Descubriendo el nuevo hogar

El hogar es tu fortaleza, en la que proteges a tus elegidos y dejas fuera a quienes no quieren más que tu mal

-Ah, pero hay más por ver -dijo Nebjeperure en un inútil intento de salir de la situación embarazosa.

Su padre se rio divertido:

-¿Pretendes enseñarles toda la ciudad en unas pocas horas?

-Sólo lo más importante -dijo el joven regente-. Lo que no se esperarían encontrar aquí.

Su madre rodó los ojos e ironizó:

-A saber lo que has montado aquí.

Bueno, sin duda era algo muy diferente. Algo incluso que se distinguiría más aún de la capilla que había dedicado a sus padres en una parte privada del Gran Templo.

“No pienses en eso” se dijo así mismo. Quizá Ib no había alcanzado el grado de Alta Sacerdotisa, pero seguro que si quisiera podría acceder a su mente… por no hablar de su madre.

Eso le recordó a la charla que tuvo con Gaia en su momento al respecto, seguro que ahora se estaría riendo con la situación.

-Es algo… especial -admitió sonrojado-. Algo que a Usermaatre le llena de orgullo.

Su madre alzó una ceja y preguntó:

-¿Y eso por qué?

-Porque fue algo que hizo su descendiente en su vida aquí -explicó Nebjeperure-. Quería estar a la altura de su antepasado.

Ib planteó curiosa:

-¿Y lo consiguió?

-Con creces -respondió el Grande.

Les condujo al lugar en que estaban los edificios civiles más importantes. Todos ellos obra de aquel joven pelirrojo que demostró su potencial.

-Esta es la zona de la Casa de la Vida -explicó el Divino Señor de las Dos Tierras-. Aquí tenemos el hospital, la biblioteca, el centro de estudios superiores… y el museo.

Usermaatre añadió:

-Su edificio favorito.

-Vamos a verlo -les invitó.

Nadie les puso pega alguna en la entrada. No sólo porque se trataba de ellos, sino porque la entrada era gratuita. El mantenimiento de aquel edificio así como los demás lugares públicos procedía de los impuestos.

No escapó de la mirada perpleja de la joven drow la decoración naturalista de las paredes, en la que aparecían representadas las especies élficas, enana y humana entre otras.

-¿Y esto? -quiso saber intrigada.

El rey de la Tierra Negra sonrió divertido y comentó:

-Él me concedió este capricho… que algunos consideraron infantil en su momento. Pero quería que aquí tuvieran espacio las especies de las que tenía conocimiento… ellas también forman parte del equilibrio.

-Es verdad que en de niño tuvo su fase élfica -reconoció su padre-. Pero también sabemos que cuando toma una decisión es porque es conforme a la Regla.

Su madre planteó:

-¿Y no discutisteis por eso?

-Nosotros no -dijo Usermaatre-. Aunque hubo quien lo hizo y no tuvo otra que aceptarlo si quería seguir vivir en la protección de la Ciudad del Horizonte de Atón.

Mek gruñó antes de que su madre cuestionara:

-¿Esa persona sigue aquí?

-No -le aseguró Nebjeperure-. Hace un par de milenios que partió a la Otra Orilla[1]… aunque por lo demás era muy digno y ético, tuvimos una buena relación con él.

El Gran Vidente terció:

-Pero no fue como Ajenre.

-No -admitió el rey de la Tierra Negra-. Ajenre fue como el hermano que nunca tuve.

Todo lo demás habían sido hermanas. Su único hermano englobaba su parte más oscura de antaño, aquella que se había desgajado de él para que pudiera vivir. De por sí no habría sido malo, pues conocía de sobra las implicaciones de una forma de ser caótica… pero aquellas influencias perniciosas lo condenaron.

Los celos, la envidia… podían dar al traste con los mejores intentos de sacar algo de luz incluso dentro de aquella oscuridad.

Procuraba no pensar en ello.

Sin embargo, tenía presente que aquella había sido una batalla ganada. No podía decirse lo mismo de la guerra… si conseguía que la Divina Potencia Creadora reinase, entonces podría decir que la victoria la estaba logrando día a día.

No quería evocar lo que sucedió la última vez.

Sin embargo, no era un iluso.

Sabía que si fallaba, si tenía que volver a tomar aquella decisión… la guerra sería mucho más dura de lo que era ahora.

-Y este es Ajenre -presentó mostrando la estatua que presidía el vestíbulo, con el joven regente luciendo sus mejores galas de arquitecto con sus herramientas de trabajo en la mano y un rollo de papiro en su regazo-. Él diseñó todo esto para dar lugar a todas las cosas que procedían de tierras distintas y más cuando como Oráculo me hacían desplazarme y como agradecimiento me daban regalos.

Ib preguntó:

-¿Aún te regalan cosas?

