Una ciudad es un conjunto de historias entrelazadas entre sí.
-Me alegro por él -dijo divertido.
El asunto satisfacía a todas las partes. Ninguna conseguía todo lo que quería pero al menos tenía algo, lo cual era mejor que nada. Era lo justo.
Resolvió rotundo:
-Y ahora creo que podemos salir.
-Un momento jovencito, hay que prepararlo todo -objetó su abuelo-. ¿Y quién se encargará de las audiencias?
Nebjeperure se encogió de hombros y preguntó:
-¿Hay alguna excepcional?
Lo cual en otras palabras significaba si alguien requería al Oráculo para impartir justicia o guiar por el recto camino.
-No, no las hay -dijo la Matriarca.
El Magnífico frunció el ceño antes objetar:
-Pero las obligaciones…
Su Gran Esposa Real puso su mano sobre su hombro logrando que se quedara a mitad de la frase.
-El mundo no se va a caer porque vos llevéis hoy las audiencias -comentó el Gran Vidente.
Nessariäh le prometió:
-Tranquilo, no lo perderemos de vista.
-No sé yo… -murmuró el Hijo de Amón.
Usermaatre rodó los ojos y dijo con socarronería:
-Tiene más guardianes que nunca, ¿crees que se puede escapar acaso?
-Pues con tu ejemplo… -ironizó su abuelo.
El Grande sacudió la cabeza antes de responder:
-Nebmaatre, mi trabajo me lo tomo en serio.
-¿Y apruebas que vayáis sin el correspondiente séquito? -insistió el sabio regente. Por supuesto dentro de este incluía a la escolta.
Nebjeperure argumentó con cierta exasperación:
-Quiero que Madre e Ib vean la ciudad tal y como es.
Ahí ya no hubo manera de poner más objeciones.
Dejaron al experimentado monarca detrás, encargándose de todos los asuntos oficiales mientras todos los demás se fueron a la salida. Allí los recibió la luz de Atón que bañaba a sus criaturas que, atareadas iban de un lado a otro.
Enseguida repararon en ellos les dejaron pasar sin problemas. Los saludaban con reverencias, sin duda estaban al tanto de los últimos acontecimientos… si algo corría más que la luz, eran los rumores.
El Protector de Maat hacía de cicerone mientras los conducía a la Vía Real:
-Esta es la Vía Real que lo vertebra todo, por eso es más ancha, la ciudad ha ido creciendo todos estos milenios desde aquí.
-Y aquí está la Ventana de Apariciones -intervino el Hijo de Atón señalando el ventanal que presidía el puente que unía el Gran Palacio con la Casa del Rey cruzando la Vía Real-. Sirve para que la gente vea a la Familia Real.
Entonces Nebjeperure agregó:
-Y también para los homenajes públicos -hizo una pausa-. Si alguien hace un trabajo excepcional se le hace un reconocimiento para que todos vean lo positivo de hacer las cosas bien.
-¿Ante el pueblo? -preguntó su madre frunciendo el ceño. Podía adivinarlo, no lo veía muy seguro.
El joven regente asintió:
-Sí, aquí no solo se castiga públicamente… también se recompensa.
-La ciudad es segura -afirmó Usermaatre-. Todos los habitantes son fieles a la Familia Real y a Maat, a la cual tu hijo encarna.
Ib inquirió perpleja:
-¿Y cómo crece tanto la ciudad?
-No es como en la infraoscuridad -explicó Alauniira-. Aquí hay un crecimiento natural con pocos fallecimientos.
Su padre agregó:
-Y procuramos que ocurran los dictan las naturalezas… por eso velamos por todos cuando surge una amenaza.
-¿Y no teméis problemas por la gente con misma sangre reproduciéndose? -quiso saber su madre.
El Divino Señor de las Dos Tierras explicó:
-Ahí es cuando llega gente especial, para renovarla.
-¿Gente especial? -planteó la joven drow.
Él asintió y comentó:
-Hay gente que siente que no encaja en el mundo y el destino los dirige aquí donde descubren que tienen un lugar en el que vivir y ofrecer sus habilidades.
-¿Y el mundo no se da cuenta? -preguntó su madre.
Nebjeperure aclaró:
-Para el mundo es como si nunca hubieran existido, nadie los echa de menos.
Sonaba extraño, pero era así. Era lo más adecuado. Quien llegaba a la ciudad no dejaba nada atrás a lo que añorar o que lo añorase.
Era una de las expresiones de Maat.
-Además esta ciudad, dentro de sus límites, es como un reino dentro de otro -continuó explicando Usermaatre-. No le debe cuentas a nadie, ni siquiera tributos.
El Gran Vidente puntualizó:
-Ha habido quien lo ha intentado buscando someter a la Divina Potencia Creadora, naturalmente salió escaldado.
