Marruecos y Libia

Sólo cuando todos marchemos por la misma senda el grande verá su pequeñez y el pequeño su grandeza.

El camino era peligroso. Hacía horas que habían dejado atrás cualquier poblado construido en general de adobe y habitado por gente sencilla.

Aha, con su luz plateada, los guiaba por una senda pedregosa en la que tenían que tener mucho cuidado a la hora de avanzar. Cualquier mal paso o tropezón podía ser fatal para ellos por muy acostumbrados que estuvieran a semejantes caminatas como habituados también estaban a recorrer lujosos pasillos de palacios o centros de oficinas.

No se oía nada, salvo sus pasos avanzando lenta pero constantemente. Lo cual su intuición ya le decía que era peligroso.

-¿Seguro que es por aquí? -preguntó el Grande.

La Matriarca respondió con tranquilidad:

-No hay duda del rastro.

-Nunca aprenderán -gruñó su marido.

Nebjeperure sólo atinó a sonreír levemente. Era típico de sus enemigos no tener cuidado, pues se creían invulnerables y que se librarían de su ira… o que cumplirían sus planes antes de que los llevase a las puertas de la Duat.

-Estamos cerca -anunció señalando con el disco solar luminoso la disimulada entrada a la cueva.

Cualquier otro la hubiera pasado por alto. Pero no alguien natural de aquella recóndita región… o alguien con demasiada experiencia a sus espaldas.

Con aguzar el oído bastaba para oír los oscuros cánticos que llamaban a Geb, la fuerza divina creadora de la tierra, invocando su furia impotente por no poder unirse a su amada esposa y hermana Nut, la diosa del cielo.

Sí, los dioses tenían también sus puntos débiles.

Y los sacerdotes del Oculto eran tan rastreros como para recurrir a ellos con tal de conseguir el propósito de la mayor destrucción posible, vidas inocentes que tendrían un prematuro final sin remedio.

-Primero enviaremos al mensajero -anunció la mujer de negra piel como ébano que llevaba a su dormida hija colgando de su espalda mientras sacaba el látigo con cabezas de serpiente que siempre la acompañaba.

Siendo concretos no era solo. Eran varios leones de las montañas que sigilosos entraron en la cueva y que tuvo como consecuencia que los cánticos se acelerasen.

-Es la hora -dijo el Gran Vidente-. La velocidad es esencial.

Su abuelo le instó:

-Tú detén el desastre, nosotros nos haremos cargo de lo demás.

Era fácil decirlo.

Hacerlo era otro cantar.

Y más con lo que vieron al entrar a la luz de unas antorchas. Sacerdotes rodeados por un círculo de fuego que pretendía mantener alejados a los grandes felinos y una chica, una niña apenas, atada a un altar a la que el jefe quería clavar una daga en el pecho y hacer que su sangre corriera hacia un agujero que había en el suelo.

“Maldita manía de sacrificar vírgenes” pensó irritado.

Esa costumbre había quedado muy atrás, cuando los propios dioses les dejaron claro que ese tipo de sacrificio no era de su agrado.

Pero claro, todos tenían un pasado… incluidos los divinos que a veces se veían tentados.

-¡ALTO! -ordenó clavando la parte inferior del Emblema de Atón en el irregular suelo.

Unas palabras y el círculo de fuego desapareció abriendo el camino a los enviados de la Señora del Este.

El sacerdote se rio de él mientras clavaba el puñal en el pecho de chica:

-¡Llegáis tarde Kheru[1]!

-Yo no lo tengo tan claro -dijo Nessariäh que también llevaba a su hija dormida en la espalda para estar bien pertrechada con su arco y flechas.

Un disparo certero fue directo al corazón del sacerdote que sólo pudo poner cara de sorpresa antes de derrumbarse en el suelo que empezaba a agitarse tras recibir sangre procedente del sacrificio.

Entonces estalló el caos. Los leones se dieron el gran festín con algunos de los sacerdotes que sólo consiguieron retrasar un poco lo inevitable. Entre el tembló y el suelo irregular, sus contraataques no surtían el efecto deseado.

Mientras tanto el Hijo de Atón, el Magnífico y Usermaatre se lanzaron Jepesh en mano contra los sacerdotes que intentaron escapar con un rotundo fracaso.

