Tinieblas

Si sigues el camino de la rectitud, incluso en la noche más oscura siempre habrá unos ojos que vean a través de ella que te guiarán.

El ataque comenzó poco después de que Atum se ocultara tras el Horizonte Occidental. Aha y las estrellas, así como todo lo visible por el ojo humano pareció devorado por unas tinieblas que recordaban poderosamente a las de tiempos antiguos.

Todos dormían a esas horas. Ni siquiera los soldados que vigilaban los límites de la Ciudad del Horizonte de Atón se percataron de lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde, cuando seres procedentes de la mismísima Duat apagaron las llamas de sus antorchas como lo hicieron con sus vidas sin tener tiempo para avisar de aquel peligro invisible.

Aquellos demonios apenas emitían ruido, como si sus sonidos fueran camuflados por la oscuridad. De ese modo sus potenciales víctimas ni siquiera se enteraban de que su destino estaba zanjado.

Pero no todo funcionó como los inductores de aquel ataque, aquellos que marchaban detrás de aquellos demonios, pensaban. Las alarmas mágicas de las murallas de la ciudad, de las casas y de los propios palacios se activaron llenando los oídos de aquellos dispuestos a escuchar y, al menos temporalmente, espantando a esos seres de traspasar aquellas barreras mágicas.

Esas defensas fueron providenciales, probando una vez más de parte de quién se encontraba la Divina Potencia Creadora. Sus valedores se batirían en cualquiera que fuera la circunstancia hasta su último aliento.

Un compromiso que se ponía a prueba una más.

Nebjeperure al principio creyó que era un mal sueño, sin embargo, las alarmas al despertarlo le señalaron que no era así.

Los sacerdotes habían decidido dar su golpe, que pretendían ser el final.

Sus últimas actuaciones habían probado que eran algo más que una simple molestia y por eso querían quitarlos de en medio, sin entender en absoluto lo que eso implicaba. Y si lo entendían, su objetivo sería mucho peor y no podían consentir que eso ocurriese.

Al abrir los ojos encontró una bola de luz solar delante de él.

Luego notó una mano sobre su hombro y entre las sombras entrevió a su padre y a Nessariäh, esta última llevaba a Meritre en un portabebés en su espalda.

-Son los sacerdotes -le informó el Hijo de Atón-. Tenemos que actuar.

El Divino Señor de las Dos Tierras asintió y replicó:

-Ocultan a los demonios en las tinieblas para que no los veamos venir.

-Por fortuna contamos con quienes sí pueden ver en la oscuridad -añadió la Gran Esposa Real de su padre.

Sa gruñó como confirmando sus palabras.

El Gran Vidente comentó:

-Debemos reunirnos y decidir un plan antes de que esto resulte un baño de sangre.

-No pasará eso si jugamos bien nuestras cartas -declaró con seguridad el rey de Shemeu y Tamejeu-. Hay algo que debo hacer, necesitaré vuestra ayuda.

Su padre se limitó a hacer un gesto afirmativo antes de contestar:

-Sólo dinos lo que hacer.

-Debéis guiarme hasta el Emblema de Atón, necesito llegar hasta él -solicitó.

Normalmente eso no era un problema. Se conocía el Hat-Atón como la palma de su mano y podría llegar a él a ciegas. Pero aquellas tinieblas eran tan espesas que apenas se podía ver lo que se tenía a un metro, así que podía chocarse con muros, muebles y personas que no llevaran algún tipo de fuente de luz.

Por ello, después de prepararse apresuradamente para la ocasión, el Gran Vidente creó para él un pasillo de luces que lo llevó desde su habitación hasta el puente que unía el Gran Palacio con la Casa del Rey. En su centro se ubicaba la Ventana de Apariciones ante la cual se encontraba el Emblema de Atón.

El disco solar del báculo parecía luchar contra las tinieblas a su vez y por ello les fue relativamente fácil encontrarlo. Al agarrarlo con la mano la luz que emitía se intensificó y ello le dio pie para realizar la primera invocación:

-¡Bajo la égida de la Divina Potencia Creadora yo llamo a las fuerzas divinas creadoras! -cerró los ojos un momento para luego abrirlos- ¡La Más Poderosa[1], Montu, El Elevado[2] y Grande en Fuerza[3], alzaos y luchad conmigo!