-Los que podrían hacerlo no suelen estar contentos con mis decisiones -explicó Nebjeperure-. Los que quisieran hacerlo… me vale con su agradecimiento y sus vidas dignas.

Su madre terció:

-Típico de ti.

Ella sabía perfectamente que él no pedía nada a cambio de sus intervenciones. Las partes interesadas decidían libremente hacerle algún regalo y no habían sido pocas las veces en que aquellos que tenían tan poco le ofrecían lo mejor que tenían… porque sabían que con su actuación cosas mejores llegarían.

-Y ahora el gran invento de Ajenre -les dijo llevándolos a una pequeña estancia de madera con decoraciones en oro y marfil mientras le hacía una señal un sirviente.

Las puertas se cerraron tras ellos y pronto sintieron cómo se elevaban para sorpresa de Mek, Ib y su madre.

-Fuera de la ciudad encontraréis artilugios modernos que hacen lo mismo -dijo Usermaatre-. Pero el primero lo inventó Ajenre.

Su madre preguntó parpadeando:

-¿Y esto es…?

-Fuera lo llaman ascensor, elevador… -señaló el joven monarca-. Aquí lo llamamos al principio sube-personas, aunque también las baja.

Usermaatre aclaró:

-Va por un sistema de palancas y poleas.

-¿Nada de magia? -inquirió la joven drow anonadada.

Nebjeperure le aseguró:

-Nada de nada.

-Bueno, creo que es bastante práctico -admitió su madre.

Sí, lo era. Se libraban de subir las escaleras y más cuando llegaban nuevas cosas y había que trasladar pesos a los pisos superiores.

El Divino Señor de las Dos Tierras les fue explicando la época y la región a la que representaba cada estancia con sus artefactos particulares. Algunos tenían milenios, otros siglos y algunos simplemente años.

Se pararon ante una estatua que recordaba a la de Ajenre. Sólo que el representado tenía unos rasgos marcadamente distintos y el estilo era ligeramente diferente, como lo era el que su flequillo se asomara por debajo de la peluca del escriba que lucía. Tenía en sus manos los materiales del escriba y en su regazo un rollo de papiro.

-Y este joven es con el que discutí el tema de los elfos.

-Ptolomeo Cesar -presentó Usermaatre-. El último rey de la Tierra Negra.

El Gran Vidente explicó:

-Ante el gran peligro que corría su vida, su madre Cleopatra VII lo mandó a la ciudad para que él y Testamento de los Dioses fueran protegidos.

-Esa fue la única decisión acertada en sus últimos años -declaró Usermaatre-. Venía de una familia que asesinaba sin piedad entre ellos para hacerse con el poder y sus manos no estaban limpias de sangre… quiso salvar a la Tierra Negra de la invasión del Imperio Romano pero las circunstancias no fueron las mejores… y aunque al principio tuvo altura de miras, cuando sucumbió a la ceguera de la pasión… el Doble País estaba perdido incluso antes de su muerte.

Nebjeperure asintió y comentó:

-Demasiada ambición por recobrar a través de una relación amorosa lo que se había perdido en el campo de batalla o por desidia de sus antecesores.

El Grande añadió:

-También quería que nosotros apoyáramos a su hijo en el trono, que lo hiciéramos un rey legítimo.

-Pero ella zanjó su destino -sentenció Nebjeperure-. No era la Regla, pues hacerlo habría supuesto más mal que bien… pues el Imperio Romano era belicoso y ambicioso.

Usermaatre apostilló:

-Pera también conocían la fama del Oráculo y sabían que no podían apropiarse de la Cuidad del Horizonte de Atón ni nada que hubiera dentro de ella.

Quizá en ese momento su hogar había sido el único libre de la ocupación romana. Aunque siguió teniendo influencias grecolatinas entre Ptolomeo y algunos visitantes que llegaban a residir aportando sus ideas y filosofía sin dejar de respetar aquellas que encontraban.

Su madre frunció el ceño y comentó:

-Habéis hablado del Testamento de los Dioses.

-Es una reliquia -le explicó el rey de Shemeu y Tamejeu-. Pasa de rey a rey de la Tierra Negra, es la vía de legitimación divina sobre el trono de la Tierra Negra. Quien lo posea tendrá poder sobre todo el Doble País.

El Hijo de Atón se apresuró a aclarar:

-Pero está buen resguardo, nadie puede llegar a él sin que nos enteremos.

Quizá ahí se equivocaba un poco. Su madre seguro que lo conseguiría de quererlo… aunque su videncia no pondría las cosas fáciles.

Súbitamente sintió un vahído que lo llevó a apoyarse en la estatua de Ptolomeo, de pronto todo a su alrededor se movía. Se dio cuenta de que tocando la estatua los síntomas iban a peor en cuanto sintió que su madre lo sujetaba de los hombros apartándolo de la escultura.