Ante aquella escena se quedó paralizado.

Habían sido capaces de derramar sangre inocente para que mucha más corriera por aquellas tierras. Gente que en realidad apenas interesaba a quienes la gobernaban con mano dura y que, si no vivían del turismo que daba pingües beneficios hacia parte de la sociedad, se veían obligados a hacer un viaje peligroso en busca de una vida mejor… que no solía ser tal.

Era uno de los peores atentados contra la Divina Potencia Creadora de los que había sido testigo.

Lo envolvió un enorme malestar mientras todo se movía a su alrededor. De su mano cayó el báculo.

-¡NEBJEPERURE! -lo llamó el Hijo de Amón.

La urgencia le hizo recobrar el control, al menos temporalmente. Se dirigió al agujero al que había caído la sangre. Lo cubrió con sus manos y recitó solemnemente una invocación a Geb:

-¡A vos recurro Príncipe de los dioses! ¡Rechazad esta sangre indigna de vos y aceptar el amor inconmensurable y estrellado de Nut!

Toda la cueva se llenó de hermosas luces que se dirigieron a donde él estaba y atravesaron sus manos llegando a la tierra que dejó de temblar furiosamente.

-¡Os llamo a preservar la creación… que otorguéis la vida donde otros vieron muerte!

Todo se volvió confuso a partir de entonces. El agotamiento se unió a su creciente malestar y no pudo evitar sucumbir a la llamada de la oscuridad que lo aferraba con una fuerza irresistible.

En algún momento fue liberado. Cuando abrió los ojos lo primero que vio fue el rostro preocupado de su padre que le sonrió mientras susurraba:

Sheri re[2]

-¿Qué… qué ha pasado? -preguntó fatigado- Lo último que recuerdo es… que intentaba apaciguar a Geb.

El Gran Vidente asintió:

-Y lo hiciste.

Mas no podía ocultarle la sombra que veía en su expresión.

-No llegué a tiempo… -lamentó con pesar- ¿cuánta gente…?

El Grande negó con la cabeza:

-No lo sabemos, el viejo nos dirá algo cuando vuelva.

Se estaba refiriendo a su abuelo.

-¿A dónde ha ido?

-A llevar a la chica a un hospital -le explicó-, o algo parecido.

Suspiró, sabía a qué se refería. Aquel era un país de contrastes, una parte vivía en la extrema pobreza sin lo imprescindible para vivir y otra en una opulencia que resultaba insultante… y más cuando no se compartía con los que necesitaban ayuda.

-¿Dónde… dónde estamos? -quiso saber el joven regente.

La Gran Esposa Real de su padre le comentó:

-A salvo, aunque la tierra a veces se agita levemente.

No podía hacer nada frente eso. Era el menor de los males.

Había amanecido hacer un rato. Se encontraban a la sombra de un saliente en una zona que de día parecía mucho más desoladora que de noche. Sólo por casualidad se veían algunas plantas resecas que se refugiaban en la escasa sombra que había allí.

-Yo… -empezó a decir buscando levantarse.

El Grande se lo impidió:

-Descansa, has agotado toda tu energía.

Como para confirmar su postura, el leopardo negro puso su cabeza sobre sus piernas y empezó a ronronear. Había que reconocer que era relajante.

El Gran Vidente le tendió una cantimplora y una barrita energética al mismo tiempo que le decía:

-Los vas a necesitar.

Nessariäh agregó entretanto acunaba a su hermana en sus brazos:

-Tómatelo con calma.

-Nos moveremos en cuanto tu abuelo venga con noticias -declaró la drow que también tenía a su tía en brazos.

Afortunadamente las más jóvenes no se habían enterado de nada. Cualquier persona habría desaconsejado llevarlas a la batalla, pero la familia compartía la opinión de que estaban más seguros con ellos ya que de otro modo sus enemigos podían aprovechar su ausencia para llevárselas y hacerles sufrir… por lo cual se negaban a pasar.

Su abuelo regresó un par de horas después. Al verlo hizo un gesto afirmativo:

-Me alegra verte despierto muchacho.

