Audiencia

El protocolo existe como lenguaje común en el que se entiendan diferentes percepciones… siempre que haya voluntad.

El maestro y Jefe de Escultores Tutmosis había sudado la gota gorda durante semanas hasta que las imágenes estuvieron perfectas, tal y como él las guardaba celosamente en su mente.

Quería que las estatuas quedaran perfectas, que les hicieran justicia… o al menos se aproximaran lo máximo posible. Porque nada podía igualarse a la persona real a la que se retrataba.

Ahí estaban su madre y su fiel acompañante a tamaño real. Lucían un semblante tranquilo, pero cualquiera que se fijara bien vería que incluso en el estatismo de la escultura parecían estar alerta, pendientes de lo que pudiera ocurrir.

Delante de ellos había un pequeño altar en el que habitualmente se dejaban ofrendas: comida, bebida, perfumes… todo lo que pudiera agradarle al homenajeado.

Pero Nebjeperure se encontró con el dilema de no tener ni idea de qué ofrecerle a quien aún consideraba a su madre porque no recordaba a ninguna otra aparte de a Araushnee. Sintió su ib encogerse de culpabilidad.

-Madre, Mek -empezó a decir ofreciendo sus manos desnudas-. Os podría ofrecer todas las riquezas del mundo, pero sé que no os interesan -sonrió mientras los viejos recuerdos acudían a él en tropel, aquellos buenos tiempos-. Lo único que os puedo entregar es el gran espacio que ocupáis en mi ib y el agradecimiento sincero por todo lo que habéis hecho por mí.

Cerró los ojos dejando que la brisa del crepúsculo lo acariciase con su frescor mientras una lágrima traidora se deslizaba por su mejilla. Sintió que Sa se rozaba contra él y lo acarició de forma distraída, sintiendo cómo calma del leopardo se transmitía hacia él.

Luego se dirigió al altar de la Reina Araña, representada con una figura de igual tamaño que el resto de divinidades. Sonrió pensando en lo irónico que era que allí se contara con altares para dos deidades élficas supuestamente enfrentadas.

-Araush -dijo colocando un vestido de lino real plisado sobre el altar-. Sé que te gustan los tejidos y aquí no te faltarán… como no faltarás en mi memoria -apretó los labios-. Sea lo que sea lo que mi hermana y tú tenéis en mente… confío en vosotras, pero por favor… concededme tiempo.

Eran dioses élficos, los elfos vivían eternamente si no decidían morir por sí mismos o morían a manos de un enemigo o algún otro mal. Para ellos el transcurso del tiempo era diferente, así que ellos no corrían prisa. Más sabiendo que él también era eterno.

Seguidamente fue altar del Rey de los dioses de los elfos. Sobre él colocó un cáliz de cristal de primerísima calidad en el que los artesanos se habían empleado tan a fondo como las tejedoras de la Casa Jeneret. Allí aparecían motivos naturales, tal y como le gustaban al dios.

Suspiró esperando que fuera de su agrado.

-Core -se dirigió a quien para él seguía siendo un padre-. Te ofrezco el más magnífico de los cálices que se ha creado en la ciudad. Sé que no se puede comparar con la artesanía élfica, pero espero que aprecies.

Un carraspeo lo sacó de ensimismamiento.

Se volvió para ver a su padre entrar en la capilla que había mandado erigir dentro del Gran Templo en el que se honraba a todos los dioses.

-Mi pequeño -le dijo con una cálida sonrisa-. La delegación drow está en camino.

Drows, un escalofrío recorrió su espalda.

No todos eran como su madre. Y desde luego Araushnee, o Loth, como se hacía llamar públicamente no había cultivado precisamente virtudes en sus hijos tras su desaparición… llevada por unos sentimientos de dolor y resentimiento que podía entender perfectamente, a fin de cuentas había perdido un hijo… por segunda vez.

Pero los elfos dorados tampoco eran un dechado de virtudes en general. Cegados por su ansia de pureza y cumplimiento de las leyes los habían puesto al borde la destrucción que sólo la Divina Potencia Creadora había detenido porque había despertado de nuevo aquellos sentimientos enterrados en ambas divinidades tutelares para que no destruyeran aquello que debían proteger.

