El inicio de una era

Para poder formar parte del futuro es necesario estar preparado para adaptarse a él.

-Problemas -murmuró Usermaatre.

Nebjeperure elevó una ceja y preguntó entre divertido e irónico:

-¿En serio?

-¿De verdad tenían que ponerse de parto las dos a la vez? -inquirió su interlocutor.

Parecía que lo responsabilizaba de los acontecimientos. Y no andaba errado. Era la Divina Potencia Creadora la que se estaba pronunciando. Pero las consecuencias… eso ya era otro cantar.

El rey de la Tierra Negra comentó:

-Es el momento, otra cosa es que haya gente que no esté preparada para aceptarlo.

-¿Y no crees que esto supone un peligro sobre ti? -cuestionó Usermaatre.

No contestó. Los dos sabían la respuesta. No había momento en que su obrar molestase a unos u otros que reaccionaban atacándole a él. Ahora no era tan diferente, salvo por un matiz… ahora atacaban a su familia, al futuro… a la esperanza que este suponía.

Y no era algo que fuera a tolerar.

Su familia tenía derecho a la felicidad, eso era Maat. Y lo había dejado claro desde el primer momento en que llegó a Ajet-Atón aquella delegación de elfos dorados con supuestas intenciones de paz y alianza.

El Divino Señor de las Dos Tierras la había recibido esperanzado pero obviamente sin la ingenuidad que esperaban los enviados. Estos, creyendo que ocultaban sus intenciones, lo llenaron de ricos regalos a cambio de una petición de una humilde cantidad papiro y lino de diferente calidad.

-No parece un intercambio muy equitativo -valoró  entonces Usermaatre reflexivo.

La hermosa mujer que lideraba a la delegación contestó con una sonrisa fría que ya advertía de sus maléficas intenciones:

-Lo único que deseamos es que nos sea entregada la antigua princesa que vive entre vosotros, en base al tratado de entrega recíproca de delincuentes.

Hablaba claramente de la Gran Esposa Real de su padre. Hacía mucho que había renunciado aquella vida privilegiada para vivir con el Gran Viente.

-¿Delincuentes? -planteó el Protector de Maat- ¿De qué se le acusa pues?

La mujer fue clara, sin ocultar su desprecio ni el tono amenazante:

-De ultrajar su sangre pura mezclándola con la de un humano.

Esas palabras lo sublevaron. Hacía milenios que no veía a personas tan felices que se compenetrasen tan bien, a excepción de su abuelo y la drow.

Una mirada de Usermaatre bastó para que se contuviese y reprimiese sus ganas de castigar aquellas acusaciones e intenciones… de matar a la nueva vida que se abría paso para traer más luz y alegría.

-Confío en que entendáis nuestro criterio y la urgencia de detener esta necedad -añadió la elfa dorada.

Nebjeperure dijo con calma:

-Lo que entiendo es que estáis hablando de destruir el fruto de un amor puro que no hará más que enriquecer la existencia.

Un murmullo se expandió entre los componentes de la delegación. Estaban ofendidos, estaban muy acostumbrados a conseguir lo que querían. Ahora se topaban con el infranqueable muro de Maat.

-Ella está aquí por libre voluntad y sus actos no incumplen ninguna de nuestras leyes -apostilló Usermaatre.

La mujer chasqueó la lengua:

-Es una pena que por semejante detalle os neguéis a sellar tan ventajosa alianza.

-Ella y su descendiente están bajo nuestra protección -anunció Nebjeperure con firmeza-. Un ataque contra ellos será considerado una declaración de guerra.

Y no hablaba por hablar. Porque aquellos elfos ya habían infiltrado a alguien en el Hat-Atón para llegar a las estancias de la pareja e intentar cometer un abominable crimen que había sido detenido por miembros de la guardia y la propia consorte del Magnífico.

Lo había visto, lo había sentido. La Divina Potencia Creadora triunfaba de nuevo sin discusión… salvo para sus interlocutores que se escandalizaron cuando las puertas más cercanas al estrado del trono se abrieron para dejar pasar a Mahu y dos de sus hombres que arrastraban el cadáver de un elfo que había recibido varios cortes y mordeduras de serpiente en diferentes partes de su cuerpo.

-De modo que elegís la guerra -declaró la mujer cuyo nombre hacía tiempo había olvidado, tan poco importaba a Maat

Usermaatre replicó:

-No ha sido nuestra elección.

-Vosotros habéis decidido declarar la guerra a la Divina Potencia Creadora -anunció el rey de Shemeu y Tamejeu-. No olvidéis este día y vuestra decisión.