-¿Cómo ha sido de horrible Abuelo? -quiso saber preocupado.

El sabio regente no suavizó para nada su respuesta:

-Has salvado muchas vidas muchacho.

-Pero no tantas como me hubiera gustado -dijo apesadumbrado.

Usermaatre intervino:

-Teniendo en cuenta cómo es este país lo que has hecho es un milagro.

-Así es -declaró el Magnífico-. Los recursos están tan mal repartidos y la clase dirigente es tan inepta que muchas muertes no las habrías podido evitar.

Nessariäh comentó con tranquilidad:

-Deberíamos pensar en los vivos.

-En todos los vivos -insistió Alauniira-. La clase dirigente necesita aprender una lección.

El experimentado monarca llamó a la calma:

-Estoy de acuerdo, pero no olvidemos las prioridades y para ello debemos actuar poco a poco.

El joven regente suspiró:

-Dejadme ver qué puedo averiguar.

Se concentró entrando en contacto con al Divina Potencia Creadora. A través de ella pudo ver que todas las voces a su alrededor tenían razón. Había habido muchos muertos, así como destrucción. Pero lo peor estaba por venir pues la clase dirigente se negaría a dejar a entrar a quienes querían entrar a ayudar dejando a gran parte de la población abandonada, ya que ni ellos mismos eran capaces de llegar a todos.

Esa situación le dolía y lo indignaba. Ahí estaba el origen de ese malestar que no lo terminaba de abandonar, el fin último de los sacerdotes.

Había que hacer algo, de inmediato. No dejaría que más gente sufriera injustamente… y tampoco dejaría impunes a los culpables de su abandono.

Las palabras ancestrales brotaron de su boca llamando a todas las fuerzas divinas creadoras que entendieron cuál era su voluntad. Una a la que ni ningún poder terrenal escapar por mucha ayuda que buscase.

Esa sería su penitencia buscar ayuda para su supervivencia mientras aquellos a los que había dejado abandonados descubrían que contaban con recursos para reconstruir su vida y mejorarla sin tener que arriesgar su existencia en peligrosos viajes cuyo final muchos se empeñaban en ignorar.

Naturalmente eso lo cansó, pero le dio fuerzas para continuar y luchar contra el malestar que incomprensiblemente no mejoraba.

Durante los siguientes días pasaron por varios pueblos, reducidos a escombros en su mayoría. En ellos ayudaban a rescatar a la gente de lo que habían sido sus hogares, curaban heridos y discretamente aparecían pozos con agua potable y recursos de primera necesidad que los ayudarían en el nuevo comienzo a la espera de que les llegara aquellos procedentes de quienes ni siquiera les dedicaban un pensamiento.

Los pozos y los recursos se fueron repartiendo por los lugares más perjudicados, aparte de aquellos lugares por los que pasaban. Todos estaban tan centrados en el cataclismo que no reparaban en un grupo que, pese a vestir discretamente, inevitablemente llamarían la atención en otras circunstancias.

-Aquí va a haber una revolución -anunció en una de aquellas paradas que hacían en las horas más calurosas-. Una que va a partir del pueblo… sin influencias religiosas.

Su abuelo rodó los ojos y dijo con ironía:

-No me da ninguna pena el Comendador de los Creyentes -hizo una pausa para agregar-. Su tiempo e intereses acabaron con este desastre.

La elfa dorada sonrió:

-Es un nuevo comienzo.

-Esta gente nos está tratando muy bien, ofreciéndonos lo poco que tienen -indicó Usermaatre- aunque seamos unos extraños.

La Matriarca asintió y añadió:

-Eso habla muy bien de ellos… dado que no les importa que no seamos creyentes en su religión.

-Eso es porque intuyen lo que somos -concluyó el Divino Señor de las Dos Tierras antes de constatar-. Por no hablar de que Sa se está ganando a todos los niños con los que se cruzan.

-Y porque las niñas hacen su trabajo -puntualizó el Magnífico.

Era una sociedad muy familiar. Ciertamente el padre era el jefe de la familia, pero dentro del hogar quien mandaba era la mujer y lo que se priorizaba siempre eran las futuras generaciones. Verlos a ellos con dos niñas pequeñas abría esa parte que tenía casi toda la Humanidad en común y hacía que se volcasen con ellos y los vieran con los mejores ojos posibles.

