Un viaje trascendental en el autobús

Algunas personas nacen con estrella, otras estrelladas y algunas viven un milagro que las cambia.

La chica resopló frustrada e irritada.

Ya era el segundo autobús que la dejaba en tierra. Para colmo de males, en ambos el fondo estaba libre de personas mientras la gente se amontonaba en la mitad delantera.

Iba a perder el enlace con el otro autobús, lo cual le haría llegar justa de tiempo a su destino… y eso le molestaba, no  podría salir cinco minutos antes para coger el autobús de vuelta.

Parecía que los dioses, fueran quienes fueran, se habían puesto en su contra. Si había alguna buena intención futura no la atisbaba.

Lluvia, viento y la consciencia de que sus horas de trabajo gratuito no habían servido para nada oscurecían su humor. De nada había servido aprender a descifrar escrituras imposibles que dejaba en pañales a los jeroglíficos egipcios, tampoco el coger cierta agilidad y saber cómo actuar ante las dificultades cuando faltaba un dato importante o debía intuir otro idioma y los sinónimos en este para acometer su tarea.

La historia se repetía. Bajaba la carga de trabajo y prescindían de ella porque debían recolocar a otros en su sección. Tampoco era ciega y fue testigo de cómo ellos volvían a su departamento y se quedaba sola en el proyecto al que creyó dar fin… sin embargo parecía que este continuaba… ¿Por qué entonces no contaban con ella? ¿Qué tenía de malo? ¿Cómo entrar a trabajar en un lugar si ni siquiera le dejaban poner un pie en él?

Las buenas palabras no le daban de comer, ni la necesaria rutina y menos llenaban su necesidad de sentirse útil y realizada.

La vez anterior la excusa fue que sacaron a la gente del ERTE y que debían meterla en donde estaba ella porque en su sitio original no había carga de trabajo. Al menos en aquella ocasión tuvo su sueldo… esta vez habían sido prácticas.

Y por supuesto estaba aquella vez en que el descenso de carga de trabajo había acabado con su oasis de felicidad después del fracaso que la había destrozado en su experiencia como cajera debido a la presión de la empresa. Para ellos era normal aprender el dominio de la caja en 3 días… ella debía ser una inútil.

No levantaba cabeza. Desde 2009 que había dejado la Universidad, se había hartado a hacer cursos y pedido ayuda por doquier… solo para encontrarse con el desalmado mercado laboral que la rechazaba una y otra vez. Nunca era lo suficientemente buena… o no tenía ‘padrinos’ como decía su padre; sí, él había vivido otro tiempos, ¿pero qué le quedaba por pensar a ella?

Se sentía desolada, tenía ganas de dejarlo todo y marcharse a su casa. ¡Que se les atragantasen los papeles de las prácticas! ¡Tenía ojos y oídos!

Pero su necesidad de sentirse realizada y ser productiva pesaba más. Una y otra vez se levantaba aunque viera venir desde lejos el muro contra el que se iba a estrellar… otra vez.

Le aterrorizaba la idea de que le acusasen de improductiva o vividora… Nadie la había acusado de ello, pero sabía leer entre líneas. A ella no le bastaba con saber que tenía el plato de lentejas en la mesa. Quería ganárselo, tener su sueldo… su autonomía y sí, también su rutina.

¿Era tan descabellado desear ser útil?

¿Por qué demonios se le negaba su deseo?

«El mercado laboral está así» solía ser la excusa.

No hacía más que tragarse crisis (la crisis económica, el Covid, la falta de suministros, el encarecimiento de la vida…) de las que era víctima… mientras veía a otros prosperar y ella no encontraba la tan ansiada estabilidad, su lugar en el mundo.

¿Qué le quedaba? ¿Hacer el pino puente desnuda?

Llegó el tercer autobús y la cola avanzó. Apretó los labios mientras caminaba deseando que aquel tormento acabase de una vez. Quería volver a la lucha por un empleo, quería volver a hacer todo lo posible.

Por fin cerró el paraguas y subió al vehículo.

Una mujer a sus espaldas le instó con brusquedad:

-Quítate la mochila y ponla delante, así dejarás más sitio.

Lo hizo conteniendo sus ganas de matarla. ¿Por qué se lo decía a ella cuando la mayoría de los jóvenes llevaban puestas sus correspondientes mochilas? ¿Tenía acaso una especie de diana para que abusaran de ella?

El autobús se puso en marcha y ella poco a poco se fue moviendo hacia la salida. La poca gente que se bajó en las siguientes paradas le permitió alcanzar la posición ideal ante la salida. Eso le permitió bajarse rápidamente una vez llegó a su parada.

Y volvió a encontrarse con la cruda realidad. Le tocó esperar junto a una señora mayor al siguiente autobús.

8 minutos preciosos que se le hicieron eternos.