Así que no se fiaba ni de unos ni de otros.

Salvo que…

-Ya voy Padre -le aseguró con un asentimiento antes de dirigirse a los dioses-. Creo que ya podéis dejar de fingir que os odiáis y transmitir a vuestros hijos cómo queréis que sean realmente -hizo una pausa-. Ya se ha derramado demasiada sangre y no quiero que volváis a caer en el mismo error.

Dedicó una pronunciada reverencia a las figuras que se alzaban ante él antes de abandonar la capilla junto al Hijo de Atón y su siempre fiel guardián.

-¿Qué tal lo he hecho? -le preguntó a su padre.

Este le respondió:

-Has sido muy claro y estoy seguro de que te han escuchado -le colocó una mano en su hombro-. Y más allá de que te deban obediencia, creo que harán lo que les pides porque su amor por ti sigue vivo.

Eso esperaba.

No quería más malentendidos, más traiciones.

Quería que las razas élficas aprendieran a vivir en armonía como llegaron a hacerlo en aquel par de ocasiones.

Ahora mismo tenía suficientes problemas con los humanos.

Ya no eran solo los sacerdotes. También estaban los que compartían ideas con ellos, tanta avaricia, tanto odio… esa sed de poder y riqueza a costa de la mayoría de la población y de la propia naturaleza parecía no tener fin.

Pero él estaba determinado a detenerla.

El poder debía ser ejercido por sabios elegidos por la mayoría. Y esos elegidos debían velar por el bienestar de todos y que la justicia llegara a todos los rincones del mundo.

Él tenía su cometido, pero veía que las injusticias eran tantas y que surgían de forma simultánea, que veía que él solo no podía llegar a todas por más que lo quisiera.

Necesitaba ayuda.

Por ese motivo en sus movimientos siempre estaba esa intención de abrir el camino a la influencia a esas personas justas. Su trabajo sería oneroso, pero valdría la pena ser testigo de que los humanos también luchaban por que imperase la rectitud.

Siempre trabajaría por el Orden… y mostraría a Gaia que había seres humanos que harían lo correcto a poco que se les concediera la oportunidad y la capacidad de actuación.

El Gran Vidente y él salieron del Gran Templo y subieron a los carros que esperaban fuera. A lo largo de la Gran Vía Real vio a multitudes apostadas que los saludaban alegremente, aunque no era un secreto que lo que estaban esperando era ver el desfile de los enviados drows.

Tenía por seguro que sería un espectáculo.

En eso no se diferenciaban en absoluto de los elfos solares. Llamarían la atención con un desfile impresionante dejando claro, cómo no, su poder y riqueza.

Supuestamente venían a presentar sus respetos a su figura, pero él conocía sus auténticas intenciones. Una estaba relacionada con la chica, la otra con ver si era tan fuerte como se aseguraba que era… y si su seguridad estaba garantizada.

Se les había demostrado que sí, pero era muy propio de ellos dudar y desconfiar hasta que se dieran de bruces con la verdad.

Tuvo tiempo para cambiarse y colocarse un atuendo de acuerdo a la recepción extraordinaria que se iba a celebrar. También él se veía en la situación de impresionar a los representantes de los drows, los más poderosos guerreros, magos, sacerdotisas y matriarcas.

No era poca cosa.

Y sabía que debía andar con pies de plomo, un malentendido podía resultar fatal.

Su familia aguardaba en la Sala del Trono.  Su padre y su abuelo junto a sus Grandes Esposas Reales detrás del trono. Usermaatre al pie de las escaleras del estrado de este. Y Sa por supuesto se colocó a sus pies en cuanto tomó asiento ante la mirada curiosa de la corte.

Sin embargo, eran ellos los que recibían los informes sobre cómo llegaban los enviados. Los guerreros cabalgaban lagartos gigantes mientras las Altas Sacerdotisas de la Reina Araña y los magos escoltaban a los discos azules, sobre los cuales iban sentadas las Matriarcas, que se detenían y disolvían ante las puertas del Hat-Atón.

