Luz en medio de la Oscuridad

Cuando no sepas qué hacer sigue adelante, las respuestas y la ayuda aguardan en el camino.

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-Detenedlos.

La orden tajante, de aquel engendro que desgraciadamente llevaba su propia sangre, no podía ser desobedecida. Formulada mientras abusaba de varias jóvenes y obligaba a su propio padre a hacer lo mismo, hizo que el Hijo de Amón se odiara aún más a sí mismo.

Era un odio fundado en su impotencia, en su incapacidad para detener sus acciones. Unas acciones relacionadas con las suyas propias sobre las que ejercía un control absoluto, todo lo que ordenara debía ser realizado. Así había segado miles de vidas mientras los elementos azotaban sin piedad diferentes puntos de la geografía mundial.

Cuán diferente era de Nebjeperure, el joven regente nutría su libre albedrío y carecía de su crueldad; además escuchaba sus opiniones y sus órdenes eran siempre peticiones… unas que acataban porque estas siempre eran la expresión de la Divina Potencia Creadora.

Así que ahí se encontraba, sobrevolando aquel recóndito lugar al Norte de España. Acostumbrado a los temporales, en su mayoría había resistido los embates  del tiempo con mejor fortuna que otros lugares. Sin embargo, eso no quitaba que las vías principales fueran intransitables y aquella pareja tuviera que aventurarse por un antiguo camino que serpenteaba por el valle.

El Grande y el sacerdote de Re transitaban por la peligrosa ruta sin detenerse ante la tempestad. Se daba cuenta de que tenían una razón para continuar en medio de la oscuridad evitando árboles que se caían y el granizo que hacía más peligrosa a la carretera.

Cualquier otro, fuera por el viento o las precipitaciones, ya habría muerto; pero ellos no, ellos seguían adelante. Eso demostraba que Elohim tenía sobrada experiencia y que Ramsés estaba decidido asumiendo unos riesgos que de otro modo lo habrían disuadido.

«¿Qué es lo que buscas?» se preguntó mentalmente. La única respuesta era que intentaba dar con una solución a aquella situación. Hacer que Nebjeperure regresara para restaurar el Orden. Algo que en un principio sería imposible… pero si se embarcaba en algo así debía significar que no todo estaba perdido.

La orden no podía ser más clara. Sin embargo, pensándolo bien, no había especificado ciertos aspectos: cuándo, dónde y cómo debía detenerlos. Lo haría, pero les daría todas las facilidades posibles para que ellos pudieran detenerlo primero.

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El último trayecto fue el más difícil de todos. En ocasiones ordinarias habría sido el más sencillo o incluso aburrido para un profesor de autoescuela que ya se conocía todos los secretos que cualquier ruta pudiera ocultar.

Ya habían dejado atrás la estrecha y serpenteante carretera bajo unas condiciones que a otros muchos les habrían llevado precipicio abajo. En plena oscuridad se intuía a escasa distancia algunas luces dispersas, la pequeña localidad enclavada en aquel viejo valle que ocultaba miles de viejas historias.

-¡¿No puedes ir más rápido?! -le siseó el Grande rompiendo el silencio imperante dentro del vehículo. Fuera era otra historia, con los elementos desbocados  lo difícil era ser sordo.

El aludido apretó los dientes:

-Hago lo que puedo. Su Majestad nos lo está poniendo difícil.

El regente resopló sin replicar. Sus movimientos no habían pasado desapercibidos y lógicamente había quien estaba muy interesado en que no llegaran a su destino. Buscaba prevenir para salvar su reinado lo cual llevaba a revelar que tenía miedo, un profundo pavor a que lo consiguieran.

Había por lo tanto espacio para la esperanza.

El automóvil se movía con exasperante lentitud pues el viento soplaba en contra de ellos y la visibilidad era pésima. También era cierto que correrían peor suerte a la intemperie pues fuera por el viento o por los rayos, no sobrevivirían mucho tiempo.

La entrada del pueblo los recibió con un montón de vehículos mal aparcados. Algunos habían sido arrastrados y otros (las motos) estaban volcados. Estaban a apenas 500 metros del lugar a donde debían ir pero el camino estaba cortado.

¿Bajarse e intentar ir a pie? ¿O abrirse paso llevándose por delante a todo lo que se pusiera en su camino?

Tras mirar por el rabillo del ojo a su acompañando, el antiguo anfitrión decidió que sólo tenía una opción. Continuar adelante, si no lo conseguían los daños de otros medios de transporte sería el menor de sus problemas.

Por lo tanto, pisó el acelerador lo más fuerte posible y empujó abriéndose camino. Le dolió los daños de su automóvil, sin embargo merecieron la pena desde el momento en que se vieron libre de aquel obstáculo y llegaron a la plaza.

Lo malo del asunto era que la cuesta que tenían que subir estaba a rebosar de más vehículos. Y esa vez era una barrera mucho más complicada y peligrosa pues incluso cuando apenas veían nada algunas chispas salían de los lugares en los que aquellos transportes habían sido golpeados por otros o algunos árboles.

-Maldita sea -susurró Elohim. Tan cerca y tan inalcanzable.

No podían acabar así.

El Grande gruñó:

-¿Y ahora qué?

Antes de que pudiera pensar en una respuesta, el conductor vio algo en su retrovisor. Al principio lo achacó a su mente, pero cuando lo vio otra vez pensó que eso debía estar ahí.