Ib le preguntó inquieta:

-¿Estás bien?

-No… no lo sé… -admitió el joven regente-. Creo que algo va mal… nunca me había pasado nada con la estatua de Ptolomeo.

Se había alterado el Equilibrio de alguna manera. La Divina Potencia Creadora tenía sobre sí una amenaza en forma de fuerzas divinas creadoras que habían sido empleadas para algo cuyo propósito no iba precisamente con el Orden. Sentía que era algo oscuro pero sibilino, una maldad disfrazada de bondad que podría engañar… lo que requería que estuviera más atento.

Usermaatre resolvió:

-Creo que se impone una investigación.

-¿Sobre la estatua? -preguntó el Gran Vidente sorprendido antes de proponer- Quizá si la retiramos.

Nebjeperure negó con la cabeza:

-No, en problema no es la estatua.

-Pero te ha hecho sentirte mal -señaló Ib.

El Divino Señor de las Dos Tierras respondió:

-No, el mal está fuera de la ciudad… pero puede afectarnos si no le ponemos coto -miró la cara de su amigo-. Está relacionado con ella, pero no sé en qué sentido.

El Grande le aseguró:

-Lo averiguaremos.

-Yo… intentaré ayudar -dijo el rey de la Tierra Negra sintiéndose mejor.

Su madre le instó con severidad:

-No, tú ya has hecho bastante, ahora debes dejarnos a los demás.

-Tu madre tiene razón -la secundó Usermaatre-. Nos has señalado la dirección, ahora nosotros debemos seguirla y encontrar lo que está mal.

Él intentó objetar:

-Pero… es demasiado pronto… hoy ya hemos… hecho mucho.

Sheri-re, nosotros estamos aquí para apoyarte -dijo su padre con cariño-. Y en estos casos para actuar allá donde no puedas llegar tú.

O no le corresponda.

A veces esa era su labor. Identificar los atentados contra Maat y dejar que las personas adecuadas los resolviesen. Sólo que muchas veces le podía su voluntad de querer ayudar… lo cual inevitablemente conducía reprimendas por usar demasiada energía o exponerse.

-Tranquilo -dijo el Protector de Maat-. Entre tu abuelo y yo averiguaremos cuál ha sido esa alteración.

Sí, ellos eran los más adecuados para ello. Se había mimetizado perfectamente con un mundo en constante desarrollo. Para este, eran dos figuras de enorme influencia cuyos movimientos podían ser tan ruidosos o sigilosos como quisieran… muchos no se daban cuenta de que habían actuado delante de sus propias narices si querían que así fuera.

-No dejaremos que te pase nada -le dijo su madre-. Ya viste lo que pasó con el dios.

Pocas cosas había más peligrosas que esa.

De hecho, no se equivocaría al pensar que lo más peligroso para el mundo en realidad era su madre y Mek hechos una furia.

Quien fuera que estuviera detrás de la alteración, se había metido un buen problema.

Al final acabó por asentir, rogando a las fuerzas divinas para que su amigo no se viera involucrado en ninguna forma. Su madre había sido sentenciada y él había sido salvado de su destino para dejarle construir una vida recta.

Si lograra ver la relación…

Notó que Sa y Mek se restregaban contra él entre ronroneos.

Él los acarició mientras les prometía:

-Estoy mejor, de verdad.

-¿Qué tal si echamos un vistazo a los demás edificios de Ajenre? -planteó su padre restando gravedad al asunto- Con tal de que lleguemos a la comida, mi padre no gruñirá demasiado.

La Matriarca dijo socarrona:

-Sólo gruñirá porque le ponéis más deberes fuera de la ciudad.

-En realidad le divierten -dijo Usermaatre-. Si no se aburriría.

Alauniira sonrió y dijo siguiendo en el buen humor:

-Vamos, antes de que se le ocurra mandar a la guardia a buscarnos.

-Por no hablar de que ya estará al tanto de que ha pasado algo aquí -terció el Grande-. Si seguimos la visita con tranquilidad no se sublevará… demasiado.

Nebjeperure buscó los ojos de su madre primero y los de Ib después. Luego aceptó el plan de buena gana, sabiendo que debía aprovechar aquel momento de libertad antes de que todo el mundo se volviera loco con su protección:

-Vamos, seguro que los otros edificios también os gustarán -se quedó pensativo un momento-. Aunque os advierto que mucha gente no veréis en el hospital.

Ib inquirió con interés:

-¿Y el centro de estudios superiores? ¿Admitirían a estudiantes… de otras especies?

-Por supuesto -declaró Nebjeperure-. Aquí se valora mucho el intercambio de conocimientos.


[1] Otra Orilla: Forma de decir el mundo de los muertos.


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