Salvación de las almas

Los seres más inocentes son las primeras víctimas

Ajenatón

Su Gran Esposa Real lo tomó de la mano y le preguntó:

-¿Qué es lo que ves?

El Gran Vidente vaciló, era fácil seguir los movimientos de su padre… aquellos con los que acababa eran culpables de alterar la convivencia mundial y también su supervivencia. Eso era cotidiano, algo con lo que podía lidiar.

Pero descubrir el horrendo sacrificio que habían hecho para resucitar a la madre de Ptolomeo, eso le removía las entrañas y le dolía en lo más profundo. Sólo quien tuviera familia podía comprenderlo.

Niños, almas inocentes.

Vidas aún por desarrollarse arrancadas de cuajo.

Eso era un ultraje de tal calibre que sus autores no merecían otra cosa que no fuera la peor de las condenas.

Una de la que era capaz de su hijo… y su madre junto a Usermaatre.

No, esperaba que Nebjeperure no tuviera que contemplar eso, aunque seguramente lo sentiría.

-El precio para revivirla -contestó.

La Matriarca inquirió frunciendo el ceño:

-¿Qué han hecho?

-Sacrificar niños -respondió intentando que su voz no temblase.

Aunque le pesase, en el mundo era fácil hacer desaparecer unos cuantos niños… y más en ciertas partes del mundo donde la seguridad era más que cuestionable, justo en lugares donde habitaban más personas.

Alauniira gruñó:

-Lo pagarán.

-De eso estoy convencida -dijo Nessariäh con firmeza.

Ellos vivían para evitar semejantes masacres y era frustrante cuando no llegaban a hacerlo.

Pero eso no era todo, por lo visto por fin su presencia en aquella ciudad maldita parecía molestar.

Se les acercaban un par de guardias, soldados seguramente, a juzgar por sus uniformes.

-¿Qué hacéis aquí? -preguntó el más alto.

Él respondió sencillamente:

-Pasear.

-Estáis un poco lejos de cualquier lugar turístico -terció el otro-. Aquí no tenéis nada que ver.

Ajenatón, aún enfurecido por lo que había visto, le dijo con rotundidad:

-Como cualquier nativo tengo derecho a ver a dónde van a parar mis impuestos.

-Este lugar es de acceso restringido -le rebatió el primero.

La Gran Esposa Real del Magnífico dijo fingiendo ingenuidad:

-Vaya lo siento, no teníamos ni idea.

-Nos iremos enseguida -se ofreció su amada.

“Tarde” pensó al ver cómo los apuntaban con sus fusiles.

Peor para ellos.

Alauniira sacó su látigo acabado con cabezas de serpiente y azotó con él a uno de los hombres. Los mordiscos que recibió, letales para un humano corriente, lo hicieron derrumbarse mientras los maldecía:

-Malditos seáis.

-No, los malditos sois vosotros -intervino entonces su padre con voz ronca.

De modo que, aunque estaba distraído lo había oído. El siguiente nido de enemigos que encontraran tenía los días contados. Sus miembros nunca llegarían a la Sala de las Dos Verdades.

Un rayo salido de ninguna parte fulminó al guarda que quedaba reduciéndolo a cenizas.

El sabio regente abrió los ojos, estos estaban grises igual que le ocurría cuando usaba su poder. Observó los cadáveres mientras resonaba un trueno lejano.

-Quizá sería prudente que nos marcháramos -propuso la Matriarca.

El agregó:

-Si ya habéis acabado con el Mar Rojo.

-Todavía sigo en ello -reveló el Hijo de Amón-. Eso no se va a solucionar hasta que intervengamos en Yemen.

Nessariäh preguntó:

-¿En Yemen?

-Es un lugar conflictivo -admitió el Divino Señor de las Dos Tierras-. Los sacerdotes bien pueden valerse de él para sus ataques.

Alauniira dijo pensativa:

-Pero debemos reagruparnos y recobrar energías. Debemos formular un plan.

-Todos sabemos que sólo hay un plan posible en ese caso -comentó su padre-. El que establezca Nebjeperure.

El rey de la Tierra Negra rodó los ojos e ironizó:

-Y mientras no pararéis vuestras prácticas de tiro.

-Haré una pausa para sacaros de esta ciudad maldita -les informó el experimentado monarca-. Volveremos a casa y cuando estemos todos decidiremos cómo actuar.

Sí, era lo mejor.

Si se quedaban más tiempo llamarían todavía más la atención. Además, la maldición de la urbe podría afectarles de una forma impredecible y ya estaban ocurriendo demasiadas cosas como para que tuvieran que lidiar con una más a sus espaldas.

-¿Qué pasará con la ciudad? -preguntó su Gran Esposa Real.

