El Encuentro

El Silencio en un momento concreto es capaz de salvar el Mundo.

Sesu no entendía el motivo de aquel viaje. Sólo marchaban, sus abuelos, su padre y él mismo. Por alguna extraña razón su madre y la corte se quedaron en los barcos.

«Qué raro» pensó confundido. Estaban visitando todas las ciudades importantes de la Tierra Negra para que los dioses de cada una de ellas dieran su bendición a su abuelo y a la dinastía y que el pueblo los viera.

Hasta entonces la corte había desembarcado con todo su aparato allí donde se habían detenido con la consabida escolta de soldados bien entrenados. Pero aquel no era el caso… en aquel lugar hasta los guerreros tenían prohibido acompañarlos.

A eso se añadía que sólo se había dispuesto de una lujosa silla de manos para sus abuelos, mientras que su padre y él debían caminar. Eso no le disgustaba, sin embargo le intrigaba sobremanera. Igual que el hecho que los habitantes de aquella urbe no se arrodillasen a su paso, limitándose a dejarles pasar cuando un heraldo lo reclamaba.

-¡Abrid paso a Sus Majestades y Sus Altezas!

Por lo demás eran observados con la curiosidad de quien veía pasar a alguien de una clase superior. ¡Podría apostar que les concedían la misma importancia que a unos nobles!

-¿Por qué tenemos que ir caminando Padre? -le preguntó a su progenitor.

Este lo miró ceñudo y le reprendió:

-¡Guarda silencio niño, no es de tu incumbencia!

Mas esas palabras tuvieron el efecto que podrían tener en cualquier infante. Eso lo llevaba a mirar a su alrededor intentando comprender sin salir de su asombro.  No le habían dicho qué habían ido a hacer allí salvo que era la que dictaba la Divina Potencia Creadora y él era lo suficientemente sensato a su edad para saber que no convenía contrariar a Maat.

Tras una buena caminata llegaron a un curioso palacio que parecía dividido en dos. Un puente sobre la vía principal de la ciudad comunicaba ambas partes. El estilo era elegante y destacaba la belleza propia de la naturaleza junto a unas esculturas y representaciones en los que aparecían monarcas de los que nunca había oído hablar.

El heraldo los dejó en una zona ajardinada tras atravesar la entrada. Allí los aguardaba un hombre que vestía el atuendo propio del Jefe de los Intendentes que les hizo un leve reverencia antes de saludarles:

-Bienvenidos -seguidamente le pidió-. Acompañadme,  os esperan.

Penetraron en un dédalo de pasillos y estancias cuya decoración parecía a punto de cobrar vida propia. Vio a cortesanos, sirvientes y soldados que, enfrascados en sus tareas apenas les prestaba atención.

«Aquí no tienes importancia» concluyó preguntándose cómo podía existir un lugar en el que no se respetara adecuadamente la autoridad de sus abuelos. También encendía su curiosidad observar que su padre parecía cada vez más enfadado.

El Jefe de Intendentes se detuvo ante unas altas puertas doradas en las que la diosa Maat extendía sus alas sobre una escena en donde otra vez aquellos extraños regentes representados de forma tan inhabitual componían el Sematawy bajo los rayos acabados en manos que salían de un disco solar.

-¿De veras esto es necesario Padre? -gruñó su padre a su abuelo.

Este se volvió un momento para mirarlo con severidad:

-De su voluntad depende el futuro de nuestra dinastía.

-Si no fuera por él tú no estarías llamado a llevar la Doble Corona algún día -agregó su abuela.

Su guía hizo que los soldados que velaban el acceso abrieran las hojas de la puerta y entró en la estancia. Oyó cómo el extremo inferior de su bastón golpeaba el suelo antes de anunciarlos con solemnidad.

-Tú te quedarás aquí -le ordenó su padre con rigidez-. No tardaremos mucho.

Sesu preguntó molesto por perderse aquel solemne e intrigante momento:

-¿Por qué?

