Yemen y Arabia Saudí

A veces la religión cierra los caminos para llevarnos por uno que no nos conviene

-De verdad Madre -insistió el joven regente-. Es el medio de transporte humano más seguro.

Ella replicó:

-Y un cuerno -luego preguntó- ¿Cuántos sobreviven a los accidentes?

El Hijo de Amón replicó:

-Teniendo en cuenta la cantidad de vuelos diarios en el mundo… es muy poco probable que tengamos un accidente.

-¿Y nadie ha pensado que podrían intentar que tuviéramos uno para no poder hacer lo que vamos a hacer? -insistió su madre.

La Matriarca dijo con una sonrisa:

-Esa es la peor idea que podrían tener… como mínimo el ataque se volvería en su contra.

-Y un cuerno -murmuró su madre.

Nebjeperure suspiró y comentó:

-Si vas por la realidad de las sombras puede que lo que veas allí te haga volver.

-Es mucho más seguro -dijo ella.

El rey de la Tierra Negra sabía que no había manera de ganar una discusión con ella. Pero debían ir todos juntos, separarse podría ser un error que podría hacer que las cosas acabasen peor.

-Sólo prueba esta vez -dijo Nessariäh.

Su madre rezongó algo para sí, pero finalmente subió al avión. Tras ponerse los cinturones de seguridad no tardaron en despegar y dejar la tierra muy lejos de sus pies mientras se internaban entre las nubes.

Si uno se fijaba bien las nubes no eran simples nubes. Había sombras ahí que querían acercarse a la aeronave para destruirla pero veloces rayos de luz las atravesaban deshaciéndolas, si se tenía la vista aguda podía ver la forma de cabeza felina de aquellos rayos.

La Señora del Este protegiendo a los hijos de su padre de la oscuridad.

Su madre no quiso comer nada, pero los demás si que tomaron algo para tener el estómago lleno ante lo que se avecinaba. Aunque también era apostar alto, porque sabían que pocos cuerpos aguantarían el dantesco espectáculo que los esperaba.

El propio aeropuerto era una ruina, repleto de vehículo y aeronaves de aspecto militar.

-Y ya empezamos -anunció el Grande cuando vio a unos militares acercarse a ellos.

Estaban serios, indudablemente les molestaba su presencia. Pero tenían presente que si les hacían algo a su abuelo o a Usermaatre lo que se desencadenaría empeoraría su situación, lo cual no les interesaba. No estaban en situación de provocar un conflicto global que terminaría antes con ellos que con sus líderes.

Intercambiaron unas palabras con el sabio regente y el Grande y luego se marcharon a regañadientes.

-Y hasta aquí llegó la hospitalidad yemení -anunció su abuelo.

Dentro de aquel caos y ruinas sabía muy bien por dónde los llevaba. Los encaminó a un lugar donde había diferentes vehículos y se subieron a una camioneta blanca que llevaba el símbolo de la Luna Roja.

-Creo que llamamos demasiado la atención -dijo su madre-. ¿Por qué la luna roja?

Usermaatre explicó:

-En los países con cultura islámica esto significa atención sociosanitaria -se encogió de hombros-. Se supone que nadie disparará contra los que rescatan a los heridos.

Su madre apostilló:

-Se supone.

-Ma… -empezó a decir.

La vio de nuevo con los ojos rojos, aquellos que veían en la realidad de las sombras. Estaba viendo algo y mucho se temía que no era bueno.

-¿Cuán malo es? -preguntó.

Su madre contestó:

-Hay una gran cantidad de demonios… además de los carroñeros.

-Y todos dicen luchar por la Rectitud -dijo Nebjeperure sombríamente-. No salvaré a los que han buscado todo esto sino a las víctimas.

Era la hipocresía pura y dura. Decían luchar por una cosa y lo que sembraban era todo lo contrario. Un dolor que sacudía a la tierra entera y por ende todos los sufrían… mientras permaneciese no se podría esperar a una vida digna.

A su alrededor todo eran ruinas. Les llegaban sonidos de explosiones, derrumbes y unos llantos estremecedores que clamaban por la vuelta de los seres queridos fallecidos y por justicia.

Sin saberlo, estaban teniendo su respuesta.

El Divino Señor de las Dos Tierras cerró los ojos concentrándose en aquello, ignorando las sirenas y explosiones. Eso le daba más fuerza a su decisión, una que iba a trascender más allá de las fronteras.

-Podríamos parar aquí -dijo en un momento dado.

-¿Aquí? -preguntó Ib- ¿Aquí no hay nada?

Su madre agregó:

-No tenemos donde cobijarnos.

-No será necesario -dijo Usermaatre.

El Gran Vidente informó:

-Pediremos la protección de las fuerzas divinas en un perímetro.

-En un mundo donde tienen escaso manejo de la magia no me parece muy prudente -dijo su madre.

La Gran Esposa Real de su abuelo terció:

-Por eso no esperan la magia, ella detendrá sus intentos de ataque.

-Se someterán a ella -dijo Nessariäh-. Como lo hacen siempre que se pronuncia el Oráculo.