Su madre murmuró:
-Naturalmente -luego quiso saber-. ¿Por eso solo el Palacio tiene murallas?
Su padre le aclaró:
-Las murallas que tenemos son naturales y son las que establecen los límites de la ciudad -sonrió cálidamente-. Hasta las montañas que las componen dan nombre a la ciudad, fue la señal divina para erigir aquí la ciudad sobre los cuatro elementos.
Su madre alzó una ceja escéptica e inquirió:
-¿Señal divina?
-Buscando el lugar donde fundarla llegamos en barco a este lugar -le relató el Hijo de Atón-. Y entonces vi a mi Padre Atón entre las montañas que formaban el medu-neter[1] de Horizonte.
Su Gran Esposa Real agregó:
-De ahí el nombre de la ciudad: Ajet-Atón, el Horizonte de Atón.
-Umh sí, un nombre bastante apropiado -concedió su madre.
Nebjeperure observó que Ib miraba entusiasmada los puestos en los que artesanos, cazadores, pescadores y agricultores ofrecían sus mercancías. Ahí había una gran variedad producida sobre todo en la ciudad con algunas aportaciones del exterior ya que algunos comerciantes salían de la ciudad a hacer trueques.
-Algunas cosas son de fuera de la ciudad -le explicó sonriente-. Las traen los comerciantes para traer cosas distintas que no tenemos habitualmente.
El Hijo de Atón aclaró:
-Los tratados comerciales con otras especies se acaban de firmar y con los humanos…
-De los humanos mejor no fiarse -zanjó su madre.
El rey de Shemeu y Tamejeu bajó la mirada mientras los recuerdos lo asaltaban. En dos ocasiones habían sido los humanos los que habían acabado con su vida, era normal esa desconfianza. Elfos, enanos y drows habían tenido su parte, pero no habían sido los ejecutores… aunque los dioses sintieran que había sido su responsabilidad también.
Pero había de todo en todas las especies. Daba igual la zara, había gente recta y gente que era todo lo contrario. Sólo que unos habían tenido la oportunidad y habían aprovechado sirviéndose de las rendijas que habían divisado en su seguridad.
Apretó los labios.
Deseó que esta vez hubiera acertado, que nadie tuviera que volver a pasar por semejante trauma.
-Bueno, no todos los humanos tenemos esa etiqueta.
-Oh, no quieras meterte en ese jardín Usermaatre -dijo Nessariäh.
Su madre planteó interesada:
-¿Qué jardín?
-No es… -empezó a decir el Protector de Maat, pero enseguida se corrigió-. En mis primeros años como Protector de Maat estuve bajo unas influencias nada recomendables.
El Gran Vidente apostilló:
-Sacerdotes del Oculto.
-¿Sacerdotes? -inquirió su madre.
Usermaatre explicó:
-Sí, engendros que van de hombres santos y rectos -hizo una pausa-. Pero en realidad solo buscan riqueza y poder a costa de los demás.
-Y si pueden manipular a la Divina Potencia Creadora para que Maat sirva a sus fines -puntualizó Nebjeperure.
Su madre cerró los ojos y musitó:
-Sacerdotes, los tendré en cuenta -luego miró a Usermaatre y le cuestionó inquisitiva-. ¿Y qué haces aquí entonces? ¿Sigues trabajando para ellos?
El aludido negó con la cabeza previamente a responder:
-En absoluto, tu hijo supo redirigirme.
Ib quiso saber:
-¿Cómo lo hizo?
-Maldijo mi dinastía -admitió el Protector de Maat.
Entonces su madre lo miró a él con los ojos entornados y le reprochó:
-¿Que hiciste qué?
-Que mi historia se repitiera en su descendencia -se apresuró a aclarar Nebjeperure-. Cuando el último de su saga nació débil y bajo aquellas influencias tan nocivas… el deseo de salvarlo lo llevó a ver la realidad tal cual era.
-Nebadur… -empezó a reprenderle su madre.
Oh no, ahí estaba de nuevo. El estremecimiento y el sentimiento de angustia que surgía siempre que debía hacer cosas desagradables para hacer cumplir la Regla.
Usermaatre acudió en su auxilio:
-Nebjeperure salvó a mi descendiente, le dio una vida próspera y tranquila en esta ciudad.
-Mucha arquitectura pública, como el museo, fue diseñada por él -dijo el joven monarca-. Fue mi primer buen hermano… Ajenre siempre estará en el recuerdo.
Su madre cuestionó:
-¿Y qué fue de él?
-Murió a los noventa años… ahora está en los Campos de Ialu viviendo tal y como siempre se mereció -aseguró Nebjeperure.
Entonces su madre tocó un tema tan delicado que apenas se mencionaba:
-Has dicho tu primer buen hermano.
El joven regente tragó saliva. Por un momento deseó estar en cualquier parte menos allí o que alguien saliera con otro tema… ¿por qué Usermaatre no acudía al rescate? O los demás miembros de su familia…
Y sabía que ella no dejaría pasar el asunto sin más, perseguiría sin descanso aquello que aún lo atormentaba para averiguar lo que había pasado en su ausencia.
-Cuando me sacrifiqué… -suspiró con esfuerzo-. Mi parte oscura… tomó vida y se transformó en mi hermano.
Entonces sí, su padre lo ayudó al verlo tan apurado:
-Él, influenciado por los sacerdotes, ciego por los celos… buscó acabar con Nebjeperure para reinar él y con ello hacer que imperase el caos dirigido por esos monstruos -apretó los puños, señal de que aún le dolía, pues no dejaba de ser su hijo-. Nos hicimos cargo de él, ya no existe.
Su madre musitó:
-Entiendo…
Sí, seguramente lo hacía. Quizá como él lo hacía a su vez, con un secreto temor a que volver ac pasar por lo que pasó antaño volviera a despertar aquel monstruo… o convertirlo en él, era lo último que deseaba.
-Supongo que por eso tienes ahora la familia que tienes Nebadur -comentó entonces su madre haciéndole dar un respingo-. No te preocupes, no dejaré que les pase nada.
¿A toda su familia? ¿Por qué visto lo visto tenía dudas sobre los dioses?
Pero también confiaba en ellos… no renunciarían a él. Se habían retirado, pero estaban por ahí, en algún lugar. Buscando hacer las cosas bien con sus hijos y encajar en aquella familia un tanto disfuncional que sin embargo funcionaba a las mil maravillas.
Y hablando de dioses, habían llegado al Gran Templo.
Eso le dio pie para pensar en otras cosas mientras continuaba con la presentación del que ahora era su hogar:
-Este es el Gran Templo, abierto a cielo abierto para que los dioses tengan libre acceso a sus ofrendas -sonrió-. Tenemos 365 altares, uno por cada día del año, cada uno dedicado a un dios.
Nessariäh dijo divertida:
-Pero hay más dioses en este panteón.
Ib preguntó patidifusa:
-¿Cuántos?
-Ni las fuerzas divinas lo tienen claro -admitió Usermaatre-. Así que podéis imaginaros que aquí no entran ni todos los dioses del mundo humano.
El Gran Vidente agregó:
-Y hay tres altares más: uno para la Divina Potencia Creadora, otro para Atón y otro…
-Para Amón -terminó el Grande. Era ya tanto el tiempo que sabía que a su padre le costaba mencionar a esa divinidad porque le seguía teniendo antipatía debido al daño que habían hecho muchos de sus servidores.
Por fortuna nadie dijo nada de los que él había mandado construir en un aparte. Ahora mismo eso lo mataría de vergüenza. Sa y Mek, que notaban su turbación, se restregaron contra él y los acarició diciéndoles:
-Estoy bien, estoy bien.
-¿Creéis… creéis que me dios o diosa podría estar representado aquí? -preguntó de forma vacilante Ib.
Nebjeperure, agradecido por la salida, hizo un gesto afirmativo:
-Puedes venir cualquier día a averiguarlo -seguidamente agregó-. Y, en caso de que no fuera así, también puedes montar un altar portátil en tu habitación, es muy normal aquí.
Ib comentó pensativa:
-Entonces tendré que enterarme de cuándo son los ritos… para no molestar.
-Los normales suelen ser al alba y al atardecer -dijo la Matriarca-. Los excepcionales… toda la ciudad se pone de fiesta para eso.
La drow, algo más tranquila, le dedicó un gesto de agradecimiento.
El joven monarca tenía presente que a ella le preocupaba que no tuviera una deidad que la patrocinase. Pensó en que quizá podría ayudarla algún día en una visita a la morada divina o consultar el mismo a las fuerzas divinas… no creía que el secreto fuera tan enorme como para andar torturando innecesariamente a la joven.
No podía decirle que se podía vivir sin dioses. De su madre había aprendido que uno podía vivir sin rendir culto, pero que había que guardar respeto a las deidades, por lo menos a una… aunque aquella en cuestión estuviera en la cuerda floja en esos momentos.
Siguieron avanzando en dirección al Norte mientras Nebjeperure comentaba:
-Y al Norte está el Palacio del Norte, morada de mi padre y el Abanico de mi abuela, hogar de mi abuelo.
-Pero no vivimos allí -se apresuró a decir el Hijo de Atón.
Su madre preguntó:
-¿Y eso por qué?
-Bueno ya conoces a tu hijo… -dijo Usermaatre- No le gusta tener a su familia lejos.
El Divino Señor de las Tieras admitió:
-Sí, soy culpable de eso también.
[1] Medu-neter: Palabras divinas. Jeroglíficos.
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