Se que duele, es difícil a veces respirar
-Quédatelo como recordatorio de nuestra alianza y nuestro compromiso.- repitió mientras acariciaba la cabeza de cada mosca en su cueva iluminada en silencio.
No sabía como denominar lo que sentía en esos momentos pero me era agradable, algo que jamás había notado pero que no me disgustaba.
Me puse el colgante con cuidado para luego volver a verlo con curiosidad hasta que un profundo dolor me hizo soltarlo y cerrar un ojo mientras me apretaba el pecho.
Un nuevo clavo en el ataúd, árboles que caían sin piedad mientras que cientos de vidas eran arrebatadas sin control…Eso me hizo rechinar los dientes con furia, ¿Pero hasta dónde estaban dispuestos a llegar?
-Maldita sea…-siseé como si la realidad me devolviera a la actualidad, una que quedaba lejos de regalos honoríficos.
Mis ojos brillaron mientras la cueva latía de pronto lentamente. Volvían a estar atacando a mi pulmón, por eso había querido que ellos fueran allí…necesitaba poder volver a respirar con tranquilidad, de lo contrario no importaba cuantas cosas se hicieran…Ese era el último pilar que quedaba, si lo destruían entonces o acabarían conmigo o yo con ellos.
Por ello me alegró ver que Nebjeperure entendió mi indirecta y se dirigió hacia allí, hacia Brasil y hacia el Amazonas.
Aparecí junto a él cuando ya estuvieron en el lugar. Asentí ante su última pregunta para luego mirar a las pequeñas con cariño, podía ser que deseara lo peor a sus enemigos pero ante todo quería vivir para que aquellos que la querían o al menos respetaban pudieran vivir pacíficamente en ella.
– Lo que están haciendo conmigo aquí está llegando a un punto crítico – admití mientras me acercaba a las pequeñas de forma lenta para luego pararme frente a ellas que me miraban con ojos curiosos.
Las pequeñas me devolvieron la mirada y sonrieron para luego estirar las manos y haciendo gestos como para que me agachase. Eso hice y cuando me puse a su altura pusieron sus manos sobre mi cara, lo cual me sorprendió y me hizo pestañear un par de veces.
-¡Tata Gaia! – dijeron sonrientes al unísono.
Ladeé la cabeza sin entender a qué se referían pero si notando su alegría y confianza hacia mi.
-¿Tata? –
Uno de sus padres, el abuelo de Nebjeperure, me dijo con tranquilidad:
-Te toman como su tía –
Justo fue entonces cuando la Drow me preguntó:
-¿Prefieres que te llamen mamá? –
La elfa solar indicó a su vez:
-Están aprendiendo a hablar –
Las pequeñas me miraron con una sonrisa y yo no pude evitar también sonreirles para luego hacer que de mis manos brotasen unos pequeños helechos que eran muy suaves y que empezaron a acariciar sus caras y sus manos con cuidado.
-Siento decir que no entiendo vuestras referencias – admití.
Nessariäh le dijo:
-Eres la madre tierra…sería lo más correcto –
Fue ahí cuando intervino Ajenatón:
-Les estamos inculcando el respeto hacia ti –
Al escuchar sus palabras miré a las pequeñas mientras las dejaba seguir jugando con los pequeños helechos que salían de mis manos y se movían de una forma que parecía divertirlas por unos minutos para luego observar a sus progenitores.
-Entiendo el vínculo que hay entre un progenitor y su prole – me levanté despacio dejando que ellas siguieran jugando – También entiendo vuestros sentimientos por protegerlas – admití notando que , aún que no querían hacerme daño si sentía su gran afán protector – No les haré mal alguno, podéis estar tranquilos –
Usermaatre me contestó:
-Lo sabemos, Nebjeperure confía en ti, por lo que nosotros también –
Ahí asentí, me era raro e intrigante tener ese tipo de trato, podía llegar a entender unas partes de su sentir o su forma de actuar pero otras no. Me toqué sin darme cuenta el collar para luego alejarme de las pequeñas sin que los pequeños helechos se fueran para que siguieran divirtiéndose con ellos.
– Os he traído aquí porque si el Amazonas, como lo llaman y el que es mi pulmón desaparece, todos lo haréis…y lo están devastando –
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