Familia

La familia te da la energía para salir al mundo con cada amanecer.

Los sueños eran un mundo curioso, algo así como una dimensión distinta con sus propias leyes.

Los especialistas en ese tema decían que los sueños eran una forma de comunicarnos con nosotros mismos cosas que en el día a día dejábamos de lado. Revelaban nuestros miedos y deseos más profundos, mezclados muchas veces con recuerdos más o menos agradables… incluso en ocasiones nos daban la solución a los problemas a los que habíamos estado dando vueltas durante el día.

En el caso de Nebjeperure no variaba demasiado. Sólo que en su caso debía prestarles atención a los sueños porque estos solían tener un mensaje transcendental.

No eran raros los sueños que evocaban recuerdos o deseos, tampoco aquellos en los que los protagonistas eran unos problemas que debía solucionar pues tal era su misión para hacer prevalecer el reinado de Maat.

En esta ocasión el sueño podía entrar en la clasificación de recuerdo. Ya que lo primero que vio fue una escena que parecía sacada del día anterior, tan vívida era. En ella viajaba en un carromato junto a su madre y dos dioses que por él habían firmado una tregua en su hogar y que se extendía a toda su familia.

Eran otros tiempos, aquellos en los que su ib[1] rebosaba amor y se sentía correspondido por quienes lo crearon y tal era su aprecio hacia él que aparcaron viejos rencores y decidieron enderezar su rumbo en todos los sentidos.

Tiempos en que los dioses caminaban junto a él.

No como ahora en el que las deidades acudían a él cuando las llamaba explícitamente para que lo ayudaran para intervenir en la resolución de alguna injusticia.

Y su madre junto a su inseparable pantera. Aquella mujer seria que, sin embargo, había ofrecido lo mejor que ella tenía por su felicidad y bienestar. No podía decirse menos del gran felino, que había sido algo así como su gran peluche paterno.

A oídos de cualquiera podía sonar ridículo, pero para él tenía toda la lógica del mundo.

En ese momento sintió su presencia de tal modo que deseó que aquello fuera la realidad y lo que había vivido había sido un mal sueño.

Mas no era así, ya que la escena cambió radicalmente.

Ya no estaba bajo el cielo abierto sino en una suerte de palacio oscuro iluminado con fuegos fatuos y objetos mágicos. No le fue difícil averiguar que aquella estancia era una capilla dedicada a la Reina Araña de los drows por la escultura central de una hermosa drow con cuerpo de arácnido.

No, definitivamente le gustaba más cuando aparentaba una drow.

No era la única estatua. La estancia con columnas estaba decorada con otras efigies, pertenecientes a drows, siempre femeninas y todas ellas a cierta altura.

Al pie de una de ellas una adorable niña drow con dos trenzas atendía a las instrucciones de  otra más mayor que le daba instrucciones para subir y limpiar la escultura con un paño. Cuando la pequeña intentó trepar la instructora, ¿su hermana?, la azotó con un látigo que acababa en cabezas de serpientes mientras le gritaba.

Sintió unas fuertes ganas de castigarla a ella mientras el llanto de la niña lo acongojaba. Una amenaza con el látigo fue suficiente para que dejara de llorar y usara la insignia de la casa para ayudarse a levitar hasta la estatua y ponerse a limpiarla para satisfacción de la enseñante.

No, nunca entendería la violencia como método para enseñar a las nuevas generaciones. Y eso que antaño él habría recibido severos bastonazos por parte de su maestro de no ser por las serias instrucciones de su padre al respecto y la intervención de Protector de Maat.

La escena cambió.

La niña había crecido y ahora era toda una mujer en apariencia. Sin embargo, seguía siendo educada, preparada para servir a la Reina Araña.

Ahora estaba en otra estancia, un lugar de entrenamiento. Allí estaba ella, con sus dos trenzas eligiendo armas bajo la atenta mirada del Maestro de Armas que, curiosamente, le sonreía con una benevolencia que le recordaba a la del Gran Vidente o el Rey de los elfos.

Lo que vio una y otra vez fue distinto a lo que había visto con la mujer. El hombre era duro, pero en absoluto cruel, de hecho llegó a ver una complicidad que ambos ocultaban de cara al resto de la familia y la sociedad. Se demostró que un buen maestro conseguía mucho más tratando bien a sus alumnos y adaptándose a ellos que haciendo todo lo contrario.