Sólo ellas y las Altas Sacerdotisas entraron al Gran Palacio y fueron guiadas a la Sala del Trono donde fueron anunciadas por el Jefe de los Intendentes a viva voz:

-¡Las Matriarcas de las ocho casas regentes!

Las hermosas mujeres entraron en escena, pero no fue en ellas en quien se fijó, sino en la chica que una Alta Sacerdotisa llevaba encadenada. Era la chica del pergamino sobre la que le escribió la Reina Araña.

Ahora podía ver sus ojos. Eran de un hermoso color azul que recordaba al cielo despejado, ese sería su color a la luz natural, ya que en la infraoscuridad suponía que serían rojos como era habitual en su raza.

Yvonnel.

Las mujeres se inclinaron levemente ante él, lo cual indicaba la arrogancia propia de una raza a la que le había sido inculcada su superioridad sobre todas las demás… sobre todo las mujeres. Podrían buscar que cayera en la provocación, pero no iba a hacerlo.

Verla a ella era recordar su determinación, rescatarla de un mundo que aún no la merecía.

-Divinidad -dijo la líder alzando la voz para que todos la escucharan-. Somos las matriarcas de las ocho casas regentes.

Alauniira susurró:

-Las ocho casas más importantes de los drows.

La Matriarca sabía que sería escuchada.

A Nebjeperure no se le escapó que las recién llegadas habían escuchado perfectamente el susurro. Las vio sonreír con orgullo al ver reconocido su poder.

-Su Divinidad os escucha -indicó el visir Najt dando a entender que tenían permiso para hablar.

La mujer que había hablado continuó:

-Es el deseo de la Reina Araña y por lo tanto nuestro ofrecer una alianza.

“Umh, no creo que la cosa vaya tan rápido” pensó el Divino Señor de las Dos Tierras.

La diosa lo habría escuchado y quizá había empezado a actuar, pero un cuervo no se volvía paloma en un solo día. Era necesario un proceso y por ello debía tomar esa propuesta con pinzas y más después del desastre de los elfos solares.

El primer ministro inquirió:

-¿Qué solicitáis para sellar esta alianza?

-Proponemos un intercambio -dijo la interlocutora-. Lino y perfumes de la más alta calidad a cambio de armas de mytril.

La Matriarca intervino perspicaz:

-El mytril es vulnerable en el reino del sol.

-Hemos hecho que no lo sea -aseguro la que llevaba la voz cantante-. Y para que veáis que vamos en serio, tenemos algo más que ofrecer.

Todos lo sabían.

Pero había que hacer el paripé.

Así pues, el visir planteó:

-¿Qué es lo que ofrecéis?

La mujer chasqueó los dedos.

La Alta Sacerdotisa tiró de la cadena e hizo que la chica cayera ante los escalones del estrado. Su mirada transmitía dolor, pero también una determinación y una bondad incuestionables. Nebjeperure podía leer todo eso y percibirlo.

No estaba siendo tratada con justicia.

-Os ofrecemos a esta esclava -dijo la líder-. Ha incumplido numerosas leyes y creemos que el mejor castigo es que viva lejos de nuestra sociedad.

Para que no la contaminase. Sí, se sabía la cantinela.

Mas sabía que las cosas iban a cambiar, más pronto que tarde ella sería un modelo a seguir.

Entonces decidió intervenir:

-¿Castigo?

-Sí Divinidad, la Reina Araña ha decidido que esta es la mejor pena por no seguir su camino -señaló con orgullo la mujer que se creía con más poder entre los drows-. Que viva en la sociedad igualitaria que tanto desea, hasta que la añoranza por su hogar le duela.

Cuán equivocada estaba en lo que se refería al Camino de Loth. Él lo conocía mejor que nadie, sabía que ella era la que realmente lo estaba siguiendo… que por eso su hermana la había elegido y la Reina Araña la había preparado para que su fortaleza fuera más allá de los dogmas de su mundo.

Entonces dio a conocer su decisión.