Quería averiguar lo que se escondía detrás de aquellas fabulosas puertas. ¿Acaso no era el motivo por el que estaban allí? ¿Por qué le habían permitido acompañarlos entonces? No le preció nada justo.

-Porque sí -sentenció su padre irritado.

Su abuela comentó:

-Te aburrirías ahí dentro.

¿Acaso no lo iba a hacer también allí fuera? Ya se había aburrido en muchos otros eventos oficiales… ¿qué tenía aquel de distinto?

-Volveremos enseguida  -le aseguró su abuelo previamente a atravesar las puertas junto a su abuela seguidos por su padre.

Las puertas se cerraron tras ellos.

-No es justo -gruñó Sesu con impotencia.

Entonces escuchó un voz  joven y divertida decir a sus espaldas:

-No te creas, es muy aburrido.

Enseguida vio a los guardias cuadrarse en señal de respeto mientras saludaban:

-¡Divinidad!

Desconcertado por esa deferencia que no habían tenido con su familia, se volvió para descubrir quién era aquel al que tenían tanta estima.

Se sorprendió al encontrarse con un joven no mucho más alto que él, cuya calidez era patente en la sonrisa que se extendía desde sus labios hasta unos increíbles expresivos ojos. Además vestía como un rey de la Tierra Negra, llevando la diadema de las Dos Damas sobre su peluca nubia.

¿Cómo podía ser si su abuelo acababa de ser coronado? Era imposible que hubiera más regentes que disputaran el trono, su familia se había asegurado de ello.

-¿Quién eres? -exigió saber  tratando de disimular su desconcierto.

La situación parecía divertir a su interlocutor, quien amplió su sonrisa antes de responder:

-Puedes llamarme Neb -hizo una pausa-. ¿Cómo te llamas tú?

Perfectamente consciente de la importancia y el poder que había detrás del nombre, el niño decidió ocultar su verdadero nombre para no darle ningún ascendente sobre él. Seguidamente contestó:

-Soy Sesu.

-Me alegra conocerte por fin Sesu -le dijo el llamado Neb.

¿Por fin? ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso lo esperaba? ¿Qué pretendía?

Demasiadas preguntas y pocas respuestas. Una cosa tenía clara, no demostraría su debilidad ante él. No toleraría que lo dominase. ¡Era nieto de un rey y algún día él lo sería a su vez!

Lo miró con perspicacia antes de preguntar:

-¿Por qué vistes como un rey?

-Porque lo soy -dijo sencillamente Neb.

Eso lo sulfuró y lo llevó a exclamar indignado:

-¡Mi abuelo es el legítimo rey!

-Porque yo he estipulado que así sea -dijo su interlocutor al que no sabía si clasificar como amigo o como enemigo-. Como he decretado que tú lo serás también cuando llegue el momento.

Sus palabras no tenían ningún sentido para él. Le estaba diciendo que él era quien decidía quién se sentaba en el Trono de Horus. Pero él sabía la verdad, Horemheb había elegido a su abuelo como sucesor siguiendo la voluntad de los dioses.

-Eso no puede ser -negó entrecerrando los ojos antes de preguntar-. ¿Qué eres tú para decidir quién reina?

Neb le dijo con un suspiro:

-Todavía eres joven para entenderlo.

-¡Soy muy listo! -exclamó orgulloso. No permitiría que pensase que estaba tratando con cualquiera.

Todos pensaban que era muy niño para entender algunas cosas. Pero se equivocaban de cabo a rabo. Para empezar ya intuía que su interlocutor tenía algo que no había visto en ninguna parte antes.

Era el poder, puro y sin mácula… uno que era indiscutible, no había nada por encima de él. Y sin embargo, Sesu veía que el joven no estaba corrompido ni actuaba con soberbia.  Había en él un naturalidad que ejercía su atracción sobre él.

Su interlocutor asintió y comentó:

-Lo sé, sé que lo eres -hizo una pausa pensativa-. Voy a explicártelo.