Entonces la líder de la declaración apretó los puños, señal de genuina rabia y frustración mientras murmuraba:

-Vosotros seréis los que no olvidaréis, no sabéis con quién estáis tratando.

-Ese es vuestro caso al ir en contra de la Ley que todo lo rige y hace posible hasta vuestra propia existencia -señaló el joven regente-. Esta audiencia ha terminado.

Y los elfos dorados se habían marchado. Con el rencor en su mirada y la furia por no haber conseguido lo que pretendían. Aquella había sido la primera batalla de una guerra que tenía varios frentes.

Durante los meses siguientes fue el turno de los drows. Aunque la Gran Esposa Real de su abuelo ya no rendía culto a la Reina Araña, a esta no le había terminado de gustar su abandono… y desde luego tampoco le agradaba que tuviera un hijo que uniera las naturalezas drow y humana.

Habían tenido una plaga constante de arañas a la que acompañaban varios asesinos drows primero y sacerdotisas de la caótica deidad después. Tanto unos como las otras se encontraron con la férrea protección de los padres, el resto de la familia y la siempre eficiente guardia encabezada por Mahu.

Unas sonoras derrotas que deberían hacer pensar a la Reina Araña. Pero no pensaban en ello, solo en bienestar de las madres y los bebés.

Por ello se habían trasladado varias veces durante los embarazos.  Su intención había sido la de despistar y poner en peligro la exposición del mundo élfico a los humanos… sabían que ni a los drows ni a los elfos dorados les interesaba que los humanos corrientes los vieran; pues por muy inferiores que fueran en cuanto a magia el arte de la guerra eran mayores en número y tenían un innato instinto de supervivencia.

Habían vuelto a la Tierra Amada cuando salieron de cuentas. Y allí estaban, en la reconstruida Per-Hedj que se hallaba al Oeste Uaset. Una declaración de intenciones frente a unos sacerdotes que al menos durante un tiempo habían comprendido que no tenían nada que hacer enfrentándose a ellos directamente… bastante tenían con tratar de mantener unas cuotas de poder y riqueza que día a día iban perdiendo sin ninguna opción de recuperar.

La Gran Casa erigida por el Magnífico resplandecía como en su tiempo de esplendor tras el concienzudo trabajo de arqueólogos y obreros contratados por este. Las protecciones mágicas fueron activadas de nuevo mientras se agregaba lo último en tecnología para su seguridad y bienestar.

Para cuando llegó el gran día, en Per-Hedj solo quedaban aquellas personas que conocían y guardaban su secreto con celo entregando su vida si era necesario. Tenían sirvientes, pero también escribas y buenos guerreros con las mejores armas que el merado podía ofrecer y religiosos traídos e la Ciudad del Horizonte de Atón muy habilidosos con la magia para reforzar sus fuerzas.

De repente sintieron una fuerte ola de poder que surgía de una de las Salas de Partos, si no fueran expertos habrían salido despedidos.

-¡Por todos los dioses! -exclamó el Protector de Maat- ¡¿Qué se supone que ha sido eso?!

Nebjeperure respondió con una sonrisa mientras aferraba el Emblema de Atón con la mirada puesta en el objetivo de semejante estallido.

-Esa ha sido Alauniira dando una lección a sus enemigos -le reveló-. Después de eso, nos darán años de tranquilidad mientras batallan entre ellos.

Usermaatre ironizó:

-Podía haber guardado un poco para lo que se avecina.

A él también le habría gustado.

De hecho lo deseó cuando estallaron las alarmas mágicas advirtiendo de la cercanía de un ejército enemigo dispuesto a todo. No debía importarle las consecuencias de semejante acto, debía priorizar su objetivo que todos tenían claro.

-Elfos dorados -suspiró el joven monarca-. ¿De verdad nos creen tan débiles?

Entonces todo se desató. Las estrellas y la luna del cielo desaparecieron cubiertas por las nubes tormentosas mientras el viento soplaba huracanado que no logró enmudecer a los truenos que siguieron a los relámpagos y rayos; estos últimos iban dirigidos contra los guerreros enemigos que debían decidir entre protegerse de la ira celestial de su abuelo o la de los defensores.

El Protector de Maat se unió a ellos al mismo tiempo que el joven monarca recitaba una oración a la Gran Maga que cubrió Per-Hedj con una cúpula que dejó fuera a parte del ejército enemigo. Sin embargo eso no era bastante.

Y no era el único que lo pensaba, una barrera vegetal apartó a cierta cantidad de enemigos rodeando la zona palaciega. Mas sus contrincantes eran poderosos y aunque difícil, no fue imposible para ellos atravesarlo valiéndose de un fuego que resistía a la lluvia.

