divinas creadoras para que la Divina Potencia Creadora reinara y eso lo hacía quedarse prácticamente solo cuando todo lo demás fallaba.

Su padre le dijo con cariño:

-Eh, no estás solo.

A estas alturas ni se preguntaba cómo lo había sabido.

-Nunca más -sentenció su madre.

Entonces Gaia planteó curiosa:

-¿Por qué ocultaste tu rostro ante aquellas personas?

-Siempre lo hace -dijo Usermaatre-. Hasta en Ajet-Atón cuando vienen de fuera especialmente en busca de su consejo.

Alauniira añadió:

-Tenemos unas cortinas que impiden que puedan verle con claridad, como mucho su figura.

-Salvo que quien haya llegado vaya a quedarse en la ciudad -dijo la Gran Esposa Real de su padre.

Gaia ladeó la cabeza y confesó:

-Sigo sin entenderlo.

-Es sencillo -dijo el Magnífico-. Cuando actúa en su papel de Oráculo nadie lo ve para que quede clara su posición.

Gaia interpretó:

-Ponéis distancia.

-Y también para que el resto del tiempo él pueda ser libre sin que lo atosiguen con sus consultas o peticiones -señaló el Grande.

Nebjeperure suspiró:

-Además depende mucho de las creencias… si les mostrarse mi rostro a estas personas perdería credibilidad.

-No lo entiendo -opinó Gaia.

El sabio regente explicó:

-Según su cultura, el rostro de su dios o el de su Profeta no se pueden representar.

-Al principio si representaban el rostro del Profeta -le corrigió el Protector de Maat.

El Hijo de Amón asintió previamente a aclarar:

-Así era, pero por la misma razón de marcar distancia… dejaron de hacerlo.

-Y porque son unos cobardes -comentó el Divino Señor de las Dos Tierras-. Unos cobardes que ocultan su miedo al juicio de la Divinidad.

Gaia negó con la cabeza, luego admitió:

-Tampoco lo entiendo.

-No lo entendemos la mayoría -dijo la Matriarca.

El rey de la Tierra Negra explicó pensativo:

-Saben que están desnudos ante su Dios y en esos momentos les asaltan las cosas que han hecho que saben que van en contra de lo establecido… y temen ser juzgados y castigados -hizo una pausa-. Y eso es lo que les ha pasado.

Gaia le dijo con franqueza:

-No has sido duro con ellos.

-Tienen una vida de penitencia de reparar todo el daño causado -le aseguró el joven regente-. Y cuando les llegue la hora… tendrán el juicio definitivo.

Nessariäh interpretó:

-Es un receso con oportunidad para añadir una actitud recta a su existencia.

-Algo parecido -concedió Nebjeperure antes de prometerle a Gaia-. Pero puedes creerme, a mi hermana no se le escapa una.

Esta inquirió curiosa:

-¿Tu hermana?

-Ejecuta mi papel en el plano de los dioses -le aclaró el rey de la Tierra Negra-. Así que si el mal sigue pesando no tendrá piedad alguna.

Fue entonces cuando notaron que el avión tomaba tierra.

Para su madre fue un notable alivio, seguro que les costaría volver a hacerla subir a una aeronave. Con lo que había vivido era natural que prefiriera el mundo de las sombras, sin embargo, los demás no estaban habituados y se guiaban más fácilmente por el plano normal.

Subieron al barco que emprendió el trayecto hasta el centro de la ciudad.

-¿Y ahora qué? -preguntó su madre.

El rey de Shemeu y Tamejeu se encogió de hombros:

-Toca esperar.

-A… -insistió ella.

El Hijo de Atón dijo tranquilamente:

-A que las fichas se muevan.

-Y tengamos que acudir de nuevo -señaló su abuelo.

Usermaatre propuso como quien no quiere la cosa:

-O podríamos ir a buscarlos nosotros antes de que hagan nada.

-No tenemos pistas Usermaatre -le recordó el Magnífico-. Si las tuviéramos…

El Protector de Maat miró a su madre y a Gaia y empezó a justificó:

-Alguien resucitó a esa arpía y seguro que está detrás de estos últimos movimientos.

-Lo que estás insinuando… -murmuró el Magnífico.

Usermaatre le corrigió:

-No insinúo, lo sé -le señaló-. Tú también lo sabes… Sabes quiénes mueven los hilos.

El experimentado monarca terció:

-Si es verdad lo que dices, no estamos hablando sólo de los sacerdotes, tiene que haber algo más poderoso que los maneja mientras como migajas les da lo que quieren.

-Esos niños no eran migajas -le rebatió Nebjeperure con firmeza-. Las vidas inocentes son lo más precioso que hay en la Creación.

Su padre intermedió en el ambiente que repentinamente se había tensado:

-Por supuesto mi pequeño -miró a su padre y al Grande-. Pero creo que antes de seguir cualquier pista o ir a la caza deberíamos descansar.