Su padre anunció:

-Será destruida por una tormenta de arena, ya no hará daño a nadie.

-¿Eso no será demasiado público? -planteó el Hijo de Atón.

El Magnífico respondió con calma:

-Es un desastre natural que los disuadirá de continuar al convencerlos de que esta ciudad está maldita.

Mal habían hecho al seguir las instrucciones de aquella ambiciosa corrupta. Peor al empeñarse en un proyecto que ni la Divina Potencia Creadora o ninguna fuerza divina creadora habían bendecido.

Volvieron al vehículo que enseguida los alejó de la ciudad los llevó de regreso a casa, pasando de refilón por la capital actual de la Tierra Negra. Sí aquella vieja ciudad tenía un problema con su sobrepoblación e infraestructuras… pero aquella ciudad no era ni de lejos la solución.

Quizá era demasiado costoso intervenir en El Cairo.

Tal vez no eran tan mala idea fundar una nueva capital… más acorde con la Divina Potencia Creadora y Gaia. Y en ese caso sí que resultaría exitoso.

Sacudió la cabeza, tenían cosas más importantes en las que pensar.

-¿Queréis que conduzca yo para que sigáis con vuestras prácticas de tiro? -se ofreció a su padre.

Este negó con la cabeza:

-La tormenta de arena ya ha convertido en ruinas la ciudad -hizo una pausa-. En cuanto al Mar Rojo… dejaré que se confíen un poco.

Bien para ellos, mal para lo que amenazaban los barcos mercantes. Porque seguirían la teoría de que era imposible que un rayo impactase dos veces en el mismo sitio… sin tener idea de con quién se estaban jugando los cuartos.

Y peor para el imprudente que se cruzara en su camino dada la velocidad vertiginosa que había cogido el vehículo.

Pronto estarían en casa y podrían preparar los siguientes pasos. El mundo seguía agitado y era su deber hacer justicia para que la Armonía mantuviera su reinado. Sabía que era un trabajo sin fin… hacía mucho que había aprendido que siempre habría humanos que querrían poseer más de lo que tenían, aún a costa de los demás.


Nebjeperure / Nebadur

El Divino Señor de las Dos Tierras sintió un escalofrío mientras la angustia se apoderaba de él al ser consciente del exterminio que se había llevado a cabo para traer de la Duat a la última reina de una Tierra Negra independiente… o más o menos independiente.

Aquellos niños, aquellas almas, no merecían la condena a la que habían sido entregadas.

Quizá no compartían creencias religiosas, pero en él se unían todas ellas y en todas tenía algo que decir.

A fin de cuentas, todas se basaban en lo mismo.

La vida y el Orden que las regía.

Esos niños iban a reunirse con sus ancestros, aunque su enterramiento no fuera de acorde con sus creencias religiosas. En su opinión, no era momento de ponerse quisquilloso con los requisitos para hacerlo.

Eran niños… ¿qué sabían ellos de unas reglas que imponían los adultos?

A veces pensaba que esas reglas debían simplificarse, como lo era presentarse ante la balanza. Para él era el método más sencillo… si tu corazón pesaba igual que la pluma pasabas a los Campos de Ialu.

-Necesito más comida -anunció.

Ib preguntó perpleja:

-¿Más comida?

Gaia repuso con un deje de sorpresa:

-Y yo que pensaba que te habías saciado.

-No es para mí -aseguró Nebjeperure con una sonrisa-. Es para una ofrenda.

Gaia repitió:

-Una ofrenda.

-Sí -contestó el joven regente-. Lo entenderéis enseguida.

Alguien batió palmas y entraron dos sirvientes en los que adivinó una fugaz sonrisa antes de que agacharan la cabeza. En sus manos portaban dos bandejas con comida, flores e incienso quemándose…

Un momento… eso no lo había pedido. ¿Cómo lo habían adivinado?

Frunció el ceño un momento.

“Bueno, en realidad no es tan raro” reflexionó “Las paredes escuchan, saben lo que implica una ofrenda”

Era costumbre que se adelantasen a sus deseos… lo asombroso era que lo hicieran tan rápido.

-Podéis dejar las bandejas en el balcón.

Ellos así lo hicieron antes de retirarse con absoluta discreción. Aquella diligencia lo asombraba incluso a él.

Acompañado de Sa, Gaia e Ib, él se aproximó a las bandejas. Se arrodilló ante ellas y alzó ambas manos en una invocación:

-Atended a mi súplica, Gran Maga, Madre de Horus, Isis.

De cielo llegó con un aleteo veloz un milano que se posó delante de las bandejas. Lo saludó con un graznido y dejó que le presentase sus ofrendas:

-Espero que sean de vuestro gusto, tuve que improvisar un poco.

La deidad graznó antes de mirar un momento a Gaia y la joven drow. Luego volvió a mirarlo a él.

