El hombre es capaz de tanta atrocidad como tiene imaginación
Nos fuimos acercando en las sombras a lo que parecía ser una especie de templo incrustado en la roca pero que pasaba desapercibido salvo que ya supieras que estaba allí.
-Me da mala espina – comentó User de forma seria justo cuando llegábamos a la entrada.
Yo me paré frunciendo el ceño para luego desenvainar mi espada, gesto que hizo que User también sacara la suya.
-¿Has visto algún enemigo? – me planteó poniéndose en tensión.
-No, ahí dentro no hay nada vivo – comenté de forma pausada e hice que mi espada brillase para que él viera lo que yo estaba mirando en la oscuridad.
Una enorme masa informe y negra como la noche más oscura que se revolvía sobre si misma como si alguien la estuviera sometiendo a la peor de las torturas.
-¿Qué es eso? – planteó el Grande dando un pequeño paso hacia atrás pero de la impresión al no haber visto nada así jamás en su vida.
Sin envainar la espada abrí un portal que nos sacó de la realidad de las sombras para devolvernos al mundo. Entrecerré un momento los ojos porque estábamos en el desierto, justo dentro de un risco que estaba lleno de claro-oscuros por las sombras que proyectaban las paredes.
– Eso es hasta que punto llegaron los que invocaron a Cleopatra – seguí usando el mismo tono pausado pero serio.
-Creo que me estoy perdiendo algo – admitió él mirándome elevando una ceja.
-La magia es parte del universo y en este nunca se consigue algo sin dar nada a cambio. Revivir a alguien tiene un coste muy alto – di un paso hacia él interior.
-Está ahí dentro el coste ¿verdad? – dijo él con semblante serio también avanzando. En cuanto nos internamos un poco más en la cueva empezó a llegarnos un horrible olor.
-Reconozco ese olor…-murmuró él.
-El olor de la muerte es uno que jamás desaparece de la memoria – admití haciendo que la espalda iluminase más el pasillo, en el suelo se podían ver manchas oscuras, unas más que otras por su antigüedad.
-La única forma de revivir a un muerto sin que te afecte a ti, es arrebatando vidas a costa de la que le vas a sacar a la parca – comenté sin dejar de avanzar.
-Eso es horrible – admitió Usermaatre.
-Aún hay algo más horrible – comenté con tranquilidad.
-¿Algo más horrible que arrebatar vidas? – me dijo sorprendido.
Fue ahí cuando lo miré por un momento de soslayo para luego volver a mirar al frente, él se detuvo en seco y me sujetó del brazo parándome a mi también.
-Dime que no es lo que estoy pensando Luan – me dijo con una seriedad heladora pero no hacia mi persona, sino hacia esos monstruos, por que no se les podía llamar de otra forma.
Suspiré levemente para luego aclararle en qué consistía el ritual que habían realizado esos canallas.
-Cuanto más inocente mayor valor tiene en el ritual para que este vaya adelante e invoques a la persona en específico que quieres –
En ese momento me soltó y me adelantó avanzando con paso firme y enfadado lo que quedaba de pasillo, lo seguí en silencio sabiendo que si habían llegado a aquel extremo era que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa y a cualquier coste.
Desembocamos en una habitación redonda con un altar en el medio, me fijé que había varias antorchas colgadas de las paredes y las encendí con mi magia a la vez que guardaba la espalda ya que con esa luz que había encendido ya no hacía falta.
El olor allí era casi insoportable, el altar tenía una forma cóncava y estaba totalmente manchado de sangre y lleno de moscas.
Observé cómo el Grande apretaba sus puños, uno aún sujetando la espada, hasta que los nudillos se le quedaron blancos, también observé que tenía la mandíbula tensa y sus ojos brillaban con un odio intenso.
Mek, que hasta ahora había permanecido en el mayor de los silencios me sobrepasó con las orejas hacia atrás y el lomo todo erizado, colocándose a la par de Usermaatre.
