El calor de una madre

Una madre es Dios para su hijo (Silent Hill)

Una vez más el mundo de los sueños.

Allí donde los recuerdos y los deseos más ocultos se entremezclaban con las mil y una injusticias que asolaban la existencia.

¿Por qué?

¿Por qué se empeñaban en causar tanto dolor?

Y lo que le parecía más deleznable… usando a las fuerzas divinas creadoras para ello.

La verdad era que no tenían otro remedio. La reliquia original, el Arca de la Alianza, estaba a buen recaudo.

Veía a los niños hacinándose en los hospitales en  una enfermedad que se cebaba con los más jóvenes mientras que los adultos que estaban a su lado no les afectaba tanto y salían con buen pie.

¿Quién podría pergeñar semejante catástrofe destruyendo a las futuras generaciones?

Nadie en su sano juicio buscaría la extinción de su propia especie. Aunque quizá debía enfocarlo de otra manera… ¿y si era un chantaje?

Si se le permitía alcanzar sus deseos de poder y riqueza desmesurados… dejaría vivir a la Humanidad, siempre que lo hiciera a sus órdenes. Sí, eso tenía mucho sentido.

Pero eso era subestimarle.

Si era eso lo que pretendía, claramente significaba que no lo conocía.

La Regla nunca se inclinaría ante semejante manipulación. Sabía que de hacerlo fallaría en su función y que muchas vidas se perderían igualmente.

No, no podía permitirlo.

¿Pero por dónde empezar? Ese mal no tardaría en expandirse de una manera parecida o más rápida que el anterior.

La angustia lo envolvió mientras lo invadían sentimientos e imágenes de sufrimiento y dolor. Una sensación que no por conocida era menos soportable… y que habitualmente lo llevaba a despertarse de inmediato.

Sin embargo, esta vez no fue así.

Llegó una calma familiar, una sensación de seguridad que nunca había olvidado por mucho tiempo que hubiera transcurrido. Era como había vivido en tan pocas ocasiones en su infancia… pero también mucho tiempo atrás… con otra familia que no tenía nada que envidiar a la que tenía ahora y que guardaba en su corazón.

Le venía a la memoria un gran felino ronroneante y cálido junto a unos brazos que lo envolvían firmemente y protectores.

Una palabra le llegó, antigua, la cual era desconocida en los tiempos actuales.

Un nombre. Un nombre poderoso.

Su nombre.

El elegido por las fuerzas divinas que lo crearon, el cual había sido sustituido por muchos apelativos no siempre agradables.

Nebadur.

Y una caricia en su mejilla, un gesto que revivía su pasado.

Abrió los ojos encontrándose en la penumbra. Lejanas lámparas con las llamas reducidas apenas llegaban a iluminar el gran aposento, solo lo suficiente para que los sirvientes se pudieran mover para cumplir con sus obligaciones.

-¿Ma… madre? -llamó y alargó la mano para toparse con aquel suave pelaje- ¿Mek?

La respuesta no tardó en llegar. Aquella voz tan familiar, tan segura… esa que siempre le indicaba que estaba a salvo.

-Sí, aquí estamos -fue un murmullo, pero suficiente.

Nebjeperure intentó mirar en la dirección de la que procedía la voz. La emoción se coló en su garganta que le hizo esforzarse para hablar:

-Os… os he echado de menos.

Entonces notó su cabeza posarse con suavidad contra la suya mientras la voz se acercaba:

-Y nosotros a ti mi pequeño…

-Creo… que me he metido… en bastantes líos -admitió.

La notó se pararse, pero también su sonrisa al preguntarle:

-Bueno, eso no es nada nuevo, ¿no?

-No… -reconoció ante de confesar-. Creo que los humanos son más difíciles que los elfos… hicieron mal al subestimarlos la primera vez.

Su madre le contestó con el dolor patente en su voz:

-Y la segunda.

Sí, era cierto. Quitando grandes excepciones como Samara, no habían sido pocos los humanos que habían ido detrás de él en busca de su poder… y la consecuencia aún se hacía notar.

Le había hecho tomar la decisión más dura de todas sus existencias… para acabar junto a ellos, luchando con aquellos que seguían creyendo en el Orden dentro del Equilibrio.

-Lo… lo siento Madre… -se disculpó con voz temblorosa.

Ella, como de costumbre lo absolvió:

-No tienes que disculparte, en tal caso seríamos nosotros los que te fallamos.

-No tenéis culpa alguna -dijo el rey de la Tierra Negra-. Fue vuestro cariño lo que me llevó… a conceder una nueva oportunidad…

Aún sin verla, pudo visualizarla cerrando los ojos mientras asentía con el dolor de cargar con la culpa en el pecho.

-Si eso te ayudó quiero que siga haciéndolo.

-Lo… lo hará -le prometió con sinceridad-. Me enseñaste bien, me enseñaste a no rendirme pasara lo que pasara.

Notó su sonrisa a medias al mismo tiempo que admitía despacio:

-Pero no logré cuidarte.

Un suave roce fue suficiente para sentir cómo Mek se frotaba contra ella.

-Sí lo hiciste… por eso estabas en mi mente incluso en el momento… de tomar la decisión -le contestó con suavidad.

Ella le dijo acariciando su cara:

-Una madre protege a sus hijos… yo no lo hice. Si hubiera podido protegerte en ese momento… no tendrías que haber tomado esa decisión.

-Tenías que vivir, teníais que vivir todos… -reveló el joven regente- Si no habría sido el fin… porque el Equilibrio… no puede sustentarse solo.

Lo cual era mucho decir. El Equilibrio era poderoso cierto, pero no era nada si no tenía quienes lo apoyaran y trabajaran por mantenerlo en todos los aspectos. Era lógico y, sin embargo, supondría temor para muchos que lo creyeran débil…  

Su madre lo abrazó atrayéndolo hacia ella simultáneamente le decía:

-Shh -le acarició la espalda y le murmuró-. No estás solo mi pequeño.

Era tan agradable esa sensación. Era parecida a cuando el Gran Vidente lo abrazaba. Hablando de lo cual… seguramente estaba al tanto de lo que ocurría. De otro modo no se explicaría que no hubieran entrado ya guardias y el resto de la familia intentando echar a sus padres que, por mucho que renaciera, seguirían siendo sus padres.

Nebjeperure preguntó dubitativo:

-¿No… no os iréis?

Sabía que tenían sus propias luchas. Probablemente en ellas habrían estado antes de ir junto a ellos.

-No. Ahora que sé que estás aquí nada me apartará de ti.

-¿Sa… sabes que Mek lleva milenios mandándome a Sa verdad? -preguntó buscando relajar el ambiente… si se ponía a llorar entonces sí que tendría que dar más explicaciones que en una audiencia concedida a la vez a elfos solares y drows.

Porque aquella respuesta lo hacía sentirse más seguro, capaz de enfrentarse a las batallas que estaban por venir. Fueran en forma de epidemias o guerras.

Su madre chasqueó la lengua mirando a Mek:

-Me gustaría decir que sí, pero creo que él se ha tomado su papel de padre por su lado.

-Es… es un gran padre con forma de gato grande -dijo sonriente acariciándolo.

Ella miró al gran leopardo negro antes de responder:

-Digamos que por lo menos es un buen artista.

-Ha… hablando de… artistas -señaló cohibido-. Araush y Core rondan por aquí… personalmente se han presentado una vez… cuando nacieron mi tía y mi hermana… pero después se han dejado caer… discretamente -se encogió de hombros-. Supongo que quieren estar conmigo… pero no quieren hacerme daño… ya sabes lo cabezones que pueden llegar a ser….

Su madre gruñó suavemente:

-A esos dos aún los tengo bajo un diente.

-Ellos también… se sienten culpables -reveló, aunque sabía que era innecesario-. Y aunque sea humano… yo sigo siendo yo… y les sigo queriendo.

Su familia había aumentado gracias ellos después de tantas pérdidas. Tenía una hermana y una tía de las que cuidar y que, si las cuidaba bien, estarían siempre a su lado sin padecer el dolor de la pérdida de una simple vida humana.

-Y además… Araush y mi hermana en la dimensión divina… me han traído a Ib -le reveló con cierto temor a cómo se podía tomar eso.

Ella se quedó un momento en silencio, segundos que se le hicieron eternos, antes de mirarlo y decirle:

-Lo único que quiero es tu felicidad Nebadur, si ellas piensan que esa es tu felicidad no me voy a negar.

-Ib te gustará, ya lo verás… ya conoces el mundo del que viene… pero ha llegado con la bondad con la que nació intacta y reforzada -le explicó-. Casi tuve un incidente diplomático, otra vez, con la delegación drow que quería regalármela como esclava -se encogió de hombros-. Y la vez anterior tuve otro incidente con los elfos dorados…

Su madre rezongó:

-¿Es que esos dos no cambian?

-Oh, sí que lo han hecho, poco a poco -se apresuró a aclarar-. Lo de los elfos dorados ocurrió antes de que mi padre se enamorara de una princesa elfa dorada y tuvieran una hija… cuando llegaron mi hermana y mi tía los dos intervinieron para que no se atacara a la familia… y cuando trajeron a Ib… las Matriarcas dijeron unas cosas sobre ella y sobre que yo no era digno de ser escuchado por Araush… bueno ahí una viuda negra intervino para acallarlas.

Ella elevó una ceja antes de plantear:

-Vaya… tu padre con una elfa dorada. Sin duda me he perdido muchas cosas, pero lo de viuda negra… ¿siguen por aquí?

Nebjeperure cerró los ojos para concentrarse, tal y como hacía siempre para sintonizar con la Armonía en la que se movían las fuerzas divinas creadoras; la misma que le servía para sentir las injusticias y averiguar el modo de atajarlas. También era una idea estupenda para encontrar a dioses que querían pasar desapercibidos en algún sitio.

-Ella se llama Nessariäh, es muy buena… y mi abuelo está con una drow que fue Matriarca… que se llama Alauniira y adora a la diosa Bastet -dijo pensativo abriendo los ojos-. Y sí… Core y Araush aún rondan por la ciudad.

Ella lo escuchó antes de admitir:

-Tus familiares no es que se hayan quedado quietos por lo que veo.

-Mi padre siempre ha sido… inquieto, lo cual siempre enloqueció a mi abuelo -confesó con una sonrisa-. Y mi abuelo… él pidió ayuda a los dioses para arreglar las injusticias… y de ese modo llegué yo.


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