-Hablando de familia… -terció el Gran Vidente- Tenemos que regresar a casa.

Nebjeperure negó con la cabeza para sorpresa de todos al mismo tiempo que decía:

-No podemos.

-Ya hemos hecho todo los posible aquí jovencito -le dijo con severidad el experimentado monarca-. Si llamamos la atención de aquellos a quienes les hemos arrebatado sus riquezas tendremos un problema internacional.

Exageraba. Esa gente no se atrevería a ponerles un solo dedo encima.

Esa voluntad divina de la que tanto alardeaban estaba con ellos y lo sabían. Si iban contra ellos irían contra su propio dios… que los sentenciaría.

Por supuesto que les interesaba que se fueran cuanto antes. Mas no podían aspirar a nada más.

-Además causará extrañeza que nos vayamos tan pronto… -siguió diciendo.

Usermaatre repitió frunciendo el ceño:

-Tan pronto.

-Y más sintiendo que este malestar no se va -insistió señalando su pecho con la mano que tenía libre.

Alauniira lo escrutó con la mirada previamente a sacar sus conclusiones:

-Hay algo más.

-¿Algo más como qué? -quiso saber extrañado el Hijo de Amón- ¿No les es suficiente con esto?

Su padre apretó los puños. Su amada posó su mano sobre su hombro para tranquilizarlo. Seguidamente el Hijo de Atón le preguntó al joven monarca:

-¿Se lo dices tú o se lo digo yo?

-¿Decirnos el qué? -gruñó molesto el sabio regente.

De natural era paciente, pero aquellos días tenían su precio. Estaba cansado y añoraba las comodidades cotidianas. Tanto caminar por unas zonas casi inaccesibles protegiéndose a él y a los demás de las réplicas, participar en las tareas de ayuda en las poblaciones… ¿se le podía pedir más?

Pero si bien dentro de Maat el descanso tenía su lugar, en el caso de Isefet no era así. En realidad, era todo lo contrario, aprovechaba el agotamiento para ser más certera y dañina en sus ataques.

Y con eso contaban los sacerdotes del Oculto.

Pero siempre subestimaban a sus hijos y al poder de la Divina Potencia Creadora.

-Libu[3] -susurró Nebjeperure.

Usermaatre enarcó una ceja y cuestionó:

-¿Libu? ¿No tienen ya bastantes problemas?

-Pero este supera a todos los demás -dijo el Gran Vidente con inusitada seriedad-. Debéis intervenir Padre.

El aludido rezongó:

-Ah no, aquí hay tarea para dos… Usermaatre vendrá conmigo.

-Primero tendría que saber a qué problema en concreto se refieren -dijo este.

Nebjeperure decidió ir al grano pues no había tiempo que perder:

-Los sacerdotes han invocado un huracán sobre Libu, romperá un par de presas y causará miles de muertos.

El Magnífico tomó aire y suspiró. Luego se levantó y le dijo seriamente al Grande:

-Usermaatre, cuida de ellos.

-No lo dudes Nebmaatre -le aseguró éste.

Luego se dirigió a los demás en el mismo tono:

-Vosotros continuad como hasta ahora a mi regreso -un torbellino empezó a formarse a su alrededor-. Como encuentre a esos sacerdotes no va a quedar de ellos ni los huesos.

Se desmaterializó ante sus ojos y el torbellino desapareció al elevarse al cielo que estaba cubierto por unas pocas nubes.

Sabían que estaban en un sitio discreto, pero aún y así miraron a su alrededor por si habían visto desaparecer al experimentado regente. Por suerte no fue así, lo cual les ahorraba muchas explicaciones.

-Bien, en marcha -les instó Usermaatre-. Vamos a seguir con el plan.

El rey de la Tierra Negra procuró mantener el ritmo, empero el cansancio y el malestar se acumulaban junto a los movimientos de Geb que casi podían calificar como de risa de la deidad… aunque dado el sistema arquitectónico y estructural del país seguían sido peligrosos; por ello no era de extrañar que la población optase por residir en sencillas tiendas montadas por ellos mismos o sacadas de los recursos que hallaban sorpresivamente al lado de los pozos potables.

