Creer

-Yo no creo en el Diablo
-Pues deberías, porque él si cree en ti.

Luan

Volvíamos en ese aparato volador que ni sabía cómo se sostenía sólo en el aire sin magia y yo lo hacía de forma taciturna, con el codo apoyado en el reposabrazos del asiento y mi barbilla sobre mi mano observando como cruzábamos las nubes blancas que de vez en cuando se abrían para permitirme ver el azul del agua o algún trozo de tierra cuando sentí que alguien se sentaba a mi lado.

Salí de mi trance para girar levemente la cabeza, me sorprendió ver sentada a mi lado a Gaia lo cual me llevó a elevar levemente una ceja mientras me echaba hacia atrás en el asiento para colocarme bien. Si se había sentado a mi lado estaba claro que era con alguna intención.

-Quiero ver resultados antes de darles algo – dijo sin mirarme.

Eso me hizo sonreír a medias al entender sus palabras, que era respecto al conflicto que Nebadur acababa de acabar, y al hecho de haber aceptado quitar la sequía. Pero claro, eso chocaba contra su desconfianza hacia ellos, su paciencia ya había sido gastada y por otro lado quería confiar en mi hijo también.

Entendí que acudiera a mi, era la más desencantada con la raza humana en esos momentos y los conflictos y el mundo que estaba descubriendo sólo me estaba dando la razón.

-No se si voy a ser la mejor en darte consejos sobre los humanos – le comenté con sinceridad.

Ella me miró por un momento intrigada por que hubiera captado sus intenciones pero era tan cristalina que ni siquiera me hacía falta saber lo que pensaba, su forma de ser ya valía.

Podría ser la Tierra y saber muchísimas cosas que nosotros no tendríamos ni idea pero con respecto a la vida humana, su forma de tratarse, sus culturas, jergas y formas de actuar…era como una niña aún.

-Se una buena mercader – le dije con tranquilidad.

-¿Una buena mercader? – me preguntó ladeando la cabeza curiosa.

-Un buen mercader no vende su producto si no está seguro de que el comprador vaya a hacer su parte del trato – le expliqué.

-¿Y qué hace? – me planteó interesada.

Sacudí los hombros de forma relajada:

-Le presenta al principio una pequeña parte del producto para que vea su calidad. De esa forma el comprador observa si el vendedor lo está timando y el vendedor si el comprador está realmente interesado.

Gaia la miró confundida.

-No lo entiendo –

Luan se rió suavemente porque comprendía que no entendiera sobre comercio, era la Tierra, para ella eso debía sonarle a algo en otro idioma.

-Para que lo entiendas mejor Gaia, significa que les des por ejemplo unas lluvias en su sequía y veas como reaccionan – le aclaró el Grande dando a entender que todo el mundo estaba poniendo el oído en nuestra conversación.

– Verás que ellos te responderán – le dijo mi hijo seguro con un asentimiento.

-Y también estaremos nosotros para ayudarlos a que sigan el orden – se sumó el Magnífico.

Gaia se quedó unos minutos en silencio para luego asentir despacio, como si le costara creerlo, lo cual era más que lógico después de todo lo que había visto que le habían hecho y estaba segura de que no sabía ni la mitad.

«Estos humanos…» pensé chasqueando la lengua.

Lo cual hizo que Gaia me mirase con intensidad, daba igual las barreras que usara mentales, ella parecía escuchar mis pensamientos aún que…¿Ella sabría que podía también escuchar los suyos?

-Madre…- me dijo Nebadur que aún sin saber lo que Gaia había escuchado si había notado su reacción.

Suspiré levemente, estar al otro lado de que te escuchasen los pensamientos era incómodo, debías de dar explicaciones innecesarias.

-Mira Gaia, te seré sincera – la miré – No puedo decir que los humanos sean de mi devoción – comencé y ella asintió estando de acuerdo – pero la experiencia me ha enseñado que no puedo meterlos a todos en el mismo saco y creo que tú piensas lo mismo, sino no estarías aquí – puntualicé esto último.

Gaia volvió a asentir tras una pausa.

-Es cierto –

-Y eso implica que, como Nebadur dice, hay que tener esperanza. Y la esperanza no se basa en creer a ciegas que el otro lo vaya a hacer bien y encuentres un resultado que te guste, la esperanza también afecta a uno – le expliqué de forma pausada.

-¿A qué te refieres? – me preguntó interesada.

Me quedé callada por un momento porque lo que iba a decir era algo personal y me incomodaba en parte decirlo delante de tanta gente. Fue ahí cuando sentí la cabeza de Mek apoyada en mi pierna mirándome como si me animase a seguir pero al final tiré por la parte práctica.

-Me refiero a que si cierras la puerta a que eso pase nunca lo sabrás. Es…- me quedé pensativa para buscar las palabras para poder explicarlo – A ti te duele ¿verdad? –

Volvió a asentir.

-Sabes lo que pasa cuando una herida se infecta.

Otro asentimiento.

-Si nadie la trata al final eso desemboca en algo peor, pero si alguien la trata el resultado no va a ser inmediato. Tratar la herida también te dará alivio a ti, luego o puede ir a más la infección o a menos, pero lo que uno busca al tratarla es que mejore, no empeore –

-Estoy herida – admitió Gaia.

-Lo sabemos – replicó su hijo con tranquilidad – por eso estamos buscando sanarte Gaia.

Esta lo miró para luego sonreírle.

-Lo sé – le dijo segura.

-Las heridas tardan un poco en sanar – comentó la mujer del padre de Nebadur con suavidad.

-Todo tiene su tiempo, aún que a nosotros nos parezca efímero – admitió la pareja del Magnífico.

Me reí entre dientes lo cual llamó la atención de todos y le dije a Gaia:

-¿Verdad que no te hiciste en un día? –

Ella negó con la cabeza.

-Pues esto es igual –


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