Peor aún, este autobús también estaba lleno de gente. No pudo sentarse, no le importó.

El día no podía empeorar.

Un pequeño milagro sucedió cuando una parada después encontró un asiento. Un lugar desde el que observar la variopinta gente que se iba subiendo al autocar y la poca que bajó.

Y desde ahí fue testigo excepcional de los… ¿exóticos? personajes que se subieron. Dos mujeres con sus carritos de niños, una pálida y rubia de unos curiosos ojos dorados y una negra de pelo blanco que ocultaba sus ojos con unas gafas de sol. ¿Quién llevaba gafas de sol con aquel tiempo?

Sus parejas parecían más normales. Gente morena de ojos castaños y pelo corto. Y aún así el chico de la rubia parecía salido de una agencia de modelos. Él se debió cuenta de que lo miraba y le sonrió… iluminando el autobús con su sonrisa; momento en que se dio cuenta de que no era la única que se lo había quedado mirando.

Qué patéticos debían parecerles.

Y lo peor era que no era fácil apartar la mirada. Su cerebro parecía empeñado en recrearse la vista. No lo culpaba, sus alegrías últimamente no eran muchas.

«Cuando se lo cuente a Sonia seguro que alucina» pensó sonriendo casi sin darse cuenta «Igual me dice que tenía que haberle pedido el teléfono».

Tendría que creerla, porque no iba a sacar una fotografía.

Estaba tan obnubilada con la escena que se olvidó de que el autocar seguía su circuito. La gente había ido bajando y ahora quedaban las dos parejas, un joven de unos 18 años y otro treintañero con un llamativo pelo de color rojo… ¿Tendría ascendencia irlandesa? Por no hablar de la señora que había subido con ella.

De hecho ahora tocaba la parada de la mujer y la siguiente era suya.

Por primera vez en mucho tiempo el trayecto se le hizo excesivamente corto. Habría deseado  seguir con ellos… de alguna manera su presencia hacía volar sus problemas que reducían ostensiblemente su importancia.

O más probablemente dejaban paso a preocupaciones mayores.

-¡Eh, se ha saltado mi parada! -se quejó de repente la mujer.

Eso la espabiló a tiempo de oír el grito agónico de un hombre cuarentón en el que no se había fijado hasta entonces. Y también pudo ver qué era lo que lo originaba.

«Esto seguro que Sonia no se lo cree» meditó mientras veía cómo aquel ser compuesto por una parte de cocodrilo, otra de león y otra de hipopótamo se comía a su víctima de forma voraz. Y el conductor seguía conduciendo sin inmutarse.

Hasta ella, con sus conocimientos de aficionada, sabía quién era esa criatura. Ammit, la Devoradora. Aquella se comía las almas de los difuntos que no superaban la prueba de la balanza en la Sala de las Dos Verdades dentro del imaginario egipcio… que no era tan imaginario.

¿El chofer estaba ido o qué?

Daba igual. También le dio igual que el mayor de los presentes diera una orden en un idioma que no entendía.

Lo que vio fue a la mujer baja y regordeta acongojada cuando la criatura se le acercó abriendo sus fauces.

-¡Déjame salir! -gritaba- ¡Socorro!

Bueno, ella no tenía mucho que hacer frente a Ammit. Pero o hacía algo o ella sería el siguiente plato.

Así que se levantó y se colocó inmediatamente entre la mujer y la Devoradora de Almas.

-¡Eh tú! ¡Creo que te has equivocado de menú!

Ammit gruñó y se fijó en ella. Dio un paso hacia ella mientras ella giraba y caminaba hacia atrás zahiriéndola:

-¡Venga! ¡Que tengo mucho que confesar!

«Tenía que haber estudiado Historia» meditó «Seguro que sabría cómo enfrentarla»

Le daba igual que para el sistema fuera una desempleada menos. No iba a dejarse matar tan fácilmente

Ella miró al hombre atractivo, luego al más mayor y finalmente al joven. Los vio intercambiar miradas simultáneamente ella llegaba al final del autobús.

-¿En serio? Chica, la siguiente parada es la mía… -dijo ella dándole con el paraguas en el hocico- Y pienso bajarme, que lo sepas.

Aquel ser monstruoso partió en dos su paraguas con la mandíbula.

Se le habían acabado las ideas. Como le pasaba constantemente en su vida desde el fin de la Universidad.

«Me pregunto de dónde sacarán la inspiración algunos»

Esa reflexión estuvo a punto de ser la última en su vida pues Ammit se lanzó a por ella y ya no tenía escapatoria. Su rugido hicieron casi inaudibles unas palabras en un idioma desconocido que llegaron desde la parte delantera.

Lianas verdes empezaron a rodear a la criatura atándola y haciéndola caer al suelo mientras parecía convertirse en una momia. Luego sencillamente desapareció y ella se cayó al suelo mientras su cerebro trataba de convencerse de que aquello era real y no un delirio suyo.