Era una luz, una luz de linterna que se acercaba.

-Ahora salimos -sentenció soltándose el cinturón de seguridad.

De pronto tenía una sensación de urgencia. Tan insistente y turbadora, que salió rápidamente de su vehículo segundos antes de que un rayo impactara contra él.

-¡Corred! -escuchó que gritaba una voz por encima del viento y ahora el granizo. Un trueno hizo que todo temblara.

Elohim, empapado, corrió todo lo que pudo hacia la voz viendo una sombra imitarlo.

La voz se dejó oír una vez más:

-¡La puerta!

Estaba a diez metros de ellos. Una tenue luz salía de ella y sacó fuerzas de donde no tenía para llegar a su umbral. Sin poder aguantar más, estuvo a punto de desplomarse ante él pero una mano lo agarró férreamente y lo hizo entrar.

Alzó la mirada y se encontró con Su Majestad que tras soltarlo miraba hacia el exterior. Él también lo hizo, justo a tiempo para ver a aquella a quien habían ido a buscar ir en su dirección hasta que se paró en seco y volverse.

-¡NO! -exclamó sabedor de que nada podría hacer. Presuponía lo que iba a pasar y no era nada bueno

Un rayo cayó sobre ella justo cuando alzaba su brazo en dirección al cielo. Increíblemente no la afectó más allá de hacerla gritar a viva voz para asegurarse de que fuera escuchada:

-¡No vas a impedirlo!

Acto seguido corrió hacia ellos mientras la oscuridad crecía detrás de ella cubriéndolo absolutamente todo. Su enemigo estaba usando todos los medios posibles para abortar cualquier amenaza hacia su hegemonía y lo estaba haciendo de una forma tan magistral que hasta la mujer tenía miedo cuando se reunió con ello gritando:

-¡¡Hay que cerrar la puerta!!

Su Majestad la ayudó. Fue entonces cuando Elohim vio qué la había salvado del rayo, aquello que antaño la castigara fruto de unas ideas confundidas cuyas consecuencias estallaban al otro lado de la puerta cerrada.

Se trataba del brazalete mágico del Grande que él le regalara en las excavaciones de Avaris para congraciarse con Su Majestad en la capital que el fundara. Antaño le hizo daño, e incluso la marcó para la Eternidad, por la antipatía del regente hacia Su Divinidad y su familia; ahora su poder, la inmunidad frente a la magia, la protegía de la misma.

Luego los tres se apoyaron contra la puerta para evitar que fuera abierta por las fuerzas oscuras desatadas fuera. Estas golpearon la puerta tres veces y en cada una de ellas llegaron a temer que se saliera de sus goznes.

-Gaueko -susurró ella gravemente-. Pero más oscuro que nunca.

Su Majestad inquirió escéptico:

-¿No ha sido siempre oscuro?

-Antes advertía -contestó la mujer con voz seria previamente a citar-. «El día para los del día, la noche para los de la noche»

-Hola Susana -le saludó antes de intentar bromear-. No sabíamos que tendríamos comité de bienvenida.

Esta contestó con una socarronería sana que la ayudaba a sobrellevar lo ocurrido:

-¿Cómo pretendes que no me entere si entráis como un elefante en una cacharrería?

-Es mi estilo -bromeó Elohim.

El Grande carraspeó acabando con el instante ameno que habían creado. El profesor de autoescuela prefirió ir al tema que los había llevado allí antes de que el soberano decidiera hacerlo él y no de un modo agradable:

-Necesitamos tu ayuda.

-Sabes que no hago milagros -le advirtió ella clavando su mirada con los ojos entrecerrados en Su Majestad.

El antiguo sacerdote valoró:

-Pues lo que has hecho ahí fuera se le acerca mucho.

-Lo que queremos es hacer retornar al Orden -intervino rudamente el Grande que consiguió que la joven lo fulminara con la mirada.

Ella suspiró:

-Eso no está en mis manos.

Era decisión de su encarnación. Los tres lo sabían.

-Pero sí la de abrir una vía para convencerle.

-No creo que tengamos mucho tiempo -insistió Su Majestad-. Tampoco tú dispones de muchas opciones.

Porque si esperaban mucho todos ellos podían ser destruidos. Aquel engendro era poderoso y le gustaba jugar con sus víctimas hasta que se cansaba o le parecían demasiado insolentes. Tenía la capacidad para matarlos si veía que podían suponer una amenaza grave

Susana se apartó de la puerta y caminó hacia unas escaleras cercanas mientras decía:

-Entonces tendréis que trabajar vuestra capacidad de convicción.


Gaueko («el de la noche»):  En la mitología vasca, es no solo la representación de la noche, sino también el dios de las tinieblas, se le representaba como una presencia invisible, un lobo negro (otsobeltza ó otsobaltza) que a veces se levanta sobre dos patas, u otro tipo de animal; como la vaca, la lechuza, o la oveja. Podemos deducir que al igual que Mari es un ser capaz de cambiar de apariencia (o sea un ser zoomórfico), y dominar los elementos, aunque nada puede hacer contra su señora. (Wikipedia)

Fuentes de las imágenes:

http://www.navarchivo.com/index.php/es/localidades/pamplona/elzaburu-ulzama-?page=gallery&subdir=/01%20Vistas%20del%20pueblo

http://www.todopueblos.com/eltzaburu-navarra/fotos/

 

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