Lo único que quiero es tu felicidad y estar contigo, una sonrisa tuya es mi debilidad…
Luan
La mirada que crucé con los Dioses antes de que se retiraran fue suficiente para que entendieran que, aún con los siglos que habían pasado aún teníamos unas palabras pendientes, cosa que supieron no solo por la mirada que cruzamos, sino también por como de forma sutil la mano que agarraba mi espada se había girado hacia ellos en un claro aviso.
Venir ahora a defenderlo me parecía un remiendo de aquello que para mi aún era muy vivido y que jamás se borraría de mi mente. La muerte de mi hijo.
El que estuviera de vuelta era un milagro por que se trataba de quién era pero eso no le restaba importancia al hecho de que en su día muriera y para mi ellos eran tan culpables de que sucediera como los que le arrebataron la vida en su día.
-¿Otra vez has agotado tus energías? – escuchó una suave voz familiar a su espalda mientras ella no dejaba de apuntar con su espada al Dios.
Gaia se acercó con pasos resueltos a junto de Nebadur y se agachó a su altura y la de su padre para mirarlo de forma cálida con sus ojos bicolor.
-Tenía que hacerlo Gaia – le dijo su hijo con una pequeña sonrisa.
Ella se la devolvió para luego apoyar suavemente su mano sobre su cabeza para insuflarle su energía renovadora, lo cual agradeció con un suave asentimiento mientras se levantaba ayudado por su padre.
-Sabes por qué te he llamado ¿verdad? –
Gaia también se puso de pie y miró de soslayo al Dios que apuntaba con mi arma.
-Me hago una idea – admitió.
-¿Podrías…? -dejó la frase en el aire y Gaia se quedó pensativa sopesándolo.
-No directamente pero si podría ponerlos en el camino para que encontraran la fórmula para que dieran con un medicamento para reducir los efectos negativos de la neumonía. Como pasó con la anterior pandemia. – comentó con tranquilidad mirando a Nebadur.
-¿Lo volverías a hacer? – le planteó él con esperanzas, al fin y al cabo no era como con los otros Dioses, con ella únicamente tenía un trato y, para que negarlo, Gaia podría ver un beneficio en que la cantidad de humanos se redujera.
» En verdad lo sería para todas sus otras criaturas » pensó Luan para si y fue ahí cuando Gaia la miró por un momento antes de dirigirse a Nebadur.
-Lo haré, aún que no sea lo que más me beneficie –
-Muchas gracias Gaia – le dijo mi hijo con una sincera sonrisa y ella asintió antes de desaparecer me imagino que para ir a llevar a cabo aquello.
-¿Ya podemos encargarnos de él? – le planteé a mi pequeño volviendo la mirada hacia el Dios.
-Si madre – me respondió Nebadur mientras se hacía un profundo silencio en la habitación.
-No…no podéis… – empezó a rogar el Dios retrocediendo un paso al ver mis ojos rojos pero no pudo retroceder más porque unas espinas negras lo detuvieron.
-Por aprecio a las más pequeñas tú y yo acabaremos esta discusión en otro lado – le dije antes de hacerlo desaparecer en la realidad de las sombras mientras yo entraba detrás de él.
-¿Qué…qué es este lugar? – le planteó el Dios mirando a su alrededor.
Era como el mundo normal pero como si allí no existiera el color, todo en tonos grises y difuminados salvo las criaturas que allí habitaban. Demonios de todo tipo de clases, seres informes, carroñeros, trozos de almas que se habían quedado allí atrapadas, recuerdos de los más oscuros e incluso bestias que podrían enfrentarse a los mismísimos Dioses pero, sobre todas ellas y por haber pasado milenios allí dentro, la Reina indiscutible era yo.
Sonreí a medias mientras de mi espada surgía el Demonio que llevaba encerrado en ella desde hacía mucho tiempo.
-Mi terreno de juegos – sentencié mientras el Demonio avanzaba hacia él con sus dos espadas listas, antes si quiera de que el Dios pudiera decir nada las cruzó con rapidez delante de su cara y separó su cabeza del cuerpo haciendo que esta cayera a unos metros de distancia. El cuerpo tardó unos segundos en desplomarse delante de mi.
El demonio en ese momento me miró en silencio en una muda pregunta y yo sacudí los hombros antes de decir con indiferencia por el Dios caído:
-Todo tuyo, que te aproveche –
Fue ahí cuando el demonio sonrió de forma lobuna antes de hacerse cargo del cuerpo del Dios, sin duda todo un manjar para él y más teniendo en cuenta que su único alimento los últimos milenios habían sido sombras y otros Demonios, para él aquello era un manjar de reyes.
«Luego están esos dos…» pensó para si Luan mientras el Demonio daba cuenta del Dios y chasqueó la lengua » Pero Nebadur sigue queriéndolos y nunca los dejará de querer » se recordó para al momento suspirar. Estaba claro que seguían muy cerca de él y que le iba a tocar volver a cruzarse con ellos.
-Habrá que hacer de tripas corazón…- murmuró observando como el demonio había acabado.
-¿Estás? – le preguntó y él asintió relamiéndose antes de volver a la espada sabiendo que esa pregunta había sido una orden implícita.
Luan ahí envainó la espada para volver de la realidad de las sombras al mundo real.
-¿Lo hiciste? – le planteó Nebadur al verla aparecer y con Mek a su lado sentado de forma relajada junto a Sa .
Asentí de forma relajada dando un par de palmaditas a la espada:
-Él encantado con su manjar –
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