-¡Ve Sa! -le ordenó a su eterno guardián- ¡Únete a tus hermanos!

No hizo falta que se lo repitiera dos veces. Los rugidos de los hijos de la Señora del Este invocados por la drow fue una llamada que no desoyó.

Antes de él mismo unirse a la batalla frente a quienes persistían en su empeño pese a sus grandes pérdidas llamó al Océano Primigenio:

-¡Acudid a mi llamada Padre Nun! ¡Llevaos aquello que es aborrecible para Maat!

Las aguas brotaron de los estanques, canales y del propio Nilo. En furiosas olas cargaron contra no pocos elfos dorados pillados desprevenidos y se los llevaron a las profundidades ahogándolos reduciendo al silencio sus peticiones de ayuda a su propio dios.

-Y se supone que son sabios -murmuró Nebjeperure previamente a recurrir al Emblema de Atón-. Invoco al Ojo del Sol, que su poder nos permita vivir en Maat.

Varios rayos brotaron del disco solar iluminando su camino y facilitando su llegada al flanco más débil del que buscaban aprovecharse sus enemigos. Mas estos habían pecado al subestimar su poder y perecieron fulminados por efecto de este unido a las fuerzas de los demás.

No podía negar que eran persistentes. Y por ello no podía dejar de dudar sobre sus posibilidades porque la batalla se alargaba y sus fuerzas se iban agotando. Maat y la razón los asistían, debían resistir hasta el final… fuera cuando fuera.

Perdió la noción del tiempo, estaba concentrado en proteger a su familia y hacer triunfar a la Divina Potencia Creadora. Ni si quiera llegó a percatarse de cuándo amaneció.

Estaba a punto de colapsar cuando un bramido amortiguó todos los demás sonidos. Una luz, de naturaleza solar, llamó su atención.

Era una especie de lagarto gigante sobre cuyo lomo viajaba un elfo solar. Parpadeó un par de veces dándose cuenta pasmado por dos cosas. La primera, aquella criatura debía de ser lo que el mundo moderno le había dicho que eran los dragones . La segunda, aquel elfo que se bajaba del imponente ser y pisaba el maltrecho muro vegetal, debía ser un dios.

Y no era el único. A su lado apareció una drow bellísima cuyo vestido de tela de araña no dejaba nada para la imaginación.

Así que Loth había decidido intervenir personalmente. ¿Los condenaría como reacción a los actos de legítima defensa de la Gran Esposa Real de su abuelo? Si era así iba a aprender la lección por las malas en su carnes… aunque tuviera que dar su último aliento.

¿Y el otro dios? Su aparición causó estupor entre sus enemigos que bajaron las armas y cesaron sus ataques mágicos; luego se volvieron para mirarlo mientras caían de hinojos.

-Debe de ser Corellon -dijo recordando las explicaciones de la amada de su padre.

Dio un respingo cuando Usermaatre preguntó:

-¿No estaba desaparecido?

Sí, hacía milenios. Los elfos dorados llevaban mucho tiempo añorándolo sin explicarse su ausencia. Algunos pensaban que lo habían ofendido de algún modo y su ausencia era su castigo, otros creían que el dios se había retirado para dejarles desarrollarse libremente como sociedad y los menos hasta entonces habían estado convencidos de su fallecimiento en circunstancias poco claras.

-Yo lo veo muy vivito -estimó con ironía.

El Protector de Maat le dijo con ironía sujetando su jepesh ensangrentada:

-Más vivo que tú desde luego que sí.

No respondió al chiste, sus ojos estaban centrados en las dos figuras que atraían todas las miradas, las cuales pronto se olvidaron del dragón que desapareció entre las nubes.

Las dos deidades se miraron antes de que el rey del panteón élfico ordenara:

-¡Cese ya este sinsentido! -pasmo generalizado en ambos bandos- ¡Esta guerra es un atropello!

Todos los elfos cayeron de hinojos. Reverenciaban a su deidad sin atreverse a discutir con ella. La amaban, pero también la temían. Y su aparición les daba más motivos para sentir miedo, conscientes de que su guerra había provocado su ira.

-¡Los humanos actúan conforme al Orden y todos los que a ellos se unan también! -siguió diciendo el dios.

Nebjeperure experimentó un gran alivio. La divinidad se había puesto de su lado demostrando una sabiduría y cercanía a Maat. Estaba dando una gran lección a los suyos.

Entonces la Reina Araña habló:

-¡Dos nuevas vida han nacido! ¡Crecerán prósperas y poderosas! ¡Han demostrado la fortaleza de la unión de dos razas hasta ahora en constante guerra!

