Cleopatra

No subestimes a tu enemigo y puede que no halles tu final.

Nebmaatre

Su móvil vibró y tuvo que detenerse.

-¿Otra vez ese artefacto Nebmaatre? -le preguntó su Gran Esposa Real.

Nessariäh comentó:

-Será importante.

-¿Cómo de importante? -inquirió el Hijo de Atón.

El Divino Señor de las Dos Tierras resopló:

-Los hutíes.

-Oh no Padre, ahora no -dijo exasperado Ajenatón.

El Divino Señor de las Dos Tierras negó con la cabeza:

-Sabes lo que está pasando en Yemen.

-Y también sé que ningún bando ha llamado a mi hijo -le recordó el Gran Vidente.

El sabio regente les comentó a todos:

-Están atacando y secuestrando barcos mercantes en el Mar Rojo, si esto sigue así habrá una gran crisis mundial.

-¿No estáis exagerando un poco porque vais a perder dinero? -apuntó el Hijo de Atón.

El rey de la Tierra Negra explicó:

-No me importa el dinero. Lo que está ocurriendo es que se ha reunido una fuerza global para hacerles frente pero algunos países la sabotean saliéndose de esta.

-Y crees que esto está relacionado con todo lo que está pasando -comentó Alauniira.

El rey de Shemeu y Tamejeu asintió:

-Así es… lo que ha provocado esto lo hace para que luego se presente como la única solución viable -hizo una pausa cerrando los ojos-. Bueno, pues no va a ser a así.

Cerró los ojos y concentró sus fuerzas para crear una gran tormenta en el lugar del conflicto. Podía ver a los atacantes asaltando los barcos y llevándoselos. Al final, le daba igual de quién fuera los barcos, suyos o no… estaban sufriendo una injusticia.

Así pues el viento empezó a lanzar por la borda a algunos de los descerebrados mientras los rayos pulverizaban a otros tanto. Sabía que iba a tener trabajo para rato porque era unos cuantos… pero no iba a permitir que alterasen el Orden que su nieto encarnaba.

-Está bien Padre… -accedió con resignación su hijo cogiéndolo del brazo-. Vamos a algún lugar más discreto donde no llamemos tanto la atención.


Usermaatre

No fue difícil dar con la ubicación de su antigua amante, básicamente porque el tiempo le había dado sabiduría suficiente para conocer más de un truco que sólo estaba al alcance de aquellos iniciados en la Alta Magia.

Por lo que no le extrañó encontrarse de nuevo en la que pretendía ser la futura capital de la moderna Tierra Negra. Tampoco penetrar en un monumental y moderno edificio en el que descubrió que había bastantes más demonios de los que se pensaba.

Quizá por eso ella con tanto poder. Aspiraba a que los dioses se lo otorgasen, de ahí que cogiese el Testamento… pero debía conformarse con los humanos y los demonios.

Ese solía ser un error a pagar muy caro… salvo quizá para ella, pues debía reconocer que era astuta.

-Déjame a mí primero -le pidió a la drow-. A mi me espera.

Ella alzó una ceja y le preguntó:

-¿Qué clase de relación tuviste?

-Al principio fue buena, pues pensaba que iba a ser una gran reina pese a las advertencias de tu hijo -reconoció-. Pero se torció en cuanto se vio que Nebjeperure tenía razón.

Luan inquirió frunciendo el ceño:

-¿Cómo se torció?

-Ella ambicionó más poder y riqueza de los que le correspondía -dijo el Grande-. Y a partir de ese momento se olvidó de su amado Egipto que la sustentaba en plena crisis alimenticia.

Una larga historia que una y otra vez se descubría en la actualidad para ver lo que había detrás de aquella fachada de reina erudita que supo lidiar con los avatares de su tiempo hasta que la situación la sobrepasó como les podía ocurrir a otros regentes.

-Así que tenéis algo pendiente -dijo ella seriamente-. Te dejaré resolverlo.

“Luego me ocupo de ella” parecía decir su mirada.

Lo hizo salir de la realidad de las sombras en una gran estancia.

Estaba casi vacía, si no se contaba con la ostentosa decoración de columnas, muros, suelo y techo. Al fondo una mesa de madera con detalles de oro llena de documentos y detrás de esta una silla en la que se sentaba para muchos la mujer más fascinante del mundo.

Llevaba ropa moderna que la embellecía. Pero no era en su físico en donde radica su atractivo, sino en su inteligencia, conversación y trato.

Era una víbora que se creía con poder suficiente para tomar lo que quisiera, sin entender que el mundo en el que estaba era muy distinto a aquel en el que había vivido.

-Me preguntaba cuánto ibas a tardar en aparecer querido Ramsés -dijo con aquel tono de voz tan encantador como seductor.

