El Monte Ombligo CCXV

Si escondes las uñas, muchos olvidarán que las tienes y podrás fortalecerlas hasta que llegue el momento de usarlas.

Entonces Yu, que había guardado un silencio observador hasta entonces, intervino en la conversación sin alzar la voz, como era lo habitual en él:

-Entonces ya puedo ir a buscar a Xiwangmu.

-¿Por qué no? -dijo Kate aprobadora.

Ra comentó pensativo:

-Podemos comentarle el asunto mientras esperamos a Egeria.

Baal replicó divertido:

-Y yo que pensaba que querías llevártela a tu habitación.

Ni con esas Yu dejó traslucir un sentir que algunos de los presentes ya sabían. Se limitó a contestar con su habitual tranquilidad:

-Para vencer a un enemigo hay que conocerlo bien.

Kate se rio entre dientes:

-Bueno, tampoco hay que tomárselo a semejante nivel.

-Con enemigo se refiere al hecho de que hay reinas que han pasado la simbiosis y otras que no -explicó el antiguo Supremo Señor del Sistema con paciencia.

La aludida rodó los ojos mientras respondía:

-Ya, eso ya lo sé.

-Pues ella nos puede decir quién la ha pasado y quién no -le dijo Ra-. Por eso necesitamos conocer bien lo que hay en esa sección.

Salvo los Señor del Sistema que acudían a por las larvas o el propio Yu, nadie más aparte del servicio acudía a esa zona. Las reinas que allí residían era unas desconocidas para la mayoría que no acudían a buscar larvas.

-Eso si se confían las unas a otras -bromeó Baal.

Nadie lo reprendió. En verdad no estaba mintiendo. Los Goa’ulds ya eran desconfiados de por sí, las reinas rivalizaban entre ellas con más ahínco con alianzas temporales más o menos largas según su interés.

Ra replicó:

-Ellas se conocen mejor que nadie -hizo una pausa-. Aún sin esa confianza, saben leer entre líneas.

Igual que se podía entender la disposición de alguien a través de su lenguaje no verbal y paraverbal siguiendo ciertos códigos, las reinas eran las mayores expertas a la hora de entender esos códigos en sus compañeras y rebeldes.

-¿Quieres que te acompañe alguien? -le preguntó Ángelo a Yu cortésmente.

Este se levantó de su sitial y repuso:

-No, primero hablaré con ella.

-Puedes tardar todo el tiempo que necesitéis -indicó Baal jocoso-. No nos iremos a ninguna parte.

Yu no le siguió el juego con sus explícitas alusiones. Se limitó a saludarlos a todos con un leve movimiento de su cabeza y se marchó abandonando la sala principal de la Asamblea.

Sus seguros pasos lo condujeron por los pasillos a unos anillos que él programó para que lo llevaran a otra parte del complejo. Allí, donde la decoración apenas variaba, se encontró con algunos servidores que lo saludaron sin parar de atender por ello sus tareas.

Llegó ante la puerta de la sala principal donde solían estar las reinas y la abrió pulsando un botón. Al entrar, la puerta se cerró tras él.

La habitación era muy amplia y luminosa. Aquí y allí habían muebles sobre los que descansaban ora manjares ora ropas y otros objetos que servían para el entretenimiento o el puro embellecimiento. Había una ingente exhibición de riqueza, que iba desde los cojines, las alfombras y las cortinas hasta los ungüentos y las joyas.

Pero sin duda, para alguien como Yu, lo más precioso que había allí, chapoteaba en los diferentes estanques. Eran las larvas más jóvenes de la raza divina que crecían a la espera de madurar lo suficiente para ser alojadas en Jaffás o implantadas en anfitriones… larvas que seguían con la vieja visión que los habría terminado por condenar.

«Pero todo eso va a cambiar» pensó el Señor del Sistema «.Una vez encuentras la verdad, jamás la abandonas»

En algunos de los estanques se encontraban algunas de las reinas. La mayoría de ellas lo miraron o bien desdeñosas o impasible. Fue una de las primeras, Zarpani, la que dijo con sorna mirando hacia un punto en concreto:

-Han venido a buscarte Xiwangmu -chasqueó una lengua-. Hace mucho que no venías a vernos.

