Ucrania

No importa cuánto poder y riqueza se posea… incluso los más horribles actos tienen sus consecuencias de las que no se puede huir.

Fuera de la tienda hacía frío y en los alrededores no había donde refugiarse. Era una explanada verde cerca de un río y con un lodazal casi helado que no hallaba abrigo ni bajo los ramas peladas de los árboles que dormían aguardando el despertar de la Naturaleza.

Solo el sonido de las explosiones recordaba que estaban en un lugar peligroso, un lugar en guerra aunque otros se empeñasen en hablar de una operación militar especial para supuestamente proteger las auto proclamadas repúblicas independientes que quejaban de que su propio país cometía genocidio sobre ellas. Todos conocían la realidad, aquel país corría el riesgo de ser absorbido por una potencia que antaño había nacido de él.

¿Pero a quién le importaba la Historia? Solo interesaba aquella que respondiera a los intereses de unos u otros. Negar y manipular actos del pasado parecía ser una nueva costumbre para legitimar las acciones del presente.

Y nadie pensaba que esto tenía consecuencias.

Las tenía ciertamente. Más allá de los muertos, los heridos, los torturados y la destrucción, estaban los millones de desplazados que buscaban una vida mejor en tierras lejanas mientras los habitantes de estas intentaban sobrellevar las consecuencias de la guerra y al mismo tiempo crear un lugar para los desesperados que rezaban con poder volver a su país y encontrar a sus familiares ilesos… o al menos vivos; si estar vivo se podía llamar a soportar una guerra nunca deseada.

Sin embargo, este conflicto era mucho más. Las sombra de una nueva Gran Guerra planeaba sobre el mundo mientras dos bandos se esforzaban de una u otra manera por tener preponderancia sobre el resto. Recuperar un antiguo esplendor que sólo existía en la memoria de aquellos cobardes que nunca se mancharían las manos de sangre y mandarían a jóvenes a tierra extraña para combatir por ellos y, con suerte, volver vivo.

Dos sistemas, dos filosofías. Tras una Guerra Fría habían convivido y ahora en un humilde país que ya había vivido atrocidades anteriormente parecían no tolerarse involucrándose lo justo para supuestamente salvaguardar un Orden Mundial que más de un mes atrás ya había saltado por los aires.

Un Orden Mundial que no era perfecto, pero que era el más cercano al Equilibrio. Podía mejorar, no había duda alguna, pero aquel desde luego no era el camino.

Y por eso estaba aquella tienda allí.

Una enigmática tienda que los que perseguían que la Armonía reinase reconocerían tanto como los que la veían precisamente como un obstáculo para sus intereses. Durante siglos la voz había corrido de generación y generación y por ello era bien conocida en las altas esferas de poder.

Estos conocedores sabían que había dos posibles motivos para su aparición. Uno era para ofrecer consejo a aquellos que buscaban actuar con rectitud. El otro era hacer que la Justicia reinase allí donde más falta hacía.

Naturalmente, su presencia en aquel país, ya indicaba que había sido el segundo motivo lo que la había empujado a instalarse. Y también que allí permanecería hasta que sus objetivos hubieran sido cumplidos.

Algo que no entusiasmaba a quien había comenzado todo aquello, pero también al otro bando. Pues ninguno de los dos estaba libre de culpa.

Pero ambos sabían que no tenían otro remedio que acudir allí o resultaría en una catástrofe para ellos y los suyos.

Pese a saber de antemano que no conseguirían lo que querrían no tuvieron otra alternativa que presentarse ante aquella tienda, cada uno por un lado representado a Oriente y a Occidente.

Aunque la fama de aquella tienda era de oídas pudieron comprobar que sus dictámenes no eran para tomárselos a broma.

Su presencia había sido requerida con la condición de que fueran solos y desarmados. Ya a causa de lo primero se enfrentaron a la dolorosa pérdida de sus más fieles compañeros que debían garantizar su seguridad. Una salud que fue empeorando conformando se acercaban y como siguieron empeñándose acabaron abrazando la muerte.