Una leve brisa una sensación de mareó le indicó que su oración había sido escuchada y que los dioses mandarían a sus guerreros a luchar al campo de batalla.

Pero no era suficiente. No eran solo los demonios, también estaban los sacerdotes.

-Vamos con tu abuelo y Usermaatre -le dijo su padre con suavidad.

El rey de la Tierra Negra se dejó llevar.

Había mucho que planear y poco tiempo.

Los enemigos estaban próximos a la zona urbana y había que evitar la carnicería que los traicioneros sacerdotes del Ocultos pretendían llevar a cabo con tal de llegar hasta él.

Sacudió la cabeza, no quería ni pensar en los planes que tenían para él.

El Grande y el sabio regente los esperaban en la sala de recepciones privada junto al General de los Ejércitos Mahu y la Matriarca que también llevaba a MeketBastet en un portabebés en la espalda.

Para muchos no parecía una acción muy sensata llevarse a las criaturas a una batalla. Mas esos mismos no entendían, que dejarlos sin la protección inmediata y efectiva que les proporcionaban sus progenitores suponía dárselas en bandeja de plata a los enemigos que podrían buscar usarlas en su contra.

Y Alauniira y Nessariäh, ambas experimentadas en la guerra, conocedoras de lo que suponía la vida que habían elegido para su familia, habían tomado una decisión de lo más acertada y de la que no las convencerían para cambiar.

-He invocado a los hijos de la Señora del Este -anunció la drow-. Ellos como yo los verán perfectamente y no los dejarán acercarse.

El Hijo de Amón tomó la palabra y le instó a Mahu:

-Quiero que mandes a la mitad del ejército al Norte y a la otra Mitad del Sur.

-Sí Majestad -dijo el aludido con un saludo marcial.

El sabio regente añadió:

-Quiero que llevéis el mayor número de antorchas posibles para atravesar las tinieblas.

-Pero Majestad -objetó el jefe de la guardia-. Entonces nos verán.

Usermaatre intervino:

-Vosotros los veréis, así igualaremos las fuerza -seguidamente agregó-. Y diles a tus hombres que no se olviden de nuestro objetivo principal, los sacerdotes.

El guerrero replicó:

-Sí Majestad.

-Yo iré contigo al Sur -continuó el Grande-. Nebmaatre y Alauniira marcharán al Norte.

Su padre objetó preocupado:

-Dividir nuestras fuerzas…

-Eso es lo que quieren -admitió Nessariäh.

El sabio regente replicó:

-Así obtendrán una doble derrota -seguidamente explicó-. Alauniira ve en la oscuridad junto al apoyo de la Señora del Este, ella me guiará a donde no alcance mi antorcha a la hora de atacar con mis rayos y espada.

-¿Y yo qué? -cuestionó Nebjeperure-. Está claro que esto se debe a que les han perjudicado mis últimos golpes… irán a por mí.

No le gustaba que lo dejasen atrás. Quería participar en la defensar de su hogar y su familia.

Y también quería evitar que lo usasen para hacer daño a lo que más quería. Esas eran las dos cosas que más temía.

Su abuelo respondió:

-Por eso tu padre y Nessariäh se quedarán contigo. Tendréis luz suficiente para enfrentaros a lo que traspase nuestras líneas.

¿Sería suficiente con todo eso?

Aún con todos sus recursos, sus invocaciones… sentía que el poder de los religiosos los sobrepasaba. Y esa desigualdad injusta era muy peligrosa para todos ellos.

Empero tampoco quería infundir pesimismo y temor. Tenía bien presente que eso afectaría no solo a sus seres queridos sino al propio ejército y a los habitantes de la ciudad que estarían pasando por su peor momento en siglos… sin contar cuando se preocuparon por su estado en tiempos de grandes turbulencias como el que había provocado su intervención en Urusalim

-Está bien -accedió.

Satisfecho, el Magnífico se despidió:

-Perfecto, nos ponemos en marcha.

-Nos veremos al final de las tinieblas -dijo la Matriarca.

Usermaatre se mostró de acuerdo:

-Traeremos la luz de vuelta.