Se bajaron del vehículo.

Se encontraban en los restos de una antigua plaza. Los edificios que la rodeaban eran irreconocibles y ni siquiera Nebjeperure podía vislumbrar cómo debieron ser, aquel país tendría que ser reconstruido de cero… lo cual significaba prosperidad futura, la cual sólo sería posible cuando el conflicto llegara a su fin.

-¿Preparados? -preguntó.

Su padre asintió tras la aprobación de su abuelo y el Protector de Maat:

-Adelante.

-¿Qué vas a hacer? -preguntó su madre.

Él no dijo nada más. Sencillamente alcanzó el centro de la plaza mientras Nessariäh, Alauniira, el Gran Vidente, el Magnífico y el Grande tejían una red de hechizos protectores a su alrededor.

-¿Siempre hacéis esto? -quiso saber Ib.

Nebjeperure sonrió antes de contestar:

-Siempre.

Sa se echó a sus pies mientras recitaba la antigua invocación. Mientras las palabras brotaban de su boca una lujosa y amplia tienda surgió a su alrededor. Tenía todo lo que pudieran necesitar: una sala de reuniones, dormitorios, comedor, cocina, servicios, almacén. Y cada lugar contaba con los enseres y muebles adecuados.

-Umh… ¿sabéis que no estamos de excursión verdad? -planteó su madre.

Alauniira contestó:

-Desde luego.

-Cuando el Oráculo interviene y espera encontrarse con las partes implicadas en el quebrantamiento del Orden lo hace así -explicó la Gran Esposa Real de su padre-. Hay que impresionarlas para que se vean lo pequeñas que son en realidad.

Su madre rodó los ojos y le cuestionó seriamente:

-¿Vas a traer aquí a los asesinos?

-A ellos les interesa presentarse -dijo Usermaatre.

Su padre agregó:

-En caso contrario será mucho peor para ellos.

Eso era algo sabido a lo largo y ancho de todo el mundo.

El Oráculo tenía por costumbre intervenir cuando requerían de su ayuda. Pero también lo hacía cuando lo consideraba oportuno.

Sin embargo, tanto en uno como en otro caso, los que habían provocado la situación se presentaban ante él. Sabían perfectamente lo que él entendía con su no aparición, que se negaban a cualquier reparación y que no admitían su culpa… por lo que no habría piedad en la sentencia.

-Tienen cuatro horas para asistir -anunció el joven regente-. Si no empezaré a tomar medidas.

El Grande alzó una ceja y dijo:

-La Meca.

-Eso para empezar -dijo Nebjeperure.

Ante él apareció de nuevo la mágica fuente y en ella apareció aquel recinto sagrado que se ubicaba precisamente en uno de los países que se habían entrometido en aquel conflicto, mientras que Persia y Rusia se habían retirado tras su intervención.

El Gran Vidente le pidió:

-Espera primero a ver si les entra un poco de cordura.

-Esperaré -declaró el joven regente-. Pero mi paciencia tiene un límite.

Y no sólo eso. Aquel culto lo ofendía íntimamente, pues se trataba de una religión nacida en el despecho por no ser admitido como líder en otras ya existentes. Y además se había impuesto sobre otras tan o más válidas que ella.

Usermaatre planteó:

-¿Qué tal si nos repartimos la guardias?

-Me parece bien -dijo su madre-. Vosotros dentro, yo fuera.

El sabio regente le rebatió:

-No, es mejor que nosotros estemos fuera, nos pueden matar, pero resucitaremos.

Su madre alzó una ceja incrédula:

-¿Resucitáis?

-Mientras Nebjeperure viva, cuando muramos volveremos al instante a la vida -le explicó el Hijo de Atón-. Por eso se suelen cuidar mucho de provocarnos… porque no hay forma de que nos derroten.

Pero su madre no cedió:

-No voy a dejar que muráis, ni siquiera por un segundo.

Ahí se notaba que lo conocía bien. Sabía que su pérdida, aunque fuera temporal, le dolería mucho y entonces sí que podría volverse imprevisible e irracional.

-Está bien -cedió Usermaatre-. Yo te acompañaré.

Su madre inquirió:

-¿Tú también resucitas?

-Ya sabes lo que se dice de la mala hierba -bromeó el Protector de Maat-. Y yo soy muy mala hierba.

El sabio regente agregó:

-Salvo para todas tus amigas.

-Tenías que decirlo viejo -resopló el Grande.

El aludido dejó asomar una sonrisa:

-Por supuesto.

Usermaatre lo fulminó con la mirada, pero era obvio que no iba en serio. Ya eran muchos los años que llevaban de amistad, así que los piques y las provocaciones estaban a la orden del día.

En cuanto salieron empezó a correr el tiempo.

Nebjeperure estaba tan atento a la imagen de la superficie acuática que no se percató de si el tiempo pasaba rápido o no. Tenía que madurar su plan.

En un momento dado notó que Ib le tocaba el hombro.

Alzó la mirada para ver a su madre y al Protector de Maat entrar.

-Es la hora -anunció el Gran Vidente.

Y no habían acudido.