En algún momento debió perder la consciencia. Porque cuando abrió los ojos se encontró siendo escrutada por el hombre atractivo que parecía tomarle las constantes vitales mientras su pareja le daba unas palmaditas en la mejilla.

-¿Estás bien? -le preguntó en inglés aquel Adonis en persona.

Ella se limitó a asentir.

Su pareja, que era la personificación de la belleza femenina, comentó también en inglés:

-Parece que sale del shock.

Entonces le dio por mirar el reloj y darse cuenta de que eran las nueve en punto. Genial, llegaba tarde. ¿Qué iba a contar? No la iban a creer y no podría salir hasta las tres.

-Mierda -suspiró-. Llego tarde.

El hombre inquirió tras parpadear:

-¿Llegas tarde a dónde?

Y sin saber cómo acabó contándole toda su vida. O más bien el resumen de sus últimos años… soltando entre lágrimas un lastre que había soportado durante demasiado tiempo. Ammit sólo había abierto las compuertas.

Le contó cosas que ni siquiera sabía su madre. Una mezcla de vida personal, laboral y social que no supo cómo aquel hombre llegó a entender asintiendo a sus palabras. Le colocó su mano en su hombro reconfortándola, animándola a continuar por muy caótico fuera su relato… ¿Pero quién era para tener semejante poder?

-Ya veo -contestó él con una dulce sonrisa que le procuró esa cálida sensación que en contadas ocasiones sentía.

El que a continuación se volviera la hizo sentirse desolada. Hablaba en aquel otro idioma con él más mayor y el otro treintañero. Algo comentaron que llevó a aquella especie de dios a mirarla con una sonrisa complacida arrancándola del abismo al que caía irremediablemente antes de decirle:

-Algo haremos -le tendió la mano-. Ven ¿puedes levantarte?

Sorprendentemente su cuerpo respondió mientras se descubría devolviéndole la sonrisa. Se puso de pié y de la mano de aquel hombre bajó del autobús por una de las puertas mientras su pareja con su carrito y los demás lo hacían por otra antes de dejar que el vehículo continuase con su rumbo.

Estaban en su parada.

-¿Y la señora? -preguntó al no verla.

El pelirrojo bromeó:

-Para ser tan mayor es muy ágil y veloz, llegará a tiempo.

«Bien por ella» pensó. No era su caso lamentablemente.

La mujer oscura le preguntó:

-¿Cuesta arriba y a la derecha no?

La chica asintió. Esa era la dirección de la gran empresa en la que estaba haciendo las prácticas.

El camino se le hizo muy corto. Y además era llevadero, su angustia apenas era una leve sombra cuando el chico joven le dijo con desenfado:

-Tranquila todo saldrá bien.

«No sé de dónde has salido, pero tienes una visión un poco distorsionada de la realidad» habría querido decirle. Pero no quería desanimarlo por el mismo motivo que ella se empeñaba en tener esperanza… no deseaba que sintiera el abatimiento con el que estaba tan familiarizada, nunca buscaría el mal de nadie.

Llegaron a la entrada. La carretera estaba cerrada con unas barras que se levantaban y bajaban y la acera pasaba por al lado de la garita de la cual salió un chico que, sin importarle la persistente lluvia, les preguntó:

-¿A dónde van? ¿Trabajan aquí? -la miró a ella-. Tú ya sé que estás en prácticas.

El más mayor contestó con tranquilidad en español:

-Venimos con ella, queremos hablar con sus superiores.

-Por supuesto -dijo su interlocutor que debía rondar los treinta años-. Ella os guiará.

No tuvieron más obstáculos hasta que entraron al complejo. Notó claramente cómo las chicas se comían con los ojos al pelirrojo y a aquel perfecto modelo y  los chicos a las mujeres. Supuso que darían de qué hablar para todo el día.

Lo mismo pasó con la recepcionista de su departamento que se quedó tan deslumbrada que se olvidó del saludo. Las dos mujeres con sus carritos se quedaron en el vestíbulo y los demás subieron con ella al piso superior por donde les guió hasta su lugar de trabajo.

El encargado le preguntó:

-¿Pero dónde te habías metido?

¿Cómo explicárselo? ¿Le creería? No. No le extrañaría que pudiera pensar que estaba para que la encerraran.

-Hubo un incidente en el autobús que ya se ha resuelto gracias a la iniciativa de la joven -reveló el mayor de los tres.

El reconocimiento apareció en los ojos del hombre que sólo atinó a decir pasmado:

-Entiendo, pero nosotros somos una empresa seria…

Los había reconocido. Ella no tenía ni idea de quiénes eran. pero estaba claro que él sí. Por ello vacilaba, como si se encontrase ante unos superiores a los que deseaba complacer cuidando mucho de no contrariarlos.

