Me muero

Y mi última voluntad será no haberme dado cuenta antes del daño. Ni vosotros.

Toqué en silencio el suave pasto de la sabana que un mes después seguía en sequía, algo que hasta ahora era imposible, siempre había sido un reloj y ahora algo había cambiado…el tiempo pasaba y seguía sin traer comida a las manadas carentes de lluvia. Miré el cielo azul y luego volví a bajar la mirada con tristeza hacia los animales muertos en el barro del último pequeño abrevadero que debería de, a estas alturas, ser un lago.

Vi respirar lentamente a un cocodrilo que se estaba cociendo al sol y me agaché a su lado para luego poner mi mano sobre su hocico suavemente y bajarle la temperatura para que al menos sus últimos momentos pudiera pasarlos en paz.

Cuando soltó su último suspiro mis ojos brillaron para mirar al horizonte sintiendo el poder que allí se estaba gestando hasta que escuché la plegaria de mi único aliado.

«Escúchame Gaia, después de los últimos golpes, los sacerdotes han enviado la oscuridad y los demonios a mi hogar amenazando todo aquello a lo que quiero y lo que vela por el reinado de la Divina Potencia Creadora . Te ruego que nos ayudes frente a ellos y vuelques tu ira sobre ellos para que el Equilibrio subsista y se refuerce.

Miré al horizonte para observar qué estaba pasando y apreté los labios en silencio con furia. Esas ratas que se creían las más importantes y las más poderosas…

Me acerqué con lentitud al problema pero me mantuve oculta observando los sucesos durante unas horas, horas que a medida que pasaban los acontecimientos encendieron mi fuego interno ya que era un despropósito mientras que los líderes que lo habían orquestado se mantenían tan tranquilos en su madriguera y por eso decidí ir allí.

Se trataba de un edificio muy tecnológico dentro de la gran urbe, podría pasar como uno más de oficinas aún que en el búnker donde se encontraban se creyeran omnipotentes…

-Una ofrenda más…- siseé mientras dentro de este las hiedras empezaban a romper los grandes y profundos bloques de cemento, cosa que los hizo sorprenderse a todos.

-¿¡Pero qué!? –

-¿¡Y estas plantas!?

-¡Obra de los que nos quieren destruir seguro! – opinó uno para que luego una voz suave salida de las sombras que habían generado las enredaderas al romper varios focos comentase:

-Una frase muy interesante ya que sale de los labios de alguien que busca tal desastre –

Los presentes sólo pudieron sentir un escalofrío al ver un ojo verde y otro azul brillando en la oscuridad como si se trataran de dos fuegos fatuos de la antigüedad, con la diferencia de que estos, al menos a ellos, no les iban a traer cobijo alguno.

-¿Qui…quién…qué…qué eres? –

-El monstruo al cual no debisteis subestimar – murmuré como un susurro en el viento antes de cerrar los ojos y desaparecer.

Todos tragaron saliva porque notaban el ambiente tenso y ellos aún más, no tenían ni la más remota idea de a lo que se enfrentaban pero su instinto primigenio los animaba a correr, a alejarse de allí !a la de ya!

Se escuchó una suave risa que trajo el viento aún dentro de ese armazón de hormigón.

– Huelo el miedo, huelo que algunos os habéis hecho las heces encima pero….¿sabéis lo que no huelo en lo absoluto? -hice una pausa – arrepentimiento –

Dos luces rojas aparecieron esta vez y las observaban desde lo alto de forma que parecían ser como un juez que los miraba desde el estrado.

– No por necios penséis que la justicia será menor – siseé de forma fría mientras, sin que se diesen cuenta porque estaban abstraídos con mis palabras las enredaderas también los habían rodeado – vuestros actos esta noche han sido deplorables y aún por encima os estabais regocijando en ellos cuando llegué…- hice una suave pausa viendo sus cara palidecer – me alegra que lo empecéis a entender – sonreí con gracia – ya lleváis muertos unos minutos por su veneno, sólo quise jugar un poco con vosotros – me encogí de hombros – al fin y al cabo es lo que vosotros estáis haciendo siempre conmigo – los miré con ojos brillantes – Adiós –


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