El niño dijo con seguridad:

-Te escucho.

-Soy como un oráculo -dijo el llamado Neb.

Sesu parpadeó y cuestionó curioso:

-¿Como el de Amón?

-Mucho mejor -señaló el joven antes de explicarle-. Yo veo el camino de Maat y las cosas que han de hacerse para que ella reine.

Él se quedó unos minutos meditando sus palabras. Luego concluyó con orgullo:

-Y es Maat el reinado de nuestra dinastía.

-Así es -le confirmó Neb.

Eso le causó una gran satisfacción. Si cumplían con los preceptos de Maat tendrían una larga y poderosa dinastía que duraría mucho tiempo y que sería bien recordada en base a sus diferentes actos. Al menos él se esforzaría por hacerlo, ya que en sus planes estaba el llevar al Doble País a la máxima gloria tras la desastrosa época de Kheru y su familia.

-¿Y qué más cosas ves? -quiso saber.

El joven negó con la cabeza antes de replicar:

-No puedo decirlas.

-¿Pero por qué no? -cuestionó decepcionado.

Neb comentó:

-En el futuro entenderás que a veces la revelación del porvenir provoca que este acabe no sucediendo.

-¿Ni aún esforzándose para conseguirlo? -inquirió.

Su interlocutor sacudió la cabeza antes de hacerlo con palabras:

-Ya verás cómo no.

-¿Entonces para qué sirve tu oráculo? -preguntó Sesu con extrañeza.

Eso debió de ofender levemente a Neb pues al fin y al cabo lo había llamado inútil, pero naturalmente esa emoción se borró enseguida. No tardó nada en decirle tranquilamente:

-Sin embargo puedo darte consejos.

-¿Qué tipo de consejos? -inquirió el niño.

Su interlocutor cerró un momento sus ojos. Un par de minutos los abrió para decirle con seriedad:

-De hecho te daré dos. Los cuales quiero que te guíen pase lo que pase.

¡Dos consejos! ¡Cuánta generosidad! Pero un parte de él le decía que debía confiar en Neb y atender sus palabras. No debía desdeñarlas, pues eso significaría perder la oportunidad de que el camino de Maat lo llevase a la gloria.

-¿Qué consejos? -preguntó Sesu impaciente.

El joven respondió:

-El primero es que no te fíes de tu padre, haga lo que haga y diga lo que diga.

-¡¿Cómo puedes decir eso de mi padre?! -bramó furioso sin poder negarse a sí mismo que su instinto también lo había alertado sobre el trato que le dispensaba su progenitor a su familia… sobre todo a su pobre hermano al que había matado- ¡Él está llamado ocupar el Trono!

Neb le interrumpió:

-Solo para dártelo a ti cuando llegue el momento.

-¿Pero por qué dices esas cosas de mi padre? -insistió él.

Su interlocutor comentó:

-Conozco a la gente como él… no soportan quedarse a la sombra de otros que los superen… y tú estás llamado a superar a tu padre. Y eso hace que el camino de tu padre sea contrario al de Maat.

-¿Le va pasar algo? -planteó nervioso. A fin de cuentas no dejaba de ser su padre.

El joven respondió sin variar el tono:

-Cumplirá su destino y no podrás hacer nada para evitarlo.

No estaba seguro de que le estuviera gustando el consejo. Sin embargo dentro de él había algo que lo impulsaba a creerlo… sobre todo después de perder a su hermano y ver cómo su progenitor los trataba a su madre y a él.

Pero lo mejor era pensar en otra cosa y por ello preguntó:

-¿Y el otro consejo?

Neb se lo expuso con gravedad:

-Tu dinastía corre peligro, debes hacer lo posible por preservarla -hizo una pausa-. Asegúrate de que pueda durar mucho tiempo.

¡Eso ya le gustaba más! Ya tenía muy claro de que procuraría vivir lo máximo posible. Pero además tendría muchos hijos, de su Gran Esposa Real, esposas secundarias y Ornamentos Reales… Tendría una gran familia que aseguraría que su dinastía no se extinguiese y continuara con su legado.