Aún y así no dejaron que aquello les impresionase. Cosas peores habían visto.

Pero si se encontraron con una sorpresa ante la tienda.

Quien venía de Oriente se encontró con una pareja. Ambos eran morenos y con el cabello oscuro, de una hermosura indiscutible pero con unos ojos ambarinos impenetrables.

-Antes de entrar te registraremos -le anunció con seguridad el hombre que hizo una señal a su compañera.

Él fruncíó el ceño y gruñó:

-Esto es un insulto a mi dignidad.

-Lo que sería un insulto para la santidad de este espacio es que oses no cumplir con las condiciones que se te han señalado -contestó su interlocutor.

Él, que ya no se fiaba de casi nadie se vio en aquella deshonrosa situación de ser registrado minuciosamente por la mujer mientras su compañero no le quitaba los ojos de encima dejando que viera la espada que portaba.

¿Qué creía que iba a conseguir con esa antigüedad frente a los avances armamentísticos de la actualidad? ¡Era ridículo! Se hubiera reído si no hubiera sido por la indignación del registro cuyo resultado salió a la luz: una pequeña pistola, una bomba y una serie de tubos de cristal con líquido en su interior.

-¿Armas biológicas aquí? -planteó el alto hombre antes de fijarse en una pastilla- ¿Y cianuro?

La mujer sonrió y comentó:

-Entonces es que no tienes ni idea de dónde estás.

Antes de que pudiera replicar para defenderse de aquellas abyectas acusaciones nada veladas fue empujado al interior de la tienda.

Al otro lado transcurría una escena similar, solo que el anciano se vio sorprendido por una mujer de piel negra, cabellos blancos y ojos verdes que le dedicó una leve sonrisa mientras su compañero, un hombre moreno con ojos grises que rondaría la cuarentena le advertía:

-Las armas se quedan fuera.

Le habría gustado cumplir con el requisito. Sin embargo, desde que había accedido al cargo, había aprendido a desconfiar de todo y de todos. ¿Cómo iba a hacerlo de aquella legendaria institución que castigaba todos los quebrantos de un Orden que a él se les escapaba? Él mismo sabía que en meses anteriores no se había comportado como se esperaría de él… mas la realidad era que nadie comprendía la ponzoñosa herencia que había dejado su antecesor.

Ahí salieron las pocas armas que portaba junto a unos elementos químicos a usar si se viera en una situación peligrosa. Era increíble cómo aquella mujer encontraba incluso lo que tenía más escondido.

-Me siento un poco defraudada -dijo la mujer.

Su compañero comentó antes de empujarle al interior:

-Te compensaré.

¿Era él o había un tono juguetón en su voz?

No tuvo tiempo para pensar en ello.

Allí estaba él. El que había puesto el mundo patas arribas sabiendo jugar sus cartas y conociendo perfectamente los pasos que sus aliados y él podían dar sin que estallara una Tercera Guerra Mundial que arrasaría con todo.

-Ahora hablaréis -se oyó que decía una voz joven pero autoritaria.

Ambos miraron a su alrededor en busca de su origen. El propietario de la voz debía estar al otro lado de una cortina al que no conseguían atisbar.

-No tengo nada que hablar con él -dijo con frialdad su enemigo-. Recuperaré lo que pertenece mi gran nación por mucho que lo intente evitar.

Él replicó:

-Ucrania no pertenece a Rusia.

-Nunca lo ha hecho -dijo la voz joven.

Su rival estuvo a punto de corregirle cuando el hombre de ojos grises:

-Y en la etapa soviética vosotros lo agregasteis a vuestra unión en contra de su voluntad.

-¡Eso no es cierto! -se defendió airado el aludido- ¡No son más que falacias de sus aliados y suyas!

Su interlocutor valoró:

-Y por eso usáis el veto para anular las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

-Muy seguro por vuestra parte -ironizó un hombre pelirrojo que rondaría la treintena.

-¡No sabéis lo que hace el gobierno de Zelensky con las comunidades que quieren integrarse en nuestra gran nación! -replicó su rival.