Para lo cual tendrían que vencer en una batalla que lidiarían a oscuras con unas incertidumbre que no lo dejaba tranquilo y que trató de mantener a raya para que no vieran sus propias dudas.

Para cuando se dio cuenta la drow, su abuelo, el Grande y Mahu se habían marchado al frente que tenían a las puertas. Mientras, su padre y su amada reforzaban las defensas humanas y mágicas del Hat-Atón haciendo encender más luces, creando bolas de luz allá donde no llegaban las lámparas y las antorchas.

Impotente, el joven quiso invocar a varias diosas más:

-Escuchad mi oración oh La Terrorífica[4], La que sacrifica[5] y acudid en ayuda de vuestros valientes guerreros en esta oscuridad con vuestra fuerza y luz -suspiró sin poder disimular el cansancio que le estaba suponiendo tanta invocación-. Gran Maga[6] auxiliad con vuestra protección a vuestros hijos leales a Maat.

Se vio interrumpido por la Gran Esposa Real de su padre. La elfa dorada le acercaba una silla diciéndole:

-Ahorra energías.

-No sabemos cuánto va a durar esto -estuvo de acuerdo su padre acariciando la cabeza de Sa que se mantenía a su lado-. Es mejor que conserves tus fuerzas.

Nebjeperure apretó los labios y respondió viendo como ambos consortes tomaban posiciones en ambos accesos a la estancia armados hasta los dientes:

-Cuanto menos dure mejor -luego anunció solemnemente-. Sólo me queda llamar a alguien más.

El Hijo de Atón:

-Ya es suficiente, veo que las fuerzas divinas están dando una buena paliza a los demonios.

Pero no decía sacerdotes. ¿Por qué no los mencionaba? Ellos eran los causantes de todo aquello, si se les detenía cesaría todo.

-Lo sacerdotes -señaló con seguridad-. Hay que ir a por ellos, ahora están seguros de fuerza y de que nos tienen distraídos, lo cual revelará su flaqueza y es ahí donde ella puede actuar.

-¿Ella? -inquirió Nessariäh.

El Gran Vidente adivinó enseguida su pensamiento:

-Hablas de Gaia -acto seguido preguntó-. ¿Qué te hace pensar que esto le implica?

Oh, había dos razones de peso.

-Porque los sacerdotes son en gran parte los responsables de su sufrimiento -enumeró Nebjeperure- y porque tenemos una alianza… tenemos enemigos comunes que ella puede exterminar en cantidad aquí y ahora.

Su padre y su amada intercambiaron una mirada cómplice previamente a que esta dijera con tranquilidad:

-No pasa nada por probar.

“Aparte del hecho de que habrá menos inocentes muertos” meditó el joven regente.

-Está bien, adelante -lo apoyó el Hijo de Atón-. Nosotros te respaldaremos.

El rey de la Tierra Amada cerró los ojos y susurró respetuosamente pero en el tono que emplearía con un amigo de máxima confianza plasmando así la fe que tenía en aquella alianza que inclinaría la batalla en su favor:

-Escúchame Gaia, después de los últimos golpes, los sacerdotes han enviado la oscuridad y los demonios a mi hogar amenazando todo aquello a lo que quiero y lo que vela por el reinado de la Divina Potencia Creadora -hizo una pausa-. Te ruego que nos ayudes frente a ellos y vuelques tu ira sobre ellos para que el Equilibrio subsista y se refuerce.

Tras esa llamada sintió que se debilitaba, pero algo lo sostuvo en su asiento mientras Sa gruñía para arrojarse sobre el primer demonio que entró. Después entraron más seguidos por unos leones  y los pocos que esquivaron a los leones se las tuvieron que ver con su padre recitó los salmos adecuados para derrotarlos y la elfa dorada que con su espada se aseguró de que no suponía una amenaza.


[1] La Más Poderosa: Apelativo de la diosa de la guerra Sejmet.

[2] El Elevado: Apelativo del dios Horus.

[3] Grande en Fuerza: Apelativo del dios Seth.

[4] La Terrorífica: Uno de los apelativos de la diosa guerrera Neith.

[5] La que sacrifica: Significado del nombre de la diosa de la guerra Menhit.

[6] Gran Maga: Uno de los apelativos de la diosa Isis.


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