-Eso sí que lo haré -dijo con orgullo antes de admitir-. Creo que tus consejos me vendrían muy bien… ¿por qué no vienes con nosotros?

El joven contestó con cierta simpatía:

-De momento mi lugar está aquí -le sonrió-. Vosotros acudiréis a mi cuando ayuda para hacer reinar a la Divina Potencia Creadora.

Sesu murmuró:

-Pero… ¿cómo sabremos cuándo venir?

-Lo sabréis -le aseguró él-. Y yo acudiré en vuestra ayuda cuando Maat esté en peligro y no tengáis tiempo para venir.

Se lo quedó mirando con extrañeza. No concebía en qué circunstancias podría ocurrir tal cosa. Mas ¿acaso no estaban ya allí? ¿No era una prueba de que lo que decía era verdad? De algún modo asoció que un futuro encuentro con aquel misterioso joven sólo se daría en circunstancias de lo más adversas… y él no estaba dispuesto a permitir que se dieran.

Su interlocutor interrumpió sus pensamientos al decirle:

-Ahora debo marcharme.

-¿Tan pronto? -preguntó anonadado.

Neb asintió previamente a responder:

-Volveremos vernos y entonces lo entenderás.

-Pero… -trató de objetar.

El joven le interrumpió:

-Y hasta entonces encontrarás a gente que te ayudará a mantenerte en el camino de Maat -hizo una pausa-. No permitas que te alejen de ella.

Lo dejó desconcertado y más cuando lo vio desaparecer por el pasillo dejándolo ante unos guardias que actuaban con absoluta normalidad. Se sintió ridículo, parecía que no encajaba allí.

Pronto resultó que no era el único, aunque por razones bien diferente. Sus abuelos y su padre regresaron con este último hecho una furia exclamando:

-¡¿De veras debemos tratar con unos herejes?! ¡Con el Kheru nada menos!

-Ellos hacen reinar Maat hijo mío -dijo su abuela apaciguadora.

Su progenitor tronó:

-¡Qué sabréis vos!

-Tu abuela tiene razón Seti -intervino su abuelo.

El aludido lo agarró de la muñeca con tanta fuerza que hasta le hizo daño. Seguidamente gritó ofendido:

-¡Eso lo hacemos nosotros!

Pero su  abuelo no se arredró ante el estallido de su padre. Con voz segura le dijo mientras miraba desaprobador su gesto:

-Sin ellos todo nuestro trabajo sería inútil.

-¡No puedo creer que os hayáis dejado engañar! -gritó su padre.

Nunca lo había visto tan enfadado. A su mente acudió la muerte de su hermano y contuvo el grito de dolor fruto de su agarre.

Su abuelo le dijo con firmeza:

-Y tú olvidas que gracias a ellos tú me sucederás.

Entonces se hicieron muy presentes las palabras de Neb. Ante la sorpresa de su padre por lo que le decía su propio progenitor, aflojó su presa y pudo liberarse mientras suspiraba con alivio.

-Esto no quedará así -bufó su padre.

Por supuesto que no. Hasta él lo sabía. Sin embargo las cosas no iban a ser como su progenitor pretendía por mucho que eso le enfadase.

Su abuela suspiró:

-Ellos tienen la última palabra.

Por unos segundos llegó a preguntarse si ella había escuchado la conversación que había tenido con Neb. De lo que no dudaba era que ella tenía muy clara la situación en la que se encontraban.

-¡No toleraré más dictados de los herejes! -tronó su padre.

Su abuelo contestó:

-Es tu decisión. Pero ay de ti si te vuelves contra Maat -le clavó su mirada-. Los que lo han hecho lo han perdido absolutamente todo antes de darse cuenta.

Su progenitor insistió:

-Llevaré a nuestra dinastía a su mayor esplendor sin tutelas, por mí mismo.