Un caballero de largo cabello comentó cruzándose de brazos:

-Por supuesto que lo sabemos, eso tampoco está bien.

-Es una minoría que pretende llevar a la mayoría a la anexión con Rusia -intervino con tranquilidad.

Otra vez se dejó oír la voz de aquel joven:

-Cada uno tiene derecho a decidir sobre su destino.

-¡Eso díselo a ellos! -gritó su enemigo

Él resopló:

-Más bien a tus amiguitos.

-Está claro que ambas partes tiene sus derechos -dijo el caballero de hombres grises-. Pero no los disfrutarán por encima de todos los demás.

Una referencia directa a las consecuencias del conflicto que de una u otra manera perjudicaba a un mundo que no terminaba de salir de la crisis de la pandemia y la escasez de componentes y materia prima.

El pelirrojo declaró:

-Poneos cómodos -señaló dos sillas solo separadas por una mesa de madera en la que alguien había colocado algo de comida y bebida-. Nadie saldrá de aquí hasta que haya un acuerdo para el cese de las hostilidades.

Su enemigo quiso saber:

-¿Qué garantías tengo de que la comida no está envenenada? Por no hablar de la bebida.

El hombre de ojos grises respondió:

-Porque nos guste o no, saldréis vivos de aquí.

-Mientras reine la paz -apostilló la voz joven.

Era una amenaza. Clara y concisa.

Si las historias eran ciertas, más les valía hacer caso.

No recordaba los nombres del caballero de los ojos grises o el hombre pelirrojo. Pero sabía que eran unos poderosos empresarios que no solían andarse con chiquitas, unos auténticos tiburones despiadados con aquellos que incurrían en ilegalidades o cualquier tipo de maltrato a la gente que tenían a su cargo. Era una filosofía extraña, basada en un código con el que coincidía en gran parte.

Aunque desoyera a la voz joven, no podía ignorar a aquellos hombres.

Si lo deseasen podrían arruinar a cuantas naciones quisieran hasta conseguir sus propósitos mientras se enriquecerían.

Decididamente debía hacer lo que quisieran. Y naturalmente no fue el único que lo comprendió, pues su rival se sentó a desgana lanzándole fulminantes miradas… seguramente sabría que por muy buenos que fueran sus servicios secretos nunca podría tocarlos, no a ellos.

-Esto es lo que hay -dijo la voz joven con seriedad-. Ucrania es un país soberano.

Su enemigo frunció el ceño antes de gruñir:

-¡Son rusos!

-Los descendientes de quienes asentasteis allí en la época soviética -apuntó el hombre más mayor, de ojos grises.

El aludido apretó los labios. Se había forjado en la KGB y eso hacía que fuera consciente de su poder y que lo usase con impunidad. O eso se creía él, porque había alguien más que conocía el relato… libre de engaños y no había forma de rebatírselo.

-Serán libres de regresar a Rusia -dijo el pelirrojo.

Esta vez tardó un poco más en contestar con pura rabia:

-Les haríais abandonar sus hogares.

-¿Acaso no has hecho tú que millones de ucranianos huyan a refugiarse en otros países? -señaló un hombre al que no había oído hablar hasta entonces: alto, melena larga castaña, moreno y ojos ambarinos almendrados.

Su rival resopló:

-Nosotros también los acogemos.

-Los hacéis desaparecer -le corrigió-, cuando no los matáis directamente.

Sostuvo su fulgurante mirada. Sabía que de no estar desarmado ya lo habría intentado matar. Sintió cierta satisfacción viéndolo cómo empezaba a asumir una derrota que de otro modo habría sido imposible. Se preguntaba si al regresar a casa le permitirían vivir después de los sufrimientos que provocaba a su propio pueblo… porque más pronto que tarde sabría la verdad.

-Las tropas abandonarán Ucrania y el país decidirá qué hacer con vuestros crímenes de guerra y la relación con vosotros -volvió a hablar la voz joven-. En cambio Occidente ayudará a la reconstrucción.