Pero naturalmente tenía que ocultarlo todo lo que pudiera. O su existencia correría peligro.

Lo sabía porque Alauniira se lo había contado y antaño la Reina Araña se lo había mostrado cuando se escondieron entre los drows para evitar los elfos dorados que lo buscaban.

La escena volvió a cambiar.

Ahora la chica era la maestra de su hermano menor, al que le mandaba la misma misión que su propia hermana. Pero aplicaba la política del Maestro de Armas y el niño cumplía con los objetivos ilusionado al saber que lo lograba antes que nadie.

De pronto entró aquella hermana mayor y empezaron a discutir sobre la educación del hermano. Cuando vio que iba a pegarle con el látigo ella se interpuso y recibió el latigazo en su lugar antes de agarrar el látigo en sus manos y hacerla caer al suelo.

Su hermana mayor salió de allí humillada.

Y probablemente ese fuera el único error que cometió la chica, dejarla marcharse para que revelase su secreto.

Lo que vio a continuación sucedió años después. Los dos hermanos se encontraban en la ceremonia de graduación y debían someterse a la obligación de yacer con el género contrario para terminar sus estudios.

Ambos se aliaron para no hacerlo.

Y ahí fue cuando su hermana se tomó la revancha.

La Matriarca de la casa castigó a los dos hermanos con unas sádicas torturas que los dos aguantaron sin derramar unas lágrimas que corrían por su interior. Ya no por ellos, sino por ver que su familia era tan oscura que no le importaba qué sacrificar para ser grata a los ojos de su caótica deidad.

Poco después la casa fue atacada por la que parecía la líder de la ciudad. En medio del desorden, la chica le facilitó un camino de huida a su hermano menor, que nada pudo hacer cuando las Altas Sacerdotisas de la casa reinante la cogieron y la llevaron.

Vio la desesperación en el hermano y la determinación en ella. La chica estaba satisfecha de su acto y no se arrepentía.

La vio encerrada en una celda dejando que saliera de su ib toda la tristeza que le producía el hecho de vivir en una sociedad poco dispuesta a cambiar o aceptar lo diferente porque era signo de debilidad.

Entonces fue cuando despertó sobresaltado.

Debía ayudar a aquella chica. No merecía lo que estaba padeciendo…

Lo que no entendía era en qué estaba relacionado con su vida anterior. Eso le dio una sensación de zozobra que Sa detectó enseguida y por ello se restregó contra él mientras ronroneaba para tranquilizarlo. Lo acarició con lentitud mientras murmuraba:

-Madre sabría lo que hacer, seguro.

De pronto la nostalgia lo invadió. ¿Cómo no echarla de menos después de lo que habían vivido juntos?

Mas recordó las lecciones que ella le diera entonces y que su familia le había hecho aprender de nuevo. Se sobrepuso, debía hacer que ella se sintiera orgullosa de él.

Y quizá la Reina Araña acabara por decidir qué era lo que realmente quería… porque si bien su muerte la habría llenado de amargura y rencor, como buena Tejedora del Destino, sabría que acabaría llegando a aquel punto.

¿Qué podría hacer? No quería provocar una guerra que exterminase a toda una raza eliminando a aquellos que eran como la chica.

Oh, pero había alguien a quien podía recurrir y la tenía a mano.

O eso pensaba.

Le daba vergüenza sólo pensar en qué podría estar ocupada.

“¿No puedes ser un poco adulto sen-sheri[2]?” le pareció oír la voz de su hermana divertida, como siempre con sus pullas.

Ya bueno, una cosa era ser adulto y otra muy distinta interrumpir a esos dos… su abuelo lo encerraría en su habitación por una buena temporada, eso seguro. Aunque bueno, si la cuestión era salvar a una bella, porque lo era, doncella en apuros… el castigo no sería tan terrible.

Sa vas a tener que ayudarme -le dijo al leopardo negro.

Este gruñó y como siempre le dio con el hocico en la mano, como antaño también lo hacía Mek.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que hacía tiempo había amanecido. Aunque le gustara jugar en la cama, el Magnífico no era de los que remolonease, así que había posibilidades… o eso esperaba.