-¡Nada ni nadie tiene poder sobre ellas mientras se abren camino en la vida siguiendo el Equilibrio! -sentenció el dios.

Loth apostilló con firmeza:

-¡No importa la raza a la que pertenezca! ¡Su crimen será castigado y quien haga justicia ganará en favor!

¿Había entendido lo que había entendido? ¿Dos dioses enemistados durante eones se unían en la protección de su familia? Quizá había quien había aprendido de su fortaleza no sólo durante aquella batalla, sino durante todos los demás ataques, que el auténtico poder residía en aquellos que seguían a la Divina Potencia Creadora.

No pudo hacer ni decir nada más. De pronto la oscuridad se alzó al mismo tiempo que el agotamiento reclamaba su reinado.

Despertó desorientado. No sabía ni cuánto tiempo había transcurrido, pero la luz del mediodía entraba en la habitación que una vez perteneciera al Magnífico. Se despertó encontrándose con el servicio dispuesto a cubrir sus necesidades.

Miró a su alrededor y pronto vio a una figura familiar. Su padre estaba allí, llamando la atención la ropa moderna que vestía en un estilo arquitectónico tan tradicional como el que los rodeaba.

Sin pensárselo se echó a sus largos brazos que lo envolvieron con ternura simultáneamente una de sus manos acariciaba su cabeza rasurada.

Sheri re, de nuevo te expusiste demasiado -le dijo el Gran Vidente con suavidad, pese a ello seguía siendo una reprimenda.

El Divino Señor de las Dos Tierras le aseguró:

-Lo haría otra vez.

-Bien lo sé -contestó el Hijo de Atón-. Pero ya no será necesario.

Palabras que trajeron a su memoria sus últimos recuerdos.

-Los dioses… -murmuró.

Su padre comentó:

-Al parecer quedaron bastante impresionados con hasta dónde estábamos dispuestos a llegar, Maat nos hizo fuertes ante nuestros enemigos pese a sus muchos recursos -hizo una pausa-. La Reina Araña nos considera lo suficientemente fuertes como para ser respetados y Corellon… cometió un error al ausentarse tanto de sus creaciones que se creyeron los elegidos de la creación.

Nebjeperure preguntó:

-¿Qué significa eso?

-Que una vez más has dado una lección a las propias fuerzas divinas y sus creaciones -terció su interlocutor-. Todos tienen que aprender lo que nosotros ya sabemos.

Que la unión daba la fuerza. Que juntarse diferentes enriquecía y no debilitaba.

Eso le llevó a recordar otra de sus inquietudes, aquella que lo había llevado a luchar contra todo enemigo que se había empeñado en serlo.

-¿Y los bebés? ¿Están bien? ¿Y sus madres? -preguntó de una forma un tanto atropellada.

Su padre lo tomó de los brazos y le dijo tranquilizador:

-Están perfectamente.

-Me gustaría verlos -pidió el joven regente.

No podía esperar a ver a las nuevas incorporaciones. Ya las quería sin conocerlas, pues ellas habían llegado bajo los mejores auspicios. Traer la paz en una guerra difícil era un hito al alcance de muy pocos.

-Por supuesto que lo harás -dijo sonriente el Gran Vidente-. Te esperaremos en la Sala del Trono.

Aquel era un evento muy importante y él no le quitaría trascendencia. La bienvenida al mundo era importante y más si se invocaba la bendición de la Divina Potencia Creadora. Convenía hacerlo cuanto antes pese a que no estuvieran en Ajet-Atón… en cuanto volvieran celebrarían los nacimientos y la victoria convenientemente.

Tomó un desayuno frugal y se vistió el mismo con los ropajes modernos. Seguidamente se encaminó a la Sala del Trono en compañía de un más que satisfecho Sa que ronroneaba feliz intuyendo la felicidad que todo lo invadía.

Fue anunciado con solemnidad cuando llegó a las puertas:

-¡Su Divinidad, el Divino Señor de las Dos Tierras, Nebjeperure Tutanjatón hekaiunushema, Tutanjamón, Kanaj Tutmesut, Neferhepusegeregtauy, Udyesjau sehotepnecheru!

Las puertas se abrieron y él penetró en la majestuosa Sala del Trono. Los presentes eran miembros del servicio y los guerreros que habían luchado junto a ellos. Todos ellos le hicieron una sentida reverencia al mismo tiempo que él sentaba en el trono.