Le acercó el incienso sabiendo que su olor le era grato y ante ellos la comida desapareció. En ese punto nadie se sorprendió, probablemente porque no había nadie no habituado a la magia divina. Allí se sabía que no era muy elegante ver a los dioses picotear como humanos u otros seres.

Si uno pensaba mucho en eso podía volverse definitivamente loco.

Fue directo al grano:

-Os he llamado para que intercedáis por esos niños ante sus dioses -observó cómo lo escrutaba-. Sé que no serán enterrados conforme a las creencias de cada cual, así que os los confío para que ese trámite no suponga un trauma más para ellos… merecen descansar… o renacer si es su deseo.

El ave emitió un graznido mostrándose de acuerdo con lo razonable de su petición. A fin de cuentas, ella también era madre y había protegido a sus hijos y sucesores desde que el mundo era mundo.

Luego extendió sus alas y se alzó en el vuelo. No tardó en desaparecer de su vista.

-Has visto los niños -dijo Gaia con seriedad.

El joven regente asintió.

Ib preguntó:

-¿Qué niños?

-Los niños cuyas almas habían sido condenadas para hacer revivir a aquella reina -le reveló el Divino Señor de las Dos Tierras en un todo adusto impropio de él-. Los dioses pueden  ser quisquillosos a la hora de recibir a sus creyentes, por eso solicité la intervención de Isis.

Gaia interpretó enseguida:

-Una madre.

-Ella velará por esos niños como lo hace por su hijo -afirmó Nebjeperure-. Tendrán el destino que deseen.

La joven drow quiso saber en un tono compungido:

-¿No había forma de devolverlos con sus familias?

-Si hubieran sido muertes recientes… aún -reconoció su frustración-. Pero ellos tampoco querrían que se pagase el precio por traerlos de vuelta ahora.

Sería meterse en el terreno de su enemigo. No, no haría tal cosa.

Él debía ser justo y los niños tendrían la existencia que quisieran, pues merecían tener la elección. Se reunirían con sus ancestros o volverían a nacer, pero no les faltaría ni amor ni protección.

Lo que más deseaba en el mundo era que él pudiera hacer eso mismo con todas las demás víctimas que se cobraban aquellos criminales.

Muchas veces llegaba, otras veces lo hacía tarde.

Y en esos casos debía actuar como ahora.

-Son las almas más puras -admitió Ib-. La diosa los dejará en el buen camino.

El Divino Señor de las Dos Tierras asintió con una sonrisa antes de responder:

-Por eso he acudido a ella, pocas divinidades se atreverían a discutir con ella.

La joven drow comentó:

-Me habría gustado que me hubiera elegido.

-Hay muchos dioses -señaló Gaia-. Seguro que hay alguno que ya te ha elegido.

El joven regente lo corroboró:

-Simplemente aún no se ha dado a conocer -le tomó de la mano-. Creo que quiere que primero te conozcas bien a ti misma antes de presentarse.

Ib planteó entonces pensativa:

-¿Crees que es muy pronto para ir al templo?

-Sí, lo creo -le contestó el rey de la Tierra Negra-. Llevas poco tiempo aquí, simplemente déjate llevar por lo que él te dice -colocó su mano en su corazón-. Él es quien está más cerca de las fuerzas divinas.

La drow hizo un gesto afirmativo mientras acariciaba a Sa:

-Sólo es que se me hace un poco raro…

-Porque es distinto a todo lo que has conocido -le interrumpió el rey de Shemeu y Tamejeu-. Y al mismo tiempo es lo que siempre has ansiado.

Ib admitió:

-Eso es verdad.

-Además pronto vendrá la familia para asegurarse de que no me meto en líos -le dijo de forma animada-. Y no tardaremos en planificar lo que vamos a hacer a continuación.

Gaia le dijo con ironía:

-Ya te has metido en un lío invocando a la diosa.

-Pero estoy bien -le aseguró-. Era una invocación que requería de poca energía porque la diosa estaba receptiva.

Pero no iba por ahí la amonestación de Gaia, la joven drow lo supo enseguida y por eso le pidió:

-Convendría que descansaras un poco más.

-A este paso voy a temer que me atéis a la cama -dijo socarrón.

Gaia rodó los ojos y le dijo severa:

-No tientes a tu suerte jovencito.

-Vale, vale. Me rindo -aceptó Nebjeperure- ¿Sabéis jugar al seneth?

Ahí entró en juego la curiosidad de Ib:

-¿Qué es el seneth?

-Un juego de mesa, simboliza el paso del alma por la Duat hasta el renacimiento con el sol -sonrió alegremente-. Os lo enseñaré, es sencillo… simplemente hay que evitar que el contrario nos saque las fichas del tablero.


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