-Será acogida como refugiada y tendrá la vida que siempre ha anhelado.

Su interlocutora entrecerró los ojos y preguntó:

-¿Eso es lo que entendéis como castigo?

-Me temo que las diferencias culturales están afectando al asunto -observó su abuelo.

Nebjeperure alzó la mano haciendo callar al Hijo de Amón.

Seguidamente bajó las escaleras junto a Sa hasta situarse a la altura de Usermaatre. Miró a los ojos rojos de la mujer que lo escrutaba desafiante, convencida de ser conocedora de la verdad, nada más lejos de la realidad.

-No, no se trata de eso -negó seguro, previamente a asegurar-. Si estáis aquí es porque reconocéis mi autoridad a la hora de hacer lo que es correcto en cada momento.

La drow le dijo con seriedad:

-Sois el niño con el caos en su interior -hizo una pausa mientras sus compañeras asentían-. La Reina Araña ha dado a conocer su voluntad y la cumplimos.

El Divino Señor de las Dos Tierras replicó firme:

-Y sin embargo dudáis de su criterio al dudar del mío -acarició al leopardo negro para mantener la calma-. Quizá deberíais entrar con comunión más a menudo con ella a la hora de averiguar que es lo que desea realmente.

Otra de las Matriarcas exclamó indignada:

-¡¿Osas decir que conocer a la Señora del Caos mejor que sus Altas Sacerdotisas?!

-No sería la primera vez que el intento de establecer una relación diplomática nos encontráramos con ciertas sorpresas desagradables -apuntó el Grande poniéndose en medio.

Lo hizo justo a tiempo porque la drow que había alzado la voz se encontró con el escudo antimagia del regente al tratar de atacarlos con un hechizo. Eso llevó a un par de sacerdotisas a intentar atacarlos con los látigos, pero estos cayeron inanimados al suelo.

-Conozco a las fuerzas divinas creadoras, sé lo que son -indicó el joven monarca-. Y Loth no es una excepción.

La líder le rebatió:

-Sólo eres un humano, la Reina Araña no te pondrá delante de sus hijos.

No podía estar más equivocada.

-En apariencia soy humano -admitió el rey de la Tierra Negra-. Pero soy hijo de Araushnee y Corellon, como también tengo familia en donde menos lo esperáis.

La otra drow exclamó:

-¡Ese nombre está prohibido!

-¿Seguro? -inquirió él firmemente- ¿Quieres que la llamemos a ver a quién acude?

Ahí hubo un largo silencio. Percibió leves movimientos incómodos entre las drows, dudaban de que acudiera a su llamada, tenían la sensatez de saber que él no era de los que hablaban por hablar.

O quizá tuvo algo que ver en la viuda negra de ciertas dimensiones que apareció entre ambos grupos mientras el disco solar de Atón resplandecía sobre el trono.

Oyó al Magnífico decirle a su padre:

-¿Pero qué estás haciendo Ajenatón?

-No estoy haciendo nada Padre -aseguró el aludido.

Ah, él sabía quién estaba actuando.

Él les estaba abriendo el camino a ambos para que volvieran a ser quienes fueran y se quitaran las máscaras que habían llevado por tanto tiempo.

-Mis palabras son ley -anunció el rey de Shemeu y Tamejeu-. Si queréis seguir el auténtico camino de Araushnee, entrad en comunión con ella con el sincero deseo de mejorar como personas y como raza… y ella os dirá cuál es su voluntad.

Alauniira lo respaldó:

-Es mejor hacerle caso.

-Qué va a decir una exiliada -murmuró la que debía ser la más fanática.

Como resultado a sus palabras la viuda negra le saltó al cuello y la mordió con sus pinzas inoculando su letal veneno.

En ese punto toda la delegación se arrodilló ante la manifestación divina. La Tejedora del Destino dejó oír se agradable voz como si fuera una participante más en la audiencia:

-Haréis bien en escucharlo si sabéis lo que os conviene.

La líder finalmente cedió:

-Yvonnel es vuestra -apretó los labios un momento-. No es asunto nuestro su status en este lugar, bastante castigo es permanecer alejada de los suyos.