Se había perdido algo, no había duda alguna.

-¿Cree que nosotros no somos serios? -preguntó el treintañero antes de solicitar- ¿Y su tutora?

El encargado la llamó. Ella que estaba al fondo se apresuró a acudir a su encuentro. Como las demás mujeres también estaba deslumbrada y preguntó con una sonrisa:

-¿En qué puedo ayudarles?

-En primer lugar esperamos que disculpe el retraso de la joven, nosotros la avalamos -señaló el más mayor-. En segundo término, deseamos que se celebre una reunión con su superior.

Nunca había visto a nadie comportarse con tanta reverencia como lo hizo ella. Casi le faltaba besar el suelo ante ellos. Debía de ser gente muy importante e influyente a la que era difícil decir que no pues sin duda estaba acostumbrada a conseguir lo que pretendiese.

Sólo eso explicaría el que no tardasen ni dos minutos en bajar con ellos y llevarlos a otra sección del complejo. Las mujeres con los carritos, el chico joven y el modelo se quedaron en una sala anexa con ella mientras el pelirrojo y el que llevaba la voz cantante se encerraban en un despacho.

-Ten esperanza -le dijo el hombre que no había soltado su mano en ningún momento-. Todo irá bien.

Ella se limitó a asentir. No se atrevió a preguntar a qué se refería. El motivo principal era que no entendía lo que estaba pasando. Era algo importante, trascendental; sin embargo, no estaba nerviosa. Había hecho todo lo posible, no podía hacer más… debería bastarles con ello. No terminaba de captar a qué venía tanto revuelo por unas prácticas.

No supo cuánto tiempo pasó hasta llegaron los demás junto a su tutora y otros dos hombres que no conocía de nada. Estrechó sus manos de forma maquinal, afortunadamente ser zurda le permitía seguir con la mano de su acompañante agarrando la suya cual salvavidas.

Y entonces la sorpresa.

Uno de los desconocidos presentó ante ella dos fajos de papeles. Su visión se volvió un poco borrosa cuando empezó a ver de qué se trataba.

El otro hombre comentó:

-Dado el excelente desempeño realizado durante sus prácticas, su compromiso y sus recomendaciones, creemos que ha llegado el momento de que demuestre de lo que es capaz de hacer.

Su compañero añadió:

-De modo que le ofrecemos este contrato por un año con posibilidad de indefinido si sigue trabajando como mínimo como lo ha hecho hasta ahora.

Se quedó sin palabras. Eso sí que no lo esperaba. Aquello entraba directamente en la clasificación de milagro.

-Y nosotros nos aseguraremos de que ambas partes cumplan con lo pactado -intervino el pelirrojo.

¿Qué? ¿Ahora resultaba que tenía padrinos? ¿A qué precio? No estaba dispuesta soporta más presión, no iba a revivir su experiencia como cajera.

-Puede leerlo con tranquilidad -dijo el segundo hombre-. Si tiene alguna duda háganoslo saber.

Entonces el más mayor le dijo con seriedad:

-Ahora tienes la oportunidad de demostrar lo que vales -hizo una pausa-. Sigue trabajando como hasta ahora, nosotros te garantizamos la oportunidad que te ha rehuido hasta ahora.

-Yo… no sé qué decir… -balbució.

El Adonis hecho persona le dijo con delicadeza:

-Con un ‘gracias’ nos conformamos.

Para ella eso era quedase corto. Ella, que no era muy expresiva, tenía unas ganas enormes de cubrirles a besos y hacerles ve que no se habían equivocado al concederle aquella preciosa oportunidad. Sí, tenía unas ganas locas de volver a su ordenador y ponerse manos a la obra.

-Yo… gracias -atinó a decir mientras aceptaba el sacrificio de tener que soltar su mano para coger el bolígrafo con el que firmar el contrato.

El treintañera dijo divertida:

-Umh zuda, interesante.

Así fue cómo de pronto su vida cambió. Un horrible día frío y lluvioso se había convertido en el mejor de su vida. Había conseguido, de un modo literalmente milagroso, algo de justicia para su vida. Ahora debía esforzarse para que otras vidas obtuvieran la misma oportunidad de conseguir sus derechos.

Solo hubo un momento de tristeza, cuando se despidió de sus benefactores. Algo le decía que cumplirían su palabra y que velarían por ella… pero que no iba a volver a verlos en muchísimo tiempo, si es que podía volver a ocurrir.

Lo que nunca olvidaría serían las palabras de aquel perfecto modelo que le dijo antes de marcharse:

-Nunca olvides que tras la noche más oscura siempre sale el sol y que lo único que no se puede remediar es la muerte.

No tenía intención de morirse. Ahora estaba segura, mientras iba a ocupar su sitio, de que en su vida no volvería a faltar el sol por muchas nubes que pudiesen pasar por ella.


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