Para él eso sonaba a problemas. Sesu creyó que su padre estaba completamente ciego al no entender por qué su dinastía tenía la misión de recuperar todo lo perdido a causa de gente igual o más ciega que él… si eso era posible.

Quizá Neb tendría que intervenir antes de lo que se creía… O tal vez, teniendo en cuenta que su abuelo y su padre ya tenían cierta edad, él podría arreglar el desastre que pudiera provocar su progenitor.

-Vámonos, tenemos muchas cosas que hacer -zanjó la discusión su abuelo.

Se dirigieron a la salida donde esperaba la silla de manos para sus abuelos. Él la siguió mientras se frotaba la muñeca.

Se cuidó mucho de mencionarle su encuentro a su padre. Sabía cuál sería su reacción y no estaba dispuesto a sufrirla él o que la padecieran las demás. La conversación mantenida hallaba refugio en su corazón, dándole la certeza de que pasara lo que pasar… él ayudaría a que Maat prevaleciese.

Relacionado con:

Anjesenamón

La pandemia

Antes o después comparecemos ante un juez

El regreso de Maat

Ante la balanza

Luz en medio de la Oscuridad

El Reinado de Isefet

La decisión

Maat e Isefet

Símbolo Viviente de la Divinidad

Horus en el Nido

90 comentarios en “El Encuentro

  1. Pingback: Proteger a los que quieres | Anuska Martínez

  2. Pingback: Guerra y Religión | Anuska Martínez

  3. Pingback: Creer | Anuska Martínez

  4. Pingback: Dioses de ayer y hoy | Anuska Martínez

  5. Pingback: Dolor y placer | Anuska Martínez

  6. Pingback: Esperanza | Anuska Martínez

  7. Pingback: Respiro | Anuska Martínez

  8. Pingback: Tomar la decisión correcta | Anuska Martínez

  9. Pingback: No hay mal que cien años dure | Anuska Martínez

  10. Pingback: Planes | Anuska Martínez

  11. Pingback: Ohana | Anuska Martínez

  12. Pingback: Lento pero seguro | Anuska Martínez

  13. Pingback: Vuelo | Anuska Martínez

  14. Pingback: Los caminos son inescrutables | Anuska Martínez

  15. Pingback: Fuego | Anuska Martínez

  16. Pingback: Sombras y luces | Anuska Martínez

  17. Pingback: Blancos o negros | Anuska Martínez

  18. Pingback: Fiesta | Anuska Martínez

  19. Pingback: Amor verdadero | Anuska Martínez

  20. Pingback: ¿Qué es el tiempo? | Anuska Martínez

  21. Pingback: El guardián | Anuska Martínez

  22. Pingback: El amor de un padre | Anuska Martínez

  23. Pingback: Dejar al mundo girar | Anuska Martínez

  24. Pingback: Sólo hay un mundo | Anuska Martínez

  25. Pingback: El puente entre la vida y la muerte | Anuska Martínez

  26. Pingback: Las tinieblas y las sombras no son lo mismo | Anuska Martínez

  27. Pingback: Hay seres que jamás debieron existir | Anuska Martínez

  28. Pingback: El mal nunca duerme | Anuska Martínez

  29. Pingback: Delegar no es de débiles | Anuska Martínez

  30. Pingback: Un nuevo Amanecer | Anuska Martínez

  31. Pingback: El Prodigio | Anuska Martínez

  32. Pingback: Las verdades poco a poco salen a la luz | Anuska Martínez

  33. Pingback: Presagios en el pasado | Anuska Martínez

  34. Pingback: Tributo | Anuska Martínez

  35. Pingback: Momento de asueto | Anuska Martínez

  36. Pingback: La pureza de la nieve | Anuska Martínez

  37. Pingback: Tiempo de esperanza | Anuska Martínez

  38. Pingback: Mi corazón juega con mi mente | Anuska Martínez

  39. Pingback: Los cambios siempre asustan | Anuska Martínez

  40. Pingback: Paréntesis | Anuska Martínez

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.