Su madre replicó:

-No estoy cansada.

-Debemos recobrar energías -insistió el Gran Vidente-. Cada cosa llegará a su tiempo.

En el Protector de Maat le dijo perspicaz:

-Tú has visto algo.

-Y tendréis que confiar en mi cuando digo que es momento de descansar -señaló el Hijo de Atón-. Debemos reagruparnos y decidir nuestros siguientes pasos.

Entonces Nessariäh dijo sonriente:

-Además no olvidemos qué fecha se acerca.

Su madre cogió el concepto a la primera:

-El solsticio de invierno -lo miró-. ¿Ahora también es tu cumpleaños?

Nebjeperure hizo un gesto afirmativo antes de reconocer con una sonrisa:

-Hay cosas que nunca cambian.

-Es un momento importante -señaló su padre-. Así que creo que podríamos centrarnos en él mientras dejamos que nuestras intervenciones surtan efecto.

El joven regente se sonrojó y dijo cohibido:

-Bueno, tampoco es…

-Es una fecha importante -le interrumpió el Gran Vidente.

El Grande comentó:

-En la que podrían actuar para causar más daño.

-O no -tomó la palabra el Hijo de Amón-. Es cuando los dioses están en mayor sintonía…

“Cuando están en mayor sintonía” se repitió en su cabeza. A su memoria acudieron recuerdos de otras épocas cuando sus otros padres lo acompañaban por los caminos, sintió nostalgia por ellos aunque sabía que estuvieran donde estuvieran velarían por él y el Orden… tal y como habían demostrado.

¿Quién podía culparle de echarlos de menos?

Pero decirlo era otra historia.

Ellos lo sabían de sobra.

Y su madre todavía estaba furiosa con ellos por lo ocurrido en el pasado. Lo entendía, como entendía la frustración de que ni ellos ni ella hubieran podido evitar que pasar lo que sucedió… a fin de cuenta él había tomado aquella decisión para salvarlos a todos.

Y algún día volverse a encontrar, reunir a la familia.

Ahora era una familia más amplia, pero en ella todos tenían su lugar. Su pasado y su presente debían unirse para que hubiera un futuro.

“No fuerces las cosas” escuchó la voz de Gaia en su cabeza “Las cosas ocurrirán a su debido tiempo”

“¡Ey!” sólo atinó a exclamar mentalmente.

Gaia no lo hacía con malicia, para ella escuchar los pensamientos era de lo más natural. De ahí que le sorprendiera que él quisiera mantener cierta intimidad… a fin de cuentas su mente era el único sitio donde tenía privacidad.

“De esto ni una palabra” le advirtió.

Ella alzó una ceja, lo cual provocó que su madre preguntara:

-¿Qué pasa?

-Nada, que Gaia está aprendiendo a respetar la intimidad mental -dijo Nebjeperure.

Su padre acudió en su ayuda:

-Es el momento que Nebjeperure es más fuerte, pero también tiene su parte vulnerable.

-Así que velaremos por él -dijo Alauniire-. Y que nada arruine la celebración.

Sí, ese era el momento en que se moría de la vergüenza. Quería que lo tragase la tierra.

-Oh no…

-Ah, sin duda no has cambiado -dijo divertida su madre-. Te da vergüenza cuando cuidan de ti.

Su padre se rio:

-Siempre le ha dado vergüenza.

-Forma parte de su encanto -comentó Nessariäh.

Nebjeperure suspiró azorado:

-¿Cómo no me va a dar vergüenza cuando mi cumpleaños parece un festival divino?

-¿Un festival divino? -planteó con interés Gaia.

Su abuelo explicó:

-Toda la ciudad festeja el cumpleaños, se hacen banquetes a cuenta de Palacio…

-Música y danzas por todas partes -dijo la Gran Esposa Real de su padre-. Guirnaldas, los mejores vestidos…

Alauniira continuó:

-Los dioses se mezclan entre la gente.

Su madre inquirió suspicaz:

-Todos los dioses.

-Los que lo deseen -dijo el Gran Vidente-. No les forzamos a venir.

Su abuelo aseguró:

-Pero me sobrarían dedos para contar aquellos que faltarían a la cita.

-¿Y nadie ha pensado que eso pueda suponer un peligro? -preguntó su madre- ¿Y si los enemigos vienen a por los dioses para arrebatarles su poder y así hacer daño a Nebadur?

Alauniira le respondió con calma:

-Yo no intentaría ir a por los dioses cuando festejan a Nebjeperure.

-Porque si a un dios le arruinas la fiesta se va a poner hecho un basilisco -terció el Magnífico-. Y los enemigos no tendrían otra que salir corriendo.

Su madre gruñó:

-Mucha fe tenéis vosotros en los dioses.

-Más que en los dioses tenemos fe en nuestro hijo -señaló el Hijo de Atón-. Las fuerzas divinas están por y para él… si alguien altera ese orden, va a tener muchos problemas.


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