Yu contestó sin amilanarse:

-Porque tenía otras muchas cosas que hacer.

De las cuales ellas ignoraban la mayoría. La única que tenía algo de conocimiento era Xiwangmu y ella no revelaría nada de aquello.

La reina estaba sentada en un diván dando la espalda a Zarpani y frente a ella yacía otra reina, Danu. Eran las únicas que no estaban dentro de los estanques, lo cual lo hizo alzar una ceja.

¿Podría ser…? Era posible. Danu bien podría haber cambiado y por eso estar cerca de Xiwangmanu y no en un estanque con las demás. Aquella alianza entonces sería lógica, dado que esta les proporcionaría a ambas cierta confianza y seguridad con respecto a las demás.

Estas las tacharían de raras y si llegaran a descubrir la naturaleza de su rareza… nada bueno saldría de allí. Las harían sufrir lo indecible, sin importar el tiempo que les llevara, para dar una lección a sus larvas sobre la debilidad y también para no seguir viviendo con el miedo originado por lo distinto.

«Va a ser muy interesante ver tu cambio Zarpani» ironizó Yu que veía cómo Xiwangmanu se acercaba a él seguida por la mirada de una Danu que resultaba intrigante. Sus ojos de un color verde intenso parecían mandar un mensaje a su compañera cuyo significado no llegó a captar.

-No tardaré mucho -le prometió Xiwangmu.

Zarpani se rio despreciativa:

-Para lo poco que tienes que hacer…

Yu decidió arriesgarse con su hipótesis. Si se equivocaba, el mal parado sería él. Por lo tanto habló interrumpiendo:

-Ella también puede venir.

Danu parpadeó y Xiwangmu le interrogó con la mirada. El Señor del Sistema asintió mientras otra reina, Anat, se burlaba sin disimulo:

-No vas a conseguir más con eso.

-Me decepcionas -declaró de pronto Pamchadra.

Xiwangmu le hizo una señal a Danu que finalmente se levantó. Ambas se acercaron a Yu con su sigilo y regia elegancia habituales.

El Señor del Sistema las siguió a la salida sin dar opción a que las demás reinas siguieran tomándolo como un juguete más de lo que el deseaba, pues hasta cierto punto le convenía que lo vieran como alguien senil al que no era interesante tentarle con pactos o alianzas varias.

Sin decir nada, las condujo hasta los anillos y de allí volvieron a la zona principal de la Asamblea. Allí se detuvo, dejando sorprendida a Xiwangmu que preguntó suspicaz:

-¿No vamos a tus habitaciones?

-Vamos a la Sala de Asamblea -contestó Yu-. Porque creo que a ambas os va a gustar lo que vais a encontrar allí.

Ello despertó un interés que ellas se cuidaron muy bien de dar a entender.

-Eso tendríamos que juzgarlo -respondió Xiwangmu tras intercambiar una mirada con Danu.

Yu respondió crípticamente:

-Tiene que ver con vuestra infertilidad.

Mientras que Xiwangmu entendió la clave de sus palabras; Danu estuvo claro que no, pues dio un paso atrás, entendiendo seguramente que habían hallado un modo de devolver una fertilidad supuestamente perdida… ¿o quizá una manera de descubrir su mentira.

Danu hizo un gesto más que claro mientras sus ojos brillaban.

-No quiere saber nada -dijo Xiwangmu tranquilamente, como si normalmente hiciera de intérprete para su compañera.

Yu inquirió extrañado:

-¿No tiene voz?

-Voluntariamente -le aclaró ella-. Quiere que piensen que está enferma y que no es rival…

Ah, la técnica para evitar los ataques era la de hacer creer que uno no podía ser una amenaza. Además así el resto se sentiría superiores.

-Pues creo que lo verá en la Asamblea le hará recuperar la voz -sentenció Yu-. Y sus larvas no serán únicas.

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