“A la Duat con todo, que me encierre si quiere” pensó.

Sin cambiarse ni nada se dirigió al salón mientras rezaba para encontrárselos allí y no tener que ir a donde no quería ir. Iba a morirse de vergüenza.

-Venga ya -se dijo a sí mismo simultáneamente el gran felino le volvía tocar con el hocico.

Se encontró con las puertas de la estancia abierta. Allí estaban todos en torno a la mesa en la que habían servido un delicioso y abundante desayuno.

-Buenos días mi pequeño -le saludó cálidamente su padre.

En cambio, su abuelo gruñó:

-¿Esas son formas de presentarse?

Naturalmente se refería a no haberse cambiado de ropa.

Y pensaba que iba a evitar la vergüenza. Con esta familia era una misión imposible.

-Yo… -dijo buscando recuperar la compostura- quería hablar con Alauniira.

La Matriarca no mostró sorpresa alguna y le sonrió previamente a preguntar:

-¿Quieres que hablemos en privado Nebjeperure?

El Magnífico lo fulminó con la mirada antes de rezongar:

-La privacidad solo la hay entre ella y yo.

Usermaatre se rio:

-¿Crees que te la va a robar o algo así?

-Eso es absurdo -dijo la Gran Esposa Real de su padre antes de proponer-. ¿Prefieres que nos vayamos nosotros?

Nebjeperure negó con la cabeza y se apresuró a replicar:

-No es necesario, al final nos compete a todos.

-Te escuchamos -lo invitó a hablar su padre.

Nebjeperure suspiró:

-He tenido un sueño muy extraño -apretó los labios-. En realidad, son varios que creo que están relacionados.

El Grande lo invitó a hablar:

-Adelante, quizá te podamos ayudar.

-En estos momentos echo de menos a Yuya -dijo el Hijo de Atón quitándole gravedad al tema-. Haremos lo que podamos.

El Divino Señor de las Dos Tierras procedió a hacerlo. Les contó sus sueños con todo lujo de detalles sin ocultar nada, ni siquiera los sentimientos que estos le inspiraban; tanto positivos como negativos.

Le llevó un buen rato ya que normalmente lo que hacía era dibujarlos. Pero sentía que debía obrar así de modo que su ib soltara toda la carga que había acumulado conforme era testigo de aquellas escenas que las había vivido como si realmente estuviera presente.

Cuando terminó de hablar se hizo el silencio, uno que lo incomodó y le produjo escalofríos.

Entonces Alauniira lo rompió levantándose con elegancia para seguidamente acercarse a él con un pergamino en la mano. La Matriarca le sonrió y le tendió el documento indicándole:

-Supongo que te refieres a esta chica.

Él lo abrió y sí, efectivamente era ella. Tan deslumbrante como en sus visiones, ahí radiante de felicidad. Parecía mentira que un ser como aquel pudiera sufrir tanto sin romperse o convertirse en una más como el resto de su raza.

-Se llama Yvonnel -le reveló la Matriarca-. Y te está destinada.

Su abuelo gruñó molesto:

-¿Ya nos podían haber avisado de los sueños no?

El rey de la Tierra Negra lo ignoró y se fijó el mensaje.

“Ella es para ti Nebadur, Araush”

Un momento… ¿cómo?

Eso resolvía parte del enigma. El motivo de los viejos recuerdos, la visión de las vivencias de aquella chica.

Y también lo desconcertaba un poco. Pese a su caótica naturaleza y lo que habría pasado con su desaparición, Loth lo seguía queriendo. Ese podía ser el motivo por el que ella y Corellon habían firmado la tregua para frenar aquella batalla cuando nacieron las niñas

Tal vez no todo estaba perdido en su caso.

No iba a revolucionar la sociedad drow o élfica.

Sólo quería ayudar a esa chica, salvarle de un destino que adivinaba atroz.

¿Pero qué quería decir con eso de que era para él?

Quizá debería hablar con la Reina Araña. Vale, tenía que ser serio, ¿respondería la diosa a su oración siendo ahora un humano? ¿Y si lo estaba poniendo a prueba?

¿Y sí…?

Demasiadas preguntas, muchas dudas.