Procuró disimular echando una mano aquí y allí, desviando la atención de sí mismo hacia la gente necesitada que deshacía en agradecimientos con ellos y los bendecían. Sin embargo, aunque notó cierta mejoría, se daba perfecta cuenta de que le daban mayor cantidad de alimento y le dejaban dormir más.

Esa era una de las cosas que no podía evitar.

Cuando despertaba actuaban como si nada, pero él sabía que todos estaban al tanto de que aquellas acciones de los sacerdotes y sus aliados lo habían afectado especialmente.

Al llegar a Marrakech observaron que allí se acumulaban todas las personas y enseres enviados para la ayuda. Al Grande le fue sencillo meterse entre ellos y facilitarles el camino a los lugares en los que más eran necesarios, ciertas recompensas y castigos entre la jerarquía burocrática del país hicieron maravillas.

Un país que había empezado a despertar con el terremoto… de sus habitantes dependía si el camino sería explosivo como una erupción o progresivo como la corriente de un río. Por el momento el Divino Señor de las Dos Tierras ya les había quitado de encima el principal obstáculo.

Allí mismo se les unió el Magnífico, cerca del asentamiento montado en una zona apartada. Su semblante era más serio que de costumbre. Su nieto entendió el motivo nada más mirarlo a los ojos.

-¿Tan malo ha sido? -preguntó su Gran Esposa Real demostrando lo bien que lo conocía.

El Hijo de Amón respondió:

-Hice lo que pude con ese huracán, lo cual habrá reducido el número de víctimas.

-Eso es bueno -opinó su padre.

El sabio regente replicó:

-Pero los sacerdotes sabían que esas dos presas no soportarían semejante temporal… con eso solo pude reducir al mínimo su regodeo.

En otras palabras, los había matado. No merecían otra cosa.

-Por no hablar que ese país está dividido en dos facciones que se disputan todos los recursos naturales -siguió diciendo su abuelo-. Por lo que les conviene están más abiertos a recibir ayuda.

Usermaatre captó el mensaje en el acto:

-Y tienes tus dudas del destino real de esas ayudas.

-Tiene razón en dudar -dijo el rey de la Tierra Negra-. Europa va a recibir oleadas de supervivientes de ambas tragedias.

Lo cual llevaría a un tremendo caos, que sería lo que buscarían sus enemigos.

El Gran Vidente comentó:

-Trataremos de gestionar ambos aspectos a Europa y Occidente les interesa ahora que ambos países se recuperen, así que les interesa colaborar y convertir estas hecatombes en una oportunidad.

Nessariäh sonrió antes de añadir:

-Y cuentan con la ayuda de los mejores gestores y administradores de la Historia.

-No me hagas la pelota -gruñó el Magnífico-. Estoy demasiado cansado para que funcione.

Usermaatre le golpeó con el codo entretanto bromeaba:

-Vamos viejo no mientras, sí que funciona.

El aludido suspiró previamente a reconocer:

-Está bien, me conoces demasiado bien -luego se dirigió al joven-. Pero debes saber que allí había algo más que sacerdotes.

Su padre inquirió:

-¿Algo más?

-Así es -confirmó el experimentado monarca-. No está alineada con los sacerdotes ni me la había encontrado antes… pero me dejó claro que estos desastres sólo eran el principio

La Matriarca quiso saber:

-¿Y quién es ella? ¿Debemos temerla?

-Me dijo que tú sabrías quién es -le señaló el Magnífico a su nieto-. Y que llegado el momento trabajaríais juntos o no habría futuro para nadie.

El Hijo de Atón gruñó dispuesto a enfrentarse a lo que fuera:

-Nadie amenaza a mi hijo y vive para contarlo.

-No es una amenaza, es la constatación un hecho -dijo pensativo el joven soberano antes de cerrar los ojos-. Y creo saber de quién se trata… si juego bien mis cartas puede ser una gran aliada en nuestra misión de hacer reinar a la Divina Potencia Creadora.