Solo Ramsés, su abuelo, su padre y las consortes de estos últimos estaban libres de hacerla. El Grande se hallaba en una esquina al pie del estrado, los demás al fondo. Una señal suya y estos se acercaron.

Nebjeperure descendió por los escalones. Aguardó con paciencia a que llegaron notando que los bebés iban bien abrigados en brazos de sus madres.

-¿Puedo? -le preguntó a la drow- ¿Cómo se llama?

Esta le tendió a su descendiente revelándole su sexo al decirle su nombre:

-Se llama MeketBastet.

-Con cuidado muchacho -le advirtió el sabio regente. No dudaba de que la consentiría especialmente… aunque también sería duro cuando lo requiriese.

Protegida de Bastet. No le sorprendía, la diosa de la que era fiel seguidora la había bendecido y ella a su vez buscaba la misma bendición para su hija… la cual según su sociedad era más importante que un varón, pero ahora viviría en auténtica igualdad.

Era toda una belleza. Tenía el tono de piel de su abuelo y los ojos de este cuando invocaba su poder. Pero sus facciones y su cabello eran como los de su madre. Iba a ser una gran mujer a la que esperaba una vida de aprendizaje y disfrute.

Seguramente sería reducido a Mek, como su hermana.

-MeketBastet, yo te doy la bienvenida a este mundo en nombre de la Divina Potencia Creadora -anunció con solemnidad-. Que tus pasos te lleven por el camino de Maat y te doten de todo lo bueno que la vida tiene que ofrecerte.

Se quedó un tiempo observándola, cautivado por su encanto. Ya se imaginaba los siguientes años, una niña a la que cuidar, una compañera de juegos y una tía que sobresaldría en todo aquello que emprendiera.

Un carraspeo de su abuelo lo hizo volver en sí. Sonrió y miró a su leopardo negro al que le preguntó:

-¿Qué te parece Sa? ¿Listo para ser su gran peluche?

El elegante animal se limitó a emitir un gruñido aprobador mientras él devolvía a MeketBastet a su madre.

Luego sus ojos se posaron en la Gran Esposa Real de su padre. Antes de que llegara a decir nada ella le ofreció a su nueva hermana. Como MeketBastet, sus facciones se parecían a las de su madre. Sin embargo sus ojos ambarinos, que destacaban sobre su pálida piel, le recordaron poderosamente a los de su padre cuando usaba su poder. También había salido a él en color del  cabello.

-¿Cómo la habéis llamado? -quiso saber.

El Hijo de Atón respondió:

-MeritRe.

Amada de Re. Amada del Sol. No podía tener un nombre mejor.

Era una referencia a su doble naturaleza, honrando a ambos panteones… nadie olvidaría que el mismísimo Rey de los dioses élficos había acudido para protegerla viendo igual que él lo hacía ahora, un gran potencial.

Después de tanto tiempo una hermana, una futura cómplice en sus correrías. Y siempre alguien sobre la que derramar todo su amor que hasta entonces no había podido hacer por no tener hijos propios; un amor que se multiplicaba por dos alcanzando obviamente a MeketBastet.

Los dioses colmaban sus más que conocidos deseos nunca mencionados. Era una gran responsabilidad a cuya altura estaría.

-MeritRe, yo te doy la bienvenida a este mundo en nombre de la Divina Potencia Creadora -repitió su bendición-. Que tus pasos te lleven por el camino de Maat y te doten de todo lo bueno que la vida tiene que ofrecerte.

Los testigos del momento se pusieron a aplaudir con fervor. Solo los más próximos a él vieron la pequeña araña colgar de un fino hilo de tela de araña. Todos ellos reconocieron en ella a la divinidad que también había intercedido por ellos en la batalla… y por eso no fue raro que la Matriarca estrechara más aún a su hija contra su pecho entretanto la amada de su padre clavaba los ojos en la mágica criatura que colgaba a pocos centímetros de su hija.

-Siempre seréis bienvenida mientras vengáis en son de paz -le dijo sin tapujos.

Un recordatorio de que si bien los había ayudado, en cualquier momento podían destruirla si osaba tramar algo contra cualquier miembro de la Familia Real.

La araña no reaccionó, lo cual significaba que entendía perfectamente en qué situación se encontraban ella y sus hijos.

-Me parece que es un buen momento para regresar a casa -intervino el sabio regente mientras él devolvía a su hermana a su madre-. Este acontecimiento bien merece una celebración a su altura.

Sí, era hora de regresar a casa. Comenzaba una nueva etapa en la que los mundos se mezclaban uniendo virtudes y compensando defectos. A fin de cuentas esa era la esencia de la Divina Potencia Creadora de la que él era la encarnación.


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