Ellos, allá donde estuvieran lo seguían queriendo. No tendía duda de eso… ¿y qué pasaba cuando ocurría eso? Que buscabas lo mejor para aquellos a quienes querías.

¿Cómo se aplicaba eso al mensaje?

Ella era lo que en el fondo Loth deseaba que fuera su sociedad, un deseo enterrado bajo capas de rencor y amargura. Quizá… quería para ella un futuro que sólo podía tener si la acogía y le enseñaba el mundo que regía la Regla… cosa que deseaba hacer…

Pero para eso había que traerla, sacarla de allí donde estaba.

-Tenemos que rescatarla -dijo resuelto.

Usermaatre le dijo socarrón:

-Echa el freno muchacho, no creo que sea una doncella en apuros común.

-No, no lo es -señaló la Matriarca mirándolo a los ojos-. Escúchame bien Nebjeperure, voy a decirte lo que la Señora del Este me ha dado a conocer: ella va a acudir a ti.

El joven regente la miró desconcertado antes de preguntar:

-¿Cómo?

-Un rescate a domicilio -dijo divertido su padre.

La Gran Esposa Real de su abuelo asintió previamente a confirmarlo:

-Algo así.

-Pero Araushnee… y Corellon… -dijo dubitativo recordando el sueño en el que estaba junto a ellos, su madre y Mek.

Nessariäh intervino tranquilizadora:

-Esos dos volverán a ser quienes fueron cuando te vean feliz.

-¿Feliz por un rescate a domicilio? -planteó confundido.

La Matriarca respondió:

-Algo así.

-No puedes controlarlo todo muchacho -le recordó una vez más el Magnífico-. Esta vez debes dejar que las cosas sucedan.

Él negó con la cabeza:

-Eso no es muy…

-Propio de ti -terminó la frase el Hijo de Atón-. Deja que quienes te quieren te cuiden, por una vez debes ser tú el rescatado.

Nebjeperure le preguntó turbado:

-¿Otra vez usando vuestra Videncia Padre?

-Menos mal que no lo hace a menudo -reconoció Usermaatre-. Seguro que acabaríamos bastante mal de la cabeza.

Su padre rodó los ojos y se acercó a él para estrecharlo entre sus largos brazos, de esa manera tan particular suya que lo hacía desprenderse del peso del mundo por un momento. Durante unos minutos todas las dudas y preocupaciones desparecieron dejando lugar para solo una cosa: la confianza.

Sheri-re -le dijo acariciando su cabeza rapada-. No le des muchas vueltas, ve a cambiarte y ven a desayunar.

El rey de la Tierra Negra sintió las lágrimas deslizarse por los rabillos de los ojo. Seguidamente contestó:

-Sí Padre.

-Ha empezado un nuevo día -anunció el Gran Vidente-. Un nuevo comienzo, nuevas oportunidades.

Usermaatre bromeó:

-¿Qué le han echado a su desayuno? Yo quiero de eso.

-Está como siempre -opinó su abuelo con desenfado-. Así que no, no puedes robarle el desayuno a mi hijo.

Su padre se rio quedamente y lo empujó hacia las puertas:

-Anda ve, nosotros te esperaremos aquí.

El Divino Señor de las Dos Tierras hizo un gesto afirmativo. Sólo entonces se dio cuenta de algo, no estaban todos. Y eso no sabía si era bueno o malo.

-¿Y Gaia? -preguntó extrañado.

Nessariäh dijo con suavidad:

-Ya sabes cómo es.

-Y no, no se ha ido a por tabaco -hizo el Grande el chiste fácil.

Su abuelo sacudió la cabeza y dijo con sorna:

-A ver si el que tiene algo raro en el desayuno vas a ser tú.

-Gaia aparecerá cuando lo desee -señaló su padre-. Yo que tú no le dejaba verte con este aspecto o la desconcertarás y a saber qué consecuencias tendría eso en cualquier parte del mundo.

Así fue cómo el Hijo de Atón logró que regresara a su habitación riéndose relajado, de una forma que momentos antes pensaba imposible.

Sólo una magia podía conseguir es: la familia.

Y quería enseñarle eso a Yvonnel.


[1] Ib: Corazón

[2] Sen-sheri: Hermanito.


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