No había arrepentimiento ni intención de ceder.

Muy bien, no habría piedad por parte de la Divina Potencia Creadora.

-Yo invoco al Príncipe de los Dioses[1] para que su carcajada[2] resuene en el centro del culto de la corrupta divinidad -recitó Nebjeperure con solemnidad-. Que no quede piedra sobre piedra, que no haya opción alguna de reconstrucción pues sus imágenes quedarán borradas para siempre.

Una onda sacudió la fuente y poco después pudieron ver cómo él recinto temblaba vigorosamente y se iba derrumbando, tanto el edificio principal como aquellos que los rodeaban. La gente salía a la gran explanada para no acabar bajo las ruinas, pero eso era lo único que conseguían.

El centro del culto quedaba arrasado.

Una señal de que no contaban con el favor divino.

Nadie podría hacer oídos sordos.

Muchos corazones se plantearían si sus actos en nombre de aquel culto habían sido realmente rectos o no. Algunos ya sabrían la respuesta, otros la descubrirían y para su horror entenderían que no había paraíso algún esperándoles.

-Acabamos de sacudir el avispero -informó el Gran Vidente.

El Magnífico anunció:

-Y Arabia Saudí se retira del tablero de Yemen.

Ahora el pueblo de Yemen estaba realmente solo, ahora dependían de ellos si su país iba a resurgir o no… porque si no se esforzaban quedaría abandonados por todos y se verían condenados como había pasado no hacía mucho tiempo cuando intervino en Urusalim, a vagar en busca de un hogar que nunca encontrarían.

Pero no los dejaría en manos de un ejército corrupto y unas milicias fanáticas, eso empeoraría la situación. En cuanto aquellos supieran de lo ocurrido lo interpretarían a su manera y perpetrarían tal genocidio que Yemen dejaría de tener habitantes.

No, mejor quitar las frutas podridas.

Las sanas debían prosperar y ser una lección de vida para el mundo.

-Todo aquel que haya derramado sangre inocente en nombre de su dios conocerá su infierno -declaró el Divino Señor de las Dos Tierras-. Sólo se salvará aquel que ha tenido que matar para sobrevivir y salvar a inocentes -apretó los puños- y que además sea capaz de ver la obra de la divinidad en los demás… por lo cual esté dispuesto a dar la vida.

Su padre murmuró:

-Esa una sentencia…

-Muy fuerte -admitió la Matriarca.

El Hijo de Amón terció:

-Esta religión ha perdido dos de sus lugares sagrados más importantes, se aproximan tiempos convulsos.

-Y también de introspección -apuntó Usermaatre.

De ellos dependía. Debían ver en su interior y mirar a su alrededor desde su alma. Interpretarían correctamente que su dios estaba descontento con ellos y se plantearían cómo lo hacían los demás para estar a buenas con su deidad. Quizá, si quedaba algo de sabiduría en ellos, sabrían cómo debían vivir… encontrarían la senda que siempre les había presentado la Divina Potencia Creadora.

Ahora estaba expedita, no tendrían profetas ni líderes religiosos que les dijeran lo que tenían que pensar o sentir.

Eran libres, podían elegir.

Y si no se aferraban a los dogmas que los habían arrastrado hasta allí… podrían ver.

-Llamo a las almas solidarias del mundo, a aquellas que buscan sanarlo -recitó el rey de la Tierra Negra-. Para que, sin importar el dios al que sigan, cuiden del cuerpo y el alma del prójimo.

El sabio regente comentó:

-Esas palabras me suenan.

-¿Procedentes de cierto hijo de carpintero quizá? -planteó el Gran Vidente.

Usermaatre gruñó:

-Ya sabéis cómo acabó aquello.

Su padre hizo un gesto afirmativo, pero declaró:

-Pero de esta destrucción veo surgir un nuevo renacimiento que transformará a todos… y hará sentirse más solos a los que de la espalda a la Divina Potencia Creadora.

El Magnífico terció:

-No corras tanto Ajenatón.

-Es lo que veo Padre y… -empezó a decir el Hijo de Atón.

No llegó a terminar pues la energía empleada pagó su tributo y los pies dejaron de sostenerlo. Pero no llegó a tocar el suelo pues In lo sostuvo y Mek y Sa dejaron que se apoyara en ellos para poder mantenerse con cierta dignidad.

Su abuelo le instó:

-Será mejor que te acuestes para recuperar fuerzas.

-Porque ahora viene la diversión -proclamó el Grande-. Ya era hora, llegan con retraso.

Su madre planteó:

-¿La diversión?

-Aquellos que más pierden con la sentencia de Nebjeperure -dijo Alauniira-. Piensan que su mayor número es una ventaja.

Nebjeperure susurró:

-Eso es… porque no os conocen.

-Tú solo descansa -le instó su padre-. Nosotros nos ocuparemos de ellos.

Nessariäh aseguró:

-Recibirán una lección que no olvidarán.


[1] Príncipe de los dioses: Uno de los títulos del dios de la tierra Geb.

[2] Carcajada: Se decía que los terremotos se debían a la risa de Geb.


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