Nebjeperure asintió:

-Estamos de acuerdo entonces.

-El pacto está sellado -anunció la drow-. Dejaremos la mercancía donde nos digáis y recogeremos nuestra parte.

Nebjeperure chasqueó los dedos y el visir se acercó haciéndole una reverencia:

-Divinidad.

-Conducidles a los almacenes y que se produzca el intercambio -le pidió sin apartar la mirada del conjunto de drows.

Él ya sabía que les esperaba un largo camino para descubrir la verdadera naturaleza de su divinidad tutelar. Caótica y caprichosa, era capaz de sorprender a todo aquel que no la conociera en profundidad. No dudaba en absoluto que ella conseguiría llevarlos al camino del equilibrio por muchas vueltas que pareciera dar… si había probado a Yvonnel, no le extrañaría que hiciera cosas parecidas con los demás hasta quedarse con aquellos que ejemplificarían a los suyos.

-Estaremos en contacto Divinidad -le anunció la líder antes de retirarse junto a los demás detrás del primer ministro.

Atrás dejaron el cadáver que se deshizo ante los ojos de la corte mientras la viuda negra se quedaba observándolo con detenimiento, como si esperase algo.

-Mi cariño por vosotros no ha disminuido lo más mínimo -le aseguró Nebjeperure-. Y si algún día queréis volver a estar con vuestro hijo… ahora nada ni nadie os lo impide, a ninguno de los dos.

Luego se dirigió a la joven drow, al lado de la cual se había situado la Matriarca. La primera bajó la mirada en señal de respeto mientras la Gran Esposa Real de su abuelo la animaba a mirarlo a los ojos.

-Olvida lo que han dicho del castigo Yvonnel -le dijo Alauniira-. Aquí sólo tendrás que habituarte a la luz del sol.

Él sonrió y le comentó:

-Araushnee te ha sometido a duras pruebas para fortalecer tu espíritu y sé que en muy pocas veces se equivoca en este aspecto.

-Pero ella me ha rechazado -repuso la joven con una humildad rara en su raza.

El joven monarca puso una mano en su hombro y le contestó:

-Ella te ha elegido para que seas libre para escoger tu camino, te tiene tanto aprecio que no te ata a su culto y sus dogmas -verla sonreír lo alegró-. Si sientes que te falta el patrocinio de una deidad, no te preocupes, hay muchos dioses para los cuales será un honor tenerte como su fiel.

Ella preguntó desconcertada:

-¿Y qué se supone que voy a hacer?

-Permitidme -pidió Alauniira previamente a anunciar-. Acabas de nacer en tu nueva vida, por lo cual se te dará un nuevo nombre.

Ahí ella demostró su curiosidad:

-¿Como cuál?

-¿Qué te parece Ib? -le propuso Nebjeperure con amabilidad-. Al fin y al cabo, es tu corazón el que te ha traído a este renacer.

Ib asintió vigorosamente, luego respondió agradecida:

-Para mi será un honor llevar ese nombre.

-No olvides que aquí el corazón es lo que se pesa frente a una pluma -dijo el Gran Vidente-. Y el tuyo ha demostrado tener el mismo peso que ella.

El rey de la Tierra Negra la cogió de la mano, descubriendo que su tacto era agradable. Se alegró de ver que en ningún momento lo rechazaba, en todo caso hacía todo lo contrario… pues sintió cómo agarraba suavemente la suya y eso le transmitió una sensación tan agradable que no quería que acabase.

-Te mostraremos tus habitaciones antes de la cena -le anunció.

Nessariäh intervino con algo baladí para relajar el ambiente:

-Y escogeremos un vestuario más acorde a esta nueva vida, pues nos movemos por muchos sitios.

-Mañana te enseñaremos la ciudad -declaró el Hijo de Atón.

Ib dijo algo azorada:

-Pero algo tendré que hacer a cambio…

-De momento ser tú misma, que es lo que te ha traído hasta aquí -le dijo tranquilizador Nebjeperure-. En el futuro tú misma lo averiguarás, no te apresures.


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