El Grande alzó las manos llamando a la calma:

-Vayamos por partes, primero nos retiraremos para que tú te recuperes -paró un momento-. Luego tu abuelo y yo intentaremos poner algo de orden en este caos y después…

-Me prepararé para el momento en que tenga que encontrarme con ella -terminó Nebjeperure rotundo notando como el vigor volvía a él, una señal de que ese era el camino a transitar.

La elfa dorada dijo preocupada:

-Entonces sabes quién es.

-Sea quien sea estaremos a tu lado -aseguró su padre mientras Sa gruñía como si lo confirmara-. No estás solo.

El joven monarca cogió las manos de su padre para decir con solemnidad:

-Vuestro apoyo es lo único que necesito para comparecer ante ella sin vacilar.

-Nos tienes en ascuas muchacho -le comentó Usermaatre.

El rey Shemeu y Tamejeu[4] decidió ser directos:

-Hay motivos para estarlo, porque se trata ni más ni menos que la que nos sostiene a todos con vida: Gaia[5].

La cual estaba tan enojada como herida por la acción humana sobre ella. Tenía razones para ello. Pero también abría la puerta a dar con una solución que no llevara al fin de la raza humana o a la propia Tierra.


[1] Kheru: Caído, Hereje

[2] Sheri re: Pequeño sol

[3] Libu: Libia.

[4] Shemeu y Tamejeu: Alto y Bajo Egipto.

[5] Gaia: Personificación de la Madre Tierra, el Planeta Tierra.


Dedicado a los damnificados en los desastres ocurridos en Marruecos y Libia así como a todas las víctimas de las catástrofes acaecidas en el globo durante estos meses.


Relacionado con:

España

Egipto

Persia

Ucrania

Sudáfrica

Un viaje transcendental en el autobús

El inicio de una era

El Encuentro

Anjesenamón

La pandemia

Antes o después comparecemos ante un juez

El regreso de Maat

Ante la balanza

Luz en medio de la Oscuridad

El Reinado de Isefet

La decisión

Maat e Isefet

Símbolo Viviente de la Divinidad

Horus en el Nido

82 comentarios en “Marruecos y Libia

  1. Pingback: Planes | Anuska Martínez

  2. Pingback: Ohana | Anuska Martínez

  3. Pingback: Lento pero seguro | Anuska Martínez

  4. Pingback: Vuelo | Anuska Martínez

  5. Pingback: Los caminos son inescrutables | Anuska Martínez

  6. Pingback: Regreso | Anuska Martínez

  7. Pingback: Fuego | Anuska Martínez

  8. Pingback: Sombras y luces | Anuska Martínez

  9. Pingback: Blancos o negros | Anuska Martínez

  10. Pingback: Fiesta | Anuska Martínez

  11. Pingback: Amor verdadero | Anuska Martínez

  12. Pingback: ¿Qué es el tiempo? | Anuska Martínez

  13. Pingback: El guardián | Anuska Martínez

  14. Pingback: El amor de un padre | Anuska Martínez

  15. Pingback: Dejar al mundo girar | Anuska Martínez

  16. Pingback: Sólo hay un mundo | Anuska Martínez

  17. Pingback: El puente entre la vida y la muerte | Anuska Martínez

  18. Pingback: Las tinieblas y las sombras no son lo mismo | Anuska Martínez

  19. Pingback: Hay seres que jamás debieron existir | Anuska Martínez

  20. Pingback: El mal nunca duerme | Anuska Martínez

  21. Pingback: Delegar no es de débiles | Anuska Martínez

  22. Pingback: Un nuevo Amanecer | Anuska Martínez

  23. Pingback: El Prodigio | Anuska Martínez

  24. Pingback: Las verdades poco a poco salen a la luz | Anuska Martínez

  25. Pingback: Presagios en el pasado | Anuska Martínez

  26. Pingback: Tributo | Anuska Martínez

  27. Pingback: El Gato | Anuska Martínez

  28. Pingback: La pureza de la nieve | Anuska Martínez

  29. Pingback: Tiempo de esperanza | Anuska Martínez

  30. Pingback: Mi corazón juega con mi mente | Anuska Martínez

  31. Pingback: Los cambios siempre asustan | Anuska Martínez

  32. Pingback: Paréntesis | Anuska Martínez

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.