El pelirrojo lo miró directamente y añadió:

-Y la recuperación quedará por delante del negocio.

Se esperaba algo así. Era natural buscar hacer negocio a cuenta de necesitados dispuestos a pagar por lo que ofrecían. Sin embargo su declaración instaba a sus aliados a ayudar a fondo perdido, sin esperar obtener a cambio nada más que un futuro aliado más. Obviamente eso no entusiasmaría a los empresarios, pero la otra opción era inaceptable.

-¿Algo más? -inquirió su enemigo que ya no podía ocultar su desprecio.

La voz joven dijo rotunda:

-Si es su deseo Ucrania entrará en la Unión Europea y la OTAN.

-¡Jamás! -gritó aquel que veía su guerra perdida definitivamente- ¡Por encima de mi cadáver!

Para él era colocar a sus contrincantes pegados a sus fronteras. Por ello optaba por la anexión o el control con gobernantes títeres. Un juego que no funcionaba con los presentes.

Ellos dos fueron los únicos que se sobresaltaron cuando de pronto se escuchó un furioso rugido procedente un majestuoso leopardo negro que atravesaba las cortinas. Si su rival ya tenía mala cara, ahora parecía un muerto viviente cuando el animal se le acercó en clara actitud amenazadora.

-Que así sea -dijo la voz joven-. Tú mismo has dictado tu sentencia. Lo decretado ocurrirá y tú vivirás sólo para verlo antes de perecer.

Por primera vez lo oyó expresarse con voz temblorosa:

-Eso… eso… no es justo.

-¿Realmente quieres hablemos de injusticias? -inquirió la voz joven.

Su propietario, un muchacho que aparentaba unos 18 años y que guardaba cierto parecido con el hombre de ojos almendrados, atravesó la cortina vistiendo como un antiguo rey egipcio. Sus ojos, tan expresivos como afirmaban las leyendas, mostraban una mezcla perfecta entre el dolor más profundo y la ira más explosiva.

Aquel era el famoso Oráculo. Uno al que pocos habían visto. Y al que solo se debía obedecer si no quería aprender la lección por medio de un cruel castigo.

-Eso nos llevaría demasiado tiempo -dijo el más mayor.

El hombre pelirrojo apostilló:

-Tiempo es lo que a muchos no les sobra.

El joven asintió y dijo con seguridad:

-Por ello dicto esta sentencia: Volveréis con vuestros pueblos y haréis que Ucrania recupere lo que ha perdido. Si no lo hacéis veréis a vuestros seres queridos y amigos perderlo todo… desde la riqueza hasta la salud… Si lo hacéis prosperaréis y salvaréis la vida -luego se volvió hacia su enemigo-. Sin embargo tu alma ha sido medida y pesada… y por ello tú morirás en pago por todos tus actos hagan lo que hagan los tuyos.

-¿Por qué… por qué? -atinó a preguntar el condenado.

El leopardo negro gruñó mientras el más mayor le reprochaba:

-¿Osas preguntarlo?

-Sabes perfectamente por qué -terció el pelirrojo.

El Oráculo replicó:

-Aprovecha el tiempo que te queda para pensarlo -hizo una pausa-. Al menos sabrás por qué mueres… al contrario que tus víctimas.

Viendo cómo eran las cosas relativamente favorables para su propia causa, decidió tantear un poco suerte:

-¿Podemos ayudarlos en algo más que la reconstrucción?

-Te refieres militarmente -apuntó el pelirrojo.

El muchacho ladeó la cabeza y se lo quedó mirando. Tuvo un deseo intenso de apartar la mirada porque sentía que aquellos ojos leían dentro de él con la facilidad de quien echa un vistazo a una revista. Le costó no poco esfuerzo sostenerla.

-Hacedlo, eso equilibrará las fuerzas -le contestó con simpleza.

Su contrincante aún osó protestar:

-¡Eso iniciará la III Guerra Mundial!

El magnífico animal volvió a rugir y dejó paralizada a su víctima.

Las palabras del Oráculo no pudieron ser más claras mientras sus ojos se clavaban en quien todavía se empeñaba en sus objetivos sin darse cuenta de que estos ya eran imposibles:

-La III Guerra Mundial YA ha comenzado y es hora de que acabe.

Todos los presentes eran conscientes de que él no se pararía en Ucrania. Todo Occidente corría peligro… y más un Occidente dividido, tal y como él deseaba para lucrarse mientras los países dependían de su santa voluntad que los conducirían a enfrentarse entre sí… entrando en un ciclo de destrucción que no era del agrado de casi todo el mundo… incluido el Oráculo.

-Se acabará y empezaréis a arreglar otros tantos conflictos de los que sacáis no poco beneficios -terminó diciendo el joven-. Será trabajo de vuestros sucesores el de acabar lo que empezasteis.

-Ay de vosotros si pretendéis hacer creer que no habéis entendido -le avisó el hombre de ojos almendrados.

El mayor de ellos, tras intercambiar una mirada con el Oráculo, tomó la palabra demostrando que estaba más que habituado a dar órdenes.

-Ahora marchaos y no olvidéis nada de lo que se os ha dicho.

-Os estaremos observando -agregó el pelirrojo.

El joven señaló con severidad:

-Y se cumplirá todo lo que se ha dicho.

Sintió cierto alivio cuando abandonó aquel lugar. Tenía muy presente que podía haber acabado peor para él y los suyos. Aún podía hacerlo si no cumplía con lo que se había establecido, por lo cual obviamente no cedería a esa tentación.

Otros lo empujarían y hasta obligarían. Entonces serían ellos los que sufrirían y perderían, siendo los culpables de las consecuencias que afectasen a los demás. Entonces podría señalarlos y ellos se verían incapaces de ocultarlo.

Eso era mucho mejor que entrar en una III Guerra Mundial cuya devastación duraría hasta que acabasen con todo el planeta o la vida humana. Para ambas cosas tenían potencial.

Y a todos los interesaba seguir con vida por mucho que priorizasen otro tipo de objetivos.

Su situación obviamente era mucho mejor que la de su enemigo. De alguna manera persistía en su idea de la invasión y a cambio los informes revelaban las penurias que sufrían aquellos que lo presionaban y el propio pueblo ruso.

Conforme el tiempo pasaba este último parecía percatarse de la situación a pesar de las campañas de desinformación de los medios de comunicación nacionales. Superando el miedo a la represión empezaban a alzarse voces y a realizarse movilizaciones en contra del Gobierno exigiendo que cesase una guerra que los desangraba en el más amplio sentido del término… lo cual confirmaba las sospechas de debilidad del país.

Tuvo que transcurrir un tiempo antes de que cambiaran el rumbo.

Para su desgracia lo hicieron después de que las fuerzas se equilibrasen en el campo de batalla y ya no pudieran dedicarse a practicar impunemente el genocidio con los civiles.

Sus crímenes fueron denunciados ante el Tribunal Internacional. Todo el mundo conoció sus escabrosos detalles, lo cual enfureció aún más al pueblo ruso que no quería ser relacionado con ellos.

Esa fue la puntilla, lo que condujo a la más dolorosa derrota desde la II Guerra Mundial. Aquellos que habían llevado al país a la guerra tuvieron que asumir que había un poder por encima de ellos, un poder que no eran dignos de conocer.

Y su líder, el que lo había conocido, pereció en cuanto aquella guerra terminó. Lo cual suponía el cumplimiento de su sentencia.

Así fue más fácil iniciar la recuperación del país y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales.

La III Guerra Mundial cesó dándoles importantes lecciones que no debían olvidar. Se habían asomado al abismo y sabían que eso sólo ocurría una vez en la vida… no podían retomar aquel camino o no habría forma de zafarse de la merecida condena.

Ante ellos se abría un nuevo futuro que auguraba una gran prosperidad para quienes supieran verlo. Y sabía que aquel Oráculo de un pasado legendario vigilaría que no se desviasen del camino que él les había trazado.


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