-Si Mek…- le dijo en un susurro bajo.
Yo me puse al otro lado de él observando también el altar con los ojos rojos para que de pronto de la propia sombra del objeto salieran unas gruesas espinas que reptaron por él como si fueran serpientes hasta que lo rodearon por completo y en un segundo lo estrujaron con tanta fuerza que lo hicieron pedazos.
-Gracias – me dijo User sin apartar la mirada del altar, reparando en que había una tapia. Dio un paso hacia ella y fue ahí cuando yo le puse la mano en el hombro frenándolo esta vez yo.
-No quieras quedarte con esa imagen en tu cabeza para toda la vida User – le recomendé de forma suave.
-No podemos dejarlos ahí, enterrados como ratas – siseó y fue ahí cuando yo levanté mi mano asintiendo despacio.
Se guardó la espada y se agachó para apartar la tapia, en ese punto el olor se volvió nauseabundo, casi era imposible respirar, cuando observé el interior el horror que no habíamos ni logrado decir en voz alta se mostró ante nosotros.
Yo suspiré, pero el que si mostró lo que los tres estábamos pensando en realidad fue Mek, el cual estaba totalmente erizado ya y un gutural gruñido salió de su garganta.
Niños…no podría decir cuantos ya que estaban en diferentes estados de descomposición y tenían tamaños también diferentes.
-¿Cómo nadie se dio cuenta? – murmuró User agachándose con la mirada puesta en la fosa común sin que el olor le importase.
-Dijiste que la ciudad de El Cairo es una de las más pobladas del planeta ¿verdad? Entre millones de personas no creo que les haya sido difícil hacer desaparecer unas docenas de niños – comenté con tacto.
-Cuantos padres…madres…hermanos…estarán buscándolos desesperados sin tener ni idea de que su hijo está aquí tirando como…- no acabó la frase pero me podía hacer una idea de lo que no dijo.
-Tienes razón, merecen un entierro digno – admití de forma pausada.
Relacionado con:
No juegues con quién no puedes
Proteger lo que quieres es lo más importante
Que diferente es el hoy del ayer
Un viaje transcendental en el autobús
Antes o después comparecemos ante un juez
Pingback: Reencuentro | Anuska Martínez
Pingback: Tributo | Anuska Martínez
Pingback: Momento de asueto | Anuska Martínez
Pingback: El Gato | Anuska Martínez
Pingback: El Gato | Anuska Martínez
Pingback: La pureza de la nieve | Anuska Martínez
Pingback: El punto en el que te encuentras. | Anuska Martínez
Pingback: Tiempo de esperanza | Anuska Martínez
Pingback: Paz | Anuska Martínez
Pingback: Mi corazón juega con mi mente | Anuska Martínez
Pingback: El Pacto | Anuska Martínez
Pingback: Los cambios siempre asustan | Anuska Martínez
Pingback: Aceptar el pecado | Anuska Martínez
Pingback: Funeral | Anuska Martínez
Pingback: Ruinas | Anuska Martínez
Pingback: Viaje | Anuska Martínez
Pingback: Llegada | Anuska Martínez
Pingback: Tomar las riendas | Anuska Martínez
Pingback: Pasos | Anuska Martínez
Pingback: Pureza | Anuska Martínez
Pingback: Blancas mueven primero y después sigue el juego. | Anuska Martínez
Pingback: A perro que duerme no lo despiertes. | Anuska Martínez
Pingback: Torneo | Anuska Martínez
Pingback: Reordenando un Caos sin que deje de ser Caos. | Anuska Martínez
Pingback: Construyendo la paz | Anuska Martínez
Pingback: Paréntesis | Anuska Martínez
Pingback: Tiempos de cambio | Anuska Martínez
Pingback: El conocimiento es poder | Anuska Martínez
Pingback: Lo Desconocido | Anuska Martínez
Pingback: Planos | Anuska Martínez