Antaño había caído bajo su hechizo, pero había escarmentado… y su deber allí era restaurar la ley de Maat. Su encarnación dependía de ello.

-Ajá -dijo él como tal cosa-. ¿Por qué no ahorrarnos dramas y nos devuelves la reliquia?

Ella le admitió:

-Buen intento querido -sonrió cual loba-. Pero sabes que soy la legítima gobernante.

Usermaatre le rebatió con despreocupación:

-Sabes que eso no es cierto querida.

Eso la molestó pues le espetó:

-¡¿Cómo te atreves?!

-El último legítimo gobernante fue tu hijo Ptolomeo Cesarión -le dijo sin perder la calma-. Y él se lo devolvió a su dueño.

Ella dijo irónica:

-El mismo que lo iba a ayudar.

-El mismo que lo ayudó -señaló el Protector de Maat-. Era Maat que los tiempos cambiasen y que los dioses devolvieran el Testamento a su heredero último, el Símbolo Viviente de la Divinidad.

Cleopatra puso los ojos en blanco antes de replicar:

-Valiente Símbolo Viviente de la Divinidad que se negó a bendecirme.

“Por qué será” pensó con sorna.

-Los dos sabemos el motivo.

-Cometió un error y ahora se arrepentirá -siseó Cleopatra.

No tenía ni idea de cuán peligrosa era esa amenaza para ella. Y no solo porque él la haría tragársela.

Usermaatre dijo como quien no quería la cosa:

-¿Dime querida… qué nombre lleva el Testamento de los Dioses?

-El mío por supuesto -respondió ella rotunda.

Sí, era una hábil mentirosa. Una especialista en retorcer la verdad.

Quizá para regalar oídos que no estaban presentes en esa sala. Pero ignorando a aquellos que sí lo estaban y que tenían claro lo que estaba sucediendo.

Él le retó:

-¿Me lo muestras?

-¿Por qué iba a hacer tal cosa querido? -planteó ella alegremente-. Conozco tus ardides.

Sí, lo conocía bastante bien. Pero no sabía que él era bastante más veterano en aquel terreno de juego. Recuperaría el Testamento de una manera o de otra… y si era delante de las narices de ella… mejor que mejor.

Primero la haría desaparecer, después tomaría la reliquia y se encargaría de quien la había traído de vuelta a la vida.

-O puede… -dijo ella divertida como si estuvieran en un inocente juego-, que vengas a detener los ataques los hutíes.

Usermaatre frunció el ceño.

Hutíes.

Eso era un problema.

Sabía que ellos ponían en peligro el comercio internacional al atacar y secuestrar barcos mercantes en el Mar Rojo. Todo por llamar la atención y se atendiera a sus demandas que no tenían nada de especial, nada que no hubiera oído antes.

Sin embargo, ese conflicto no había requerido la intervención de Nebjeperure desde ninguna de las dos partes. Lo cual significaba que a ninguna le interesaba que zanjara el asunto sabiendo que los dos estaban quebrantando el orden.

-¿Cuántos millones has perdido ya querido? -le planteó ella provocativa- ¿Y Nebmaatre? ¿Sabe que no logrará nada con sus prácticas de tiro?

Se mantuvo firme, sin inmutarse.

No caería en la trampa.

No le importaba perder dinero, su sino estaba unido al reinado de Maat.

En aquel mundo se ganaba el dinero de una manera tan fácil como también se perdía.

Le estaba dando información, pero no era más que una distracción. Una táctica que le había funcionado muchas veces, quizá demasiadas. Pero ya no, no lo lograría.

-Solo yo puedo detenerlos -le aseguró Cleopatra tranquilamente-. Si me dejáis reinar el conflicto cesará de una manera u otra.

“Así que estás jugando a dos bandas” pensó tranquilamente “Los demás también podemos hacer eso”

Sabía que había una fuerza conjunta internacional desplazada para terminar con aquella amenaza. También que algunos países se habían excluido saboteándola, probablemente fruto de las maniobras de aquella mujer.

-Oh sí, te aseguro que cesará -respondió Usermaatre-. Pero no será gracias a ti.

Ella le rebatió:

-Te equivocas.

-¿Dime querida… quién te ha traído de vuelta? -le planteó él con despreocupación- ¿Qué precio ha tenido que pagar?

Cleopatra entrecerró los ojos y contestó:

-Eso no es asunto tuyo, pero diré que ha sido un precio más que justo.

De pronto sintió una poderosa magia a su alrededor. Una que reconoció al instante procedente del propio Nebjeperure.

“A este muchacho hay que vigilarlo mejor” decidió.

Delante de él apareció una balanza dorada. En un platillo había una pluma de avestruz, símbolo de la Divina Potencia Creadora, en el otro no había nada… y sin embargo se mantenía en equilibrio presidido por la figura sedente de la diosa Maat.

-Vaya… vaya… -valoró Cleopatra-. Sabes jugar duro, ¿pretendes impresionarme?

Usermaatre le hizo una suerte de reverencia burlona antes de anunciarle:

-¿Querías la atención del Símbolo Viviente de la Divinidad? Aquí la tienes.

-¿Esto es todo lo que tiene? -se rio ella.

Ahí estaba cometiendo un grave error. Subestimaba a Nebjeperure, nadie en su sano juicio haría tal cosa… y más conociendo el significado de aquella balanza, la del juicio supremo que se le había negado a Cleopatra en su momento porque había sido condenada antes de llegar a él.

El Protector de Maar le ordenó con seriedad:

-Saca el Testamento de los Dioses.

-No haré tal cosa -se negó ella-. Los dioses están conmigo.

Una mentira que a nadie engañaba.

Usermaatre resolvió dando zancadas hacia ella:

-Entonces no te importará someterte a su juicio.

Ella era de ascendencia griega, pero ante el pueblo egipcio había abrazado también su cultura y tradiciones. Todas ellas, incluida aquella que parecía determinada a ignorar… si se sentía identificada con la Tierra Negra, también tendría que aceptar aquel veredicto.

-¡Soy una diosa, estoy por encima de esto! -exclamó Cleopatra.

Ante él aparecieron unas serpientes que lo amenazaban. Eso no lo arredró mientras veía cómo unas zarzas aferraban a la última reina del Doble País.

Sintió un par de picaduras, pero él era inmune a su veneno, por lo que mantuvo la calma ante lo que parecían únicamente unas pocas molestias en sus pies.

Terminó de llegar hasta ella y hundió su mano en su pecho.

Sólo entonces vio el miedo en los ojos de ella.

Fueron unos segundos, los que tardó en sacarle el corazón para luego volver sobre sus pasos. Seguidamente, lo colocó en el platillo de la balanza vacía y dejó que la balanza hiciera su trabajo. Esta tardó unos segundos en hacer su trabajo de buscar un equilibrio con respecto a la pluma de Maat.

Un equilibrio que no existía.

Nebjeperure había tenido razón desde el principio.

Cleopatra no era digna de los Campos de Ialu desde que erró su camino. Y su vuelta a la vida había supuesto un claro quebranto del Orden al que claramente habían seguido otros que ahora mismo no se iba a molestar en contar… empezando con el conflicto de los hutíes.

El platillo del corazón se situó más bajo que el de la pluma de Maat.

-Aquí tienes tu juicio Cleopatra.

-¿Y ahora qué? -preguntó ella jocosa, tal vez intentando aparentar fortaleza- ¿Mi corazón será devorado?

Fue a responderle, de hecho, esperaba la presencia de la Devoradora.

Sin embargo, al sentir la mano de Luan su hombro entendió por qué no se presentaba. La drow le susurró:

-Ahora voy yo.

Usermaatre asintió.

Ella miró a Mek quien se colocó delante de él de forma protectora mientras ella observaba con sus ojos rojos a Cleopatra.

Esta última, lejos de arredrarse, le dijo:

-¿Me has sustituido por ella? Cuán bajo has caído cariño.

-No tienes ni idea de lo que hablas -le dijo con calma.

Luan sacó su espada lentamente mientras brillaba y le preguntó a Cleopatra:

-¿Eres tú la ladrona del Testamento y causante de todos los males?

Y ella siguió acumulando errores, enrocándose en una posición que antaño y ahora supuso su perdición:

-Hago lo necesario para que Egipto tenga lo que le corresponde.

Usermaatre la corrigió molesto:

-Lo que crees tú que te corresponde, no Egipto.

Luan se puso posición de ataque antes de comentar:

-Egipto para mí sólo es un nombre.

Seguidamente se lanzó sobre ella con una furia que él pocas veces había visto. Vio a Cleopatra recurrir a la magia, pero era inútil frente al poder de una madre enfadada.

-Te quejabas de la Duat, ahora tendrás más razones para quejarte -sentenció.

Una breve invocación fue suficiente para conseguir lo que quería.

Vio abrirse una caja fuerte y de él salir el Testamento de los Dioses. Este voló a sus manos y permitió que viera los nombres que figuraban en su cilindro.

No, no se había equivocado.

La alteración del orden se había subsanado.

Nebjeperure seguía siendo el heredero de las fuerzas divinas creadoras.

Ahora eran ellos los que tendrían que enfrentarse a las consecuencias de los actos descerebrados